

Por Iovanka de Leonardo
Otra vez ha vuelto ha ocurrir. En menos de un mes hemos vuelto a ser testigos de un acto delictivo y cruel, del que únicamente la especie humana es capaz. Cuatro gatitos, recién nacidos, arrojados a un contenedor como si fueran basura. Metidos en una bolsa de plástico, todavía mojados en el líquido amniótico que les envolvía en la tripa de su madre, donde flotaban calientes, seguros y tranquilos, sin vislumbrar el corto futuro que una persona estaba planificando para ellos. Cuando los encontraron uno de ellos ya había muerto, estando sus her- manos luchando por sobrevivir a pesar de sus circunstancias. Una madre a la que le arrebataron sus pequeños nada más nacer, sin poder prácticamente limpiarlos ni olerlos para guardarlos en su recuerdo.