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Cada 3 de mayo la vida cambiaba en pueblos como Monteagudo del Castillo Cada 3 de mayo la vida cambiaba en pueblos como Monteagudo del Castillo
Duleros con veraneantes en el año 68, aproximadamente. @chopocabecero

Cada 3 de mayo la vida cambiaba en pueblos como Monteagudo del Castillo

Marcaba la llegada de los trashumantes o los cambios de fincas de apareceros
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José Luis Rubio

Hace más de medio siglo que en Monteagudo del Castillo no se celebra la Fiesta de la Cruz, señalada en los calendarios cada 3 de mayo. En esa fecha en la que se producía una revolución pacífica en la vida del municipio. Esa era la fecha marcada para los eventuales cambios de fincas de los aparceros y también para el salto de los rebaños de ganado que llegaban desde Castellón. Hoy, apenas queda algún recuerdo de todo eso y algunos de esos pocos relatos los atesora en su memoria y, también, en las páginas del libro Relatos y retratos el vecino de esta localidad, Eliseo Guillén, que ha profundizado en la trascendencia del 3 de mayo en el blog del Parque Cultural del Chopo Cabecero.

Aunque ese trabajo recoge secuencias de la infancia del autor, Guillén ha considerado oportuno ahondar un poco más en esta calenda que ahora resulta intrascendente pero que hasta mediados del siglo pasado suponía un profundo cambio en la cotidianeidad del pueblo. De Monteagudo y de muchos otros.

“La fecha del 3 de mayo la recogía de pasada en el libro”, reconoció el autor, al que se le “ocurrió hacer un artículo sobre ello” porque, aunque reconoce que él no ha llegado a conocer esa fecha como fiesta, sí ha visto cómo “el mundo de la agricultura y la ganadería, no solo en estas sierras sino a nivel general, todos los pastores que venían del Reino de Valencia tenían que saltar a primeros de mayo. Venían andando  y llegaban al pueblo el 3, el 4 o el 5 y era una fecha muy señalada como punto de partida y de arranque”, recordó este viernes Eliseo Guillén.

Sin embargo, a partir de los años ‘70  “todo esto empieza su declive”, señaló Guillén “porque los pastores que se iban a extremo (Extremadura) no volvían y la ganadería dejó de extremar. Las fincas abandonó las fincas y quedaron muy pocos trabajando el término. Los contratos empezaron a hacerse por cualquier precio”.

“La festividad de la Santa Cruz, era una fecha muy importante en mi infancia. Coincidiendo con ella, se cambiaban de finca los aparceros; los pastores que iban a extremo, volvían caminando con su atajo de ovejas a Monteagudo; se subastaban los oficios de dulero y el hornero, y más antiguamente el del carnicero”, señala Guillén en su artículo. Y apunta que “Todos los contratos tenían esa fecha de comienzo y esa fecha final. Previamente había sido consensuada y pactada entre dueño y aparcero, y rubricada mayoritariamente con un apretón de manos entre ellos. El arrendatario de pastos y el pastor hacían lo mismo. Entre el pueblo y el dulero u hornero el pacto había sido público y el secretario levantaría el acta correspondiente. Al finalizar el tiempo pactado (un año, dos, tres…) en los contratos de explotación de fincas: podía ocurrir que el aparcero no estuviese contento con el dueño, o necesitase otra finca de mayor tamaño, o menor (según su disposición familiar, a más hijos más brazos para trabajar) se habría buscado otra finca para trabajar y comunicaba al propietario su final en la finca anterior. Podía ser que el dueño no estuviese contento con el aparcero, éste hacía lo mismo, se buscaba otro que le gustase más, y le comunicaba su cese. Todo esto en fechas anteriores al 3 de mayo, para que ambos tuviesen tiempo de buscar nuevas alternativas. Llegada esa fecha abandonaban la finca unos y llegaban otros”.

Libro de Eliseo Guillén

Y señala una “peculiaridad es que cuando se marchaba el aparcero saliente, como había sembrado, la cosecha le correspondía segarla a él, pero el nuevo aparcero labraba los rastrojos preparando los campos para la siguiente cosecha y recogía los piprigallos y la hierba de los prados”.

El alcalde de Monteagudo del Castillo, Luis Lozano,  reconoció que todas estas tradiciones “se han perdido”. Apenas queda un vago recuerdo de la dula,y aunque los vecinos de Monteagudo ya no llevan sus vacas a los pastos de la comunidad, todavía quedan algunos ganaderos locales que conducen sus reses a una finca a pastar”.

“La dula aún existe. No como tal, pero sí hay dos señores que tienen vacas y las tiene allí, pero ya no es la función que había antes”, explicó Lozano. “Antes, cuando había población, cada uno tenía dos o tres vacas y las llevaba allí a pasta y lo que se hacía era sortear quién era el dulero y posteriormente le pagaban a uno para que lo llevara. Y luego, cuando volvían las vacas al pueblo regresaban cada una a su corral”, explicó el edil.

Lozano asegura que “los tiempos han cambiado” y dice que lo han hecho tanto por la irrupción de un nuevo sistema de explotación agrícola y ganadera como pro los efectos de la despoblación.

La memoria de Monteagudo del Castillo, en papel

Relatos y retratos (2020) es un libro escrito y editado por Eliseo Guillén Daudén en el que recoge los recuerdos de infancia en Monteagudo del Castillo, desde 1959 hasta 1968, tamizados por la experiencia que ofrecen los años y por el cariño que le aporta la distancia. Es un libro de vivencias, rico en anécdotas. Es un fiel reflejo de la forma de vida de una sociedad rural en un territorio de montaña y en un momento muy concreto de la historia reciente.