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Cruz Aguilar

Se habla continuamente de modos de vida sostenibles, de reutilización de productos y de aprovechamiento óptimo. Consumo de cercanía, productos de temporada, autoabastecimiento y otra serie de palabras que son el germen de centenares de ponencias, tutoriales, informes, congresos... y que no dejan de ser lo que se hacía en los pueblos hace 30 años. 
La verdura se comía del huerto y, cuando había calabacines, había muchos muchos calabacines. Se comían en puré, rebozados, en tortilla, en fritada… En el momento de las acelgas ocurría lo mismo y también cuando había borrajas, lechugas o escarola, que era lo que se echaba a la ensalada en invierno. Toda la verdura se comía de temporada y el equilibrio alimenticio se lograba en el conjunto del año, no semanalmente.
Las legumbres las pesaban a granel y la leche la ordeñaba un matrimonio del pueblo y la vendía a litros o medios litros, fresca del día, echándola en una lechera. El principal aporte proteínico de la dieta procedía del cerdo que se mataba en noviembre o diciembre y cuyas piezas tenían un orden de consumo, primero las tajadas y la careta para asar durante la campaña de las olivas, con las morcillas. El chorizo se dejaba secar para comer en crudo y con la longaniza, la costilla y el lomo se hacía conserva, bocaos de la olla  que se sacaban siempre que no había dado tiempo de cocinar o cuando venían invitados de improvisto.
Lo poco que se vendía en tarro o lata no generaba tampoco residuos. Los botes de cristal eran muy apreciados para hacer conservas de tomate, pimientos o mermeladas, una forma de dar salida a los alimentos cuando la producción era grande y a la vez tener para el invierno. Las latas también se guardaban porque, colocadas sobre una caña, ahuyentaban a los pájaros en el huerto. Esto también se hacía con las bolsas de plástico, que eran pocas porque a las tiendas había que ir con la de tela o el cesto de paja.
Apenas había cosas que acabaran en la basura y, si no, fíjense en la colección de somieres que hay reutilizados como puertas a lo ancho y largo de la provincia. También las bañeras son muy útiles como abrevaderos de los animales. 
A veces me noto vieja y otras siento que me he criado adelantada a mi tiempo.