Sólo hace unos días que se fue, pero el vacío que ha dejado en el rincón de la casa donde últimamente pasaba más horas es inmenso. Cada vez que miramos a ese rincón, nos parece que va a estar ahí, atento a nuestras llamadas o a ese trozo de comida que siempre compartía con los pequeños.
Si, obviamente hablo de nuestro pequeño perrito, ya llegó su hora, después de casi quince años con nosotros, y sabiendo que se trata al fin y al cabo de un animal, pero era parte de la familia. Todo el que ha dormido una siesta en invierno en el sofá, con la manta, acurrucado a su mascota, o el que le tiene al llegar a casa en la puerta dando saltos, ladrando y moviendo la cola a toda velocidad, sabe de lo que hablo. Tienen, como todos, momentos buenos y malos, pero lo que es innegable es el amor y lealtad que tienen, ojalá los humanos en eso nos pareciéramos a ellos.
No es fácil explicarles a los chicos, de 3 y 6 años, que nuestro pequeño ya no está, aún preguntan por él, y no entienden porqué cuando desayunan, él no puede estar como siempre, pidiendo y compartiendo algún trozo de galleta. Ellos acuden a su rincón, pero él ya no está, así que sin comprender aún muy bien la razón, parece que empiezan a asumir que no van a volver a verle, ni podrán jugar más con él. Dese que nacieron él estuvo a su lado, así que es fácil imaginar que algo les falta en casa.
Nuestra otra perrita también nota su ausencia, ella tiene 10 años, y nunca ha estado separado de él, así que también necesita nuestro cariño ahora para superar el mal trago. En sus ojos podemos ver la tristeza que tiene, y que es consciente que ha perdido a su compañero de toda la vida.
Las mascotas, y más aún los perros, son más que solo compañía, por eso cuando se van el vacío es enorme, los que lo han sufrido y ya han perdido a una mascota seguro saben de lo que hablo, no se trata de equipararlo a un ser humano aunque muchas veces sus comportamientos son mejores que los nuestros.