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Domingo de Ramos Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

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Cruz Aguilar

Llevan un año guardadas en el armario pero no les va mal un repaso. Caliento la plancha, preparo la tabla y las saco todas sobre la cama. El morado brillante contrasta con la colcha blanca inmaculada, de ganchillo, de la cama de matrimonio. 
Siempre empiezo por las más pequeñas, las más laboriosas y las que mejor tienen que quedar. A mis nietos los miran más que a nosotros. La del mayor tiene muchos roces en la tripa, donde le da el tambor, ahora ya es tarde, ni tengo telas ni le puedo medir, pero para el año que viene le haré otra túnica, así no puede ir. Mientras lo pienso noto cómo una lágrima rueda por mi mejilla. De aquí al año que viene falta tanto… Paso tantas veces la plancha sobre el fajín que el brillo del raso deja paso a los brillos del metal caliente. Pero no me importa, necesito tomar impulso para afrontar los días que vienen. 
Los guantes blancos también los saco y compruebo que están todos, los cinco pares más varios de repuesto. Son cosas que siempre se pierden. Te los quitas cuando dejas de tocar y los abandonas encima del tambor o de cualquier mesa. Cada año hay que reponer, este no hará falta. Están todos,  más los de sobra.
Las coloco en las perchas, de plástico porque la madera hace enganchones en el raso, y las bajo a la cochera. Allí acuden cada año mis hijos y nietos a vestirse, junto a mi marido. Mañana ya es Domingo de Ramos. Las cuelgo de unos clavos que colocamos cuando nacieron los chicos para que las túnicas puedan quedar estiradas, solo se usan una vez al año, pero se disfrutan al máximo. Veo que mi marido ha puesto también los tambores y el bombo del pequeño en su sitio. Perfectamente ordenados.
Mi Semana Santa siempre empieza preparando la ropa. No somos muy de misa, tenemos fe en el ruido de los tambores y los bombos. En la catarsis comunitaria que supone el sonar de miles de mazas y palillos sobre pieles y plásticos. Este año la Verónica se quedará en su casa y los de la Piedad no necesitarán la faja para evitar lesiones en la espalda. No habrá misas, ni se velará al Monumento. Pero las mazas golpearán las pieles. En las casas, en los balcones y en los patios. Es tiempo de confinamiento. Es tiempo de tambores.