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Celadas, el pueblo que quiso ser fiel a su identidad tras haber quedado arrasado Celadas, el pueblo que quiso ser fiel a su identidad tras haber quedado arrasado
Esta imagen de Celadas de principios de los años 40 del pasado siglo fue tomada por Regiones Devastadas tras la guerra civil. A?la izquierda se aprecian algunos de los edificios más castigados por la contienda. DARA

Celadas, el pueblo que quiso ser fiel a su identidad tras haber quedado arrasado

La mitad de los edificios fueron destruidos en la guerra, pero se negaron a construir uno nuevo
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La traza urbana de los pueblos confiere una identidad a los mismos que se transmite de generación en generación. En Celadas eso estuvo a punto de cambiar tras la guerra, puesto que el municipio quedó devastado por las bombas de la artillería. Más de la mitad de los edificios fueron destruidos y cuando llegó Regiones Devastadas en la postguerra, la intención inicial era construir un pueblo de nueva planta. Los vecinos se opusieron, querían regresar a sus casas de siempre y el trabajo se centró en la reconstrucción para  levantar ladrillo a ladrillo, piedra a piedra, las viviendas que les habían visto nacer a ellos y morir a sus antepasados. Hoy el municipio recuerda cómo fue ese proceso.

Nueve fotografías de gran formato de Regiones Devastadas, dispuestas en distintos puntos del pueblo, muestran en una exposición permanente aire libre cuál fue el proceso de reconstrucción de Celadas en la postguerra, uno de los municipios más castigados por la artillería.

Hace una semana se inauguró el itinerario con una visita explicativa a cargo del arqueólogo Javier Ibáñez y el historiador Rubén Sáez. La iniciativa, impulsada por el Ayuntamiento, pretende rescatar todo el patrimonio que preserva el municipio en torno a la guerra civil, ya que fue un punto caliente. La alcaldesa, Raquel Clemente, asegura que aparte de conocer más sobre el pueblo, la actuación llevada a cabo pretende ser otro recurso que ofrecer a los visitantes.

Javier Ibáñez habla del proyecto con pasión, con la misma que pone en cualquier iniciativa de este tipo en la que se implica, ya tenga que ver con la Edad Media o con la historia contemporánea como es este caso. Y Rubén Sáez hace lo propio con ese amplio conocimiento que tiene de los asedios militares en las guerras, porque Celadas sufrió lo suyo. Lo constatan las excavaciones que han hecho, con sumo cuidado porque la artillería que cayó sobre el pueblo en la guerra fue devastadora y sigue habiendo restos.

“Durante la guerra civil lo cierto es que Celadas jugó un papel clave, sobre todo porque quien controlara el pueblo controlaba la ruta que unía Teruel con Zaragoza, tanto la carretera como la vía del ferrocarril”, explica Sáez. Eso justifica el interés de los dos bandos por dominarla. De hecho la República intentó ocuparla varias veces, la primera al poco de iniciarse la guerra en diciembre de 1936 y la segunda al poco tiempo, en abril del año siguiente. Llegaron a tomarla, pero muy pocos días.

Luego tuvo un papel clave durante las batallas de Teruel y del Alfambra. En esta última Celadas desempeñó un papel importantísimo puesto que desde el municipio se coordinó buena parte de la ofensiva. “El general Aranda con cinco divisiones desde la posición de Santa Bárbara dirigió todas las operaciones, que supusieron la ruptura de prácticamente todo el frente y precipitaron la conquista durante las semanas siguientes de Teruel”, comenta el historiador, lo que explica que sufriera tantos bombardeos como el ataque de artillería que padeció en abril de 1937.

La huella de esos bombardeos queda patente en las fotografías que tomó Regiones Devastadas a partir de 1940 una vez finalizada la guerra y cuando hubo que reconstruir la localidad puesto que más de la mitad de las casas fueron destruidas.

Las fotos que se exhiben en la exposición recorren varias calles del pueblo. Las imágenes de gran formato están colocadas en las fachadas de edificios, y permiten comparar desde el mismo punto de vista cómo quedó ese lugar tras la guerra, y cómo fue la reconstrucción, que es como está ahora el pueblo.

Archivo DARA

Las imágenes se han tomado de DARA (Documentos y Archivos de Aragón), donde se conservan las fotografías que tomó Regiones Devastadas en Celadas, cuyo arquitecto responsable de la reconstrucción fue José María Lafuente Villalba.

El recorrido se inicia a la entrada del pueblo nada más llegar por la carretera, enfrente de donde está la fuente Pierres Vedel. Una imagen panorámica del municipio es con lo primero que se encuentra uno, para apreciar que algunos de los edificios han desaparecido, como el del trinquete. Es en los edificios dispuestos a la izquierda donde más se aprecian los efectos de los bombardeos. Javier Ibáñez reconoce, no obstante, que tampoco es una fotografía que muestre en toda su dimensión los daños que sufrió Celadas.

La imagen no sugiere la devastación que padeció la localidad, a diferencia de otras, puesto que según explica el arqueólogo, la destrucción de edificios fue “muy considerable”. De 645 edificios que había censados, contando tanto casas como pajares y parideras, 368 quedaron destruidos. Y de esa última cifra “estaban los que correspondían a 105 familias, que eran dos terceras partes de la gente que había en el pueblo”.

Además, quedaron otros 180 edificios con daños superiores al 50%. Eso quiere decir que pese a que en la primera foto por ser una panorámica no se aprecian muy bien los daños, “el pueblo quedó bastante arrasado y en unas condiciones en las cuales se requería una urgente intervención”.

El arqueólogo explica que fue uno de los municipios en los que intervino Regiones Devastadas para su recuperación, cuyo cometido era restaurar lo destruido pero intentando mejorarlo según los criterios del Estado. 

“En el caso de Celadas la destrucción fue tal que incluso se plantearon reordenar completamente el pueblo, no tanto abandonarlo, aunque sí en su momento se llegó a estudiar para trasladarlo a otro sitio, pero enseguida se abandonó y se planteó la construcción de una especie de nuevo casco urbano contiguo aprovechando parte del antiguo, pero ensanchando las calles y modificando las manzanas”, relata Ibáñez.

Modelo de reconstrucción

El modelo planteado era el típico de Regiones Devastadas con un ensanche cuadriculado con 77 viviendas que era donde estaba previsto que residiese la mayor parte de la población, mientras que el resto se quedaría en el antiguo casco urbano. El proyecto planteaba lo que se consideraba un “pueblo ideal”, siguiendo el prototipo de la arquitectura regionalista, pero suponía que todas las casas iban a ser iguales en el ensanche. Era el año 1941 y “a la hora de la verdad no fue recibido con un gran entusiasmo, se abandonó y prácticamente no se construyeron viviendas nuevas”. Regiones Devastadas lo que hizo entonces fue colaborar con los propietarios en reconstruir las casas que se habían caído, además de hacer edificios públicos, algo en lo que sí desempeñó un papel importante este organismo estatal de reconstrucción. 

Entre las actuaciones llevadas a cabo estuvo la construcción de una nueva escuela tras la destrucción de las antiguas. La intervención que hicieron fue prototípica. Hasta que se hizo el nuevo edificio las clases se impartieron en el Ayuntamiento. La fotografía expuesta en el recorrido muestra su construcción muy avanzada. 

A pesar de ser el prototipo de las escuelas hechas por Regiones Devastadas, Ibáñez sostiene que el arquitecto introdujo algunos detalles diferenciadores. Niños y niñas estaban divididos en espacios diferentes compartimentados, si bien en Celadas el acceso se hizo común a través de un porche compartido. Además, también a diferencia de otros sitios, se hizo un arco de entrada a la zona de recreo que Ibáñez califica de “peculiar” porque rompía las líneas rectas. “Salvando las diferencias, se le podría buscar una cierta reminiscencia, aunque muy lejana, con algún elemento modernista”, apunta el arqueólogo.

Su criterio de intervención fue de “mínimo coste económico”, puesto que las obras costaron 50.000 pesetas, que para la época era un presupuesto de lo más ajustado. Más generosa fue la construcción de la casa del secretario y del alguacil, cuyo coste se elevó a 75.000 pesetas para hacer algo de más prestigio.

Otra obra en la que se esmeró el arquitecto de Regiones Devastadas responsable de la intervención, José María Lafuente, fue la restauración del Ayuntamiento en el antiguo castillo y que en su momento fue muy alabada, afirma Ibáñez. “Hizo algunas cosas que ahora no serían muy admisibles, pero dentro de lo que cabe fue relativamente respetuosa”, sostiene.

Tras la destrucción, junto a la iglesia se hizo la casa parroquial, un edificio con “bastante empaque”, que se diferenciaba del resto de las obras incorporándole detalles de más prestigio como la rejería. “No se buscaba tanto una arquitectura regionalista sino más bien historicista, que reflejase la arquitectura histórico artística de la provincia de Teruel”, señala.

Aunque en las fotografías no se aprecian los daños en la iglesia, sí los sufrió sobre todo en las cubiertas y en las bóvedas barrocas del edificio, que resultaron muy dañadas durante la guerra.

Destrucción

Entre las imágenes en las que se aprecia mejor la destrucción que sufrió el pueblo está la de la calle Placeta, donde no quedó un solo edificio en pie. Es lo que se encontró Regiones Devastadas en buena parte del pueblo cuando llegó, de ahí la planificación tan contundente que hicieron en un principio y que no fue bien vista por los vecinos.

“La gente quería volver a sus casas, que habían pertenecido a sus familias durante generaciones”, explica el arqueólogo, y por eso se descartó la planificación inicial que se había hecho y que hubiese supuesto un cambio importante en la fisonomía del pueblo. De hecho, de las 77 casas estandarizadas que se habían previsto solo se hicieron seis.

El resto de las actuaciones consistieron en la rehabilitación de las ruinas de las casas que ya había, volviendo a levantarlas en muchos casos para configurarlas tal como eran antes. Eso evitó que la reconstrucción no fuese tan traumática y que la identidad urbana del municipio se pudiese conservar. Lo que hizo el organismo estatal fue colaborar con los vecinos para volver a levantar sus casas, con lo cual la intervención fue también más barata. No hubo proyectos y muchos elementos que quedaron en pie de las viviendas se utilizaron para reconstruirlas.

La inversión de Regiones Devastadas en Celadas no llegó al millón de pesetas. Fueron 950.000 pesetas el dinero invertido en toda su actuación, gracias a lo cual el pueblo se recuperó, perdiéndose algunas cosas aunque otras se mejoraron. Fue una intervención “con luces y sombras”, afirma Ibáñez, y lo que se puede ver en Celadas con el recorrido expositivo al aire libre que se ha hecho es conocer “un capítulo de nuestra historia que fue distinto en cada uno de los pueblos”. En este caso primó el interés y la firme decisión de sus habitantes de conservar la identidad de sus calles e intentar volver a lo que habían sido antes de la guerra.