Síguenos
Ana Omella impulsa en Fórnoles un proyecto de bienestar y movimiento consciente Ana Omella impulsa en Fórnoles un proyecto de bienestar y movimiento consciente
Ana Omella tiene claro que su lugar está en Fórnoles

Ana Omella impulsa en Fórnoles un proyecto de bienestar y movimiento consciente

Tras más de una década en Barcelona, volvió a su localidad natal con su propuesta personal
banner click 236 banner 236

Ana Omella es de Fórnoles. Allí nació, allí creció y allí ha decidido desarrollar su proyecto profesional después de más de diez años formándose y trabajando en Barcelona. Su regreso no fue improvisado, sino una convicción que fue madurando mientras estudiaba Magisterio Infantil y exploraba un camino personal que terminó llevándola hacia el movimiento consciente como herramienta para acompañar procesos de bienestar. “Cuando entré a las escuelas me di cuenta de que no compartía ese modelo educativo. Yo misma tenía mucho que revisarme”, recuerda. Ese proceso íntimo se convirtió en el origen de lo que hoy comparte con mujeres y familias de todo el Matarraña.

Regresó al pueblo buscando calma, espacio y coherencia con su forma de trabajar. Volvió porque sentía que allí podía ofrecer algo distinto y porque la ciudad había dejado de encajarle. De ese regreso nació un proyecto que combina sesiones de movimiento consciente para mujeres, talleres familiares y masajes de pies orientados a reconocer sensaciones corporales y niveles de tensión. No hay elementos médicos ni diagnósticos: su propuesta se centra en la escucha del cuerpo como herramienta cotidiana para comprender cómo nos sentimos y cómo gestionamos lo que vivimos.

Aprender a sostener un proyecto propio

Los primeros cuatro años fueron tan enriquecedores como exigentes. Ana nunca había sido autónoma y tuvo que aprender a gestionar su tiempo, su comunicación, su economía y el diseño de programas. “Llegó un momento en que tuve que parar, porque trabajar con emociones exige equilibrio”. Ese parón se convirtió en una revisión profunda de sus contenidos y en la decisión de volver con formatos más cuidados y sostenibles. Ahora ha retomado los masajes de pies, su punto de partida hace años, y vuelve a ofrecer clases a mujeres y familias con una estructura más clara.

Su público principal han sido mujeres de entre 35 y 60 años que buscan herramientas para sentirse más seguras, poner límites, gestionar situaciones que las desbordan o entender mejor sus emociones desde el cuerpo. Más de cincuenta han pasado por un programa largo de nueve meses. A ello se suman cerca de veinte familias que han vivido sesiones en las que el juego, el movimiento y las dinámicas creativas permiten trabajar la relación entre adultos y niños desde un lugar distinto. “Cuando están todos juntos, los adultos pueden hacerse cargo de sus emociones sin que los niños las absorban”, explica.

Convivencias que llenan de vida el pueblo

Los talleres familiares suelen transformarse en convivencias improvisadas. Las sesiones terminan a menudo en el bar del pueblo, donde los grupos comen juntos antes de pasar la tarde en la calle. Lo que empieza como una actividad puntual se convierte en una jornada completa que llena de vida las calles y repercute también en la economía local. “Que vengan dieciséis o diecisiete personas y pasen el día aquí es muy significativo”.

Aunque su base está en Fórnoles, sus clases atraen a personas de toda la comarca. En ocasiones, cuando organiza retiros, participan personas llegadas desde Cataluña y otros puntos de España. Ana defiende que no todo debe concentrarse en los centros comarcales: “Fórnoles también existe. Yo quiero que las cosas pasen aquí”. Su apuesta es descentralizar y demostrar que la actividad cultural, formativa o de bienestar también puede generarse en localidades pequeñas.

Traer una propuesta nueva al medio rural

No todo ha sido un camino sencillo. Introducir un enfoque nuevo en la zona ha supuesto, a veces, incomprensión y la necesidad de sostener mucha confianza personal. “Cuando aportas algo diferente, cuesta que se entienda. Pero la acogida ha sido enorme. Para mí ha sido un éxito”. Los programas largos, la continuidad de las familias y el impacto que ella percibe en quienes participan le han dado la fuerza para seguir.

Ana se marchó a los 18 años y pasó más de una década en Barcelona formándose y revisándose. Volvió porque sentía que su manera de acompañar tenía más sentido en un entorno rural y porque su forma de comunicar, dice, se ajusta más a la gente de aquí. En la ciudad era avanzar “picando piedra”. En Fórnoles, todo empezó a fluir.

Un proyecto que crece desde su pueblo

Hoy compagina su proyecto con otros trabajos que le dan estabilidad mientras consolida su propuesta. Cree que vivir en un pueblo exige organización, saber estar solo, y también nutrirse de lo que hay fuera, sin caer en el aislamiento. Pero no duda de que hay futuro. “La gente cree que no, pero yo sigo confiando”.

Su apuesta es esa: crecer desde Fórnoles, con un proyecto que utiliza el cuerpo como herramienta de conocimiento y que ha conseguido que muchas personas de la comarca miren a este pequeño municipio como un lugar donde también pasan cosas. Porque para Ana, su pueblo no es un punto de partida, sino el lugar donde quiere que todo ocurra.

El redactor recomienda