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Dinópolis exhibe la tortuga cuyo grupo se extinguió con el asteroide que acabó con los dinosaurios Dinópolis exhibe la tortuga cuyo grupo se extinguió con el asteroide que acabó con los dinosaurios
Adán Pérez muestra el cráneo de la tortuga ‘Aragochersis’ hallada en Ariño y que es una de las novedades de Dinópolis

Dinópolis exhibe la tortuga cuyo grupo se extinguió con el asteroide que acabó con los dinosaurios

La vitrina de novedades muestra el caparazón de ‘Aragochersis’, el gran quelonio hallado en Ariño
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La vitrina de novedades del Museo Paleontológico de Dinópolis aguarda a que la crisis sanitaria por el coronavirus pase y estas instalaciones vuelvan a llenarse de público para poder disfrutar de uno de los últimos hallazgos de la paleontología turolense, Aragochersis lignitesta, una tortuga terrestre que podía alcanzar hasta un metro de tamaño y que perteneció a un grupo que se extinguió con el mismo asteroide que acabó con los dinosaurios.

Los fósiles del caparazón de este quelonio están colocados ya en la última vitrina del Museo Paleontológica, la que se dedica cada año a mostrar las novedades del trabajo de excavación e investigación de la Fundación Dinópolis. El hallazgo de los fósiles de esta tortuga terrestre lo llevaron a cabo paleontólogos de la Fundación en el yacimiento de la mina Santa María de Ariño, y el artículo científico que ha permitido identificarlo como un nuevo género y especie lo ha liderado Adán Pérez, investigador del Grupo de Biología de la UNED.

La descripción de este nuevo reptil del Mesozoico turolense apareció publicada a finales del año pasado en la revista científica Cretaceous Research y está llamado a convertirse en uno de los atractivos de la nueva temporada de Dinópolis, ya que cada año el Museo Paleontológico incorpora novedades a sus vitrinas y en esta ocasión se trata de un hallazgo muy relevante a nivel mundial.

Así lo constata Adán Pérez, que ha liderado con los paleontólogos de la Fundación Dinópolis la descripción de otras tortugas halladas en Teruel y que han supuesto la descripción de nuevos géneros y especies en el registro fósil internacional, es decir, que nunca antes se habían encontrado en otras partes del mundo.

Ese es el caso de Aragochersis, cuyos restos custodia la Fundación Dinópolis y son el holotipo de ese nuevo género, de manera que servirán de referencia internacional en caso de que aparezcan nuevos ejemplares en otros sitios, o incluso fósiles que no estaban clasificados se asignen ahora a este tipo de tortugas.

Pérez explica que esta tortuga forma parte de un grupo “muy diferente de las que habitan en la actualidad”. Pertenece a un grupo denominado Helochelydridae, un linaje de quelonios primitivos que, por tanto están “muy lejanamente emparentados con cualquiera de las formas actuales”. Tienen relación, eso sí, “con una especie que daría origen al antecesor común de todas las tortugas que forman parte de la biodiversidad actual”.

Las tortugas del grupo al que pertenece Aragochersis, cuyo nombre no es necesario explicar que hace referencia a Aragón, surgieron en el Jurásico Superior, en la era de los dinosaurios y cuando Norteamérica y Europa no estaban separadas por el mar sino que formaban un gran continente.

Un grupo de éxito

Su registro, el del grupo Helochelydridae, fue de mucho éxito puesto que se conoce a lo largo de 100 millones de años, “hasta su desaparición al final del Cretácico, durante el famoso evento de extinción que acabó con el reinado de los reptiles, bien conocido por la desaparición de todos los grupos de dinosaurios, a excepción del linaje de las aves”.

Al sobrevivir durante tantos millones de años, estas tortugas se adaptaron a la lenta transformación que sufrieron los continentes, y al separarse estos por el océano Atlántico, evolucionaron de manera independiente.

Es un grupo que se conoce desde hace tiempo. De hecho, a lo largo del siglo XIX, y particularmente en Gran Bretaña, se identificaron materiales fósiles de estas tortugas, mientras que en España su hallazgo se remonta a hace ya un siglo. Sin embargo, Pérez explica que en nuestro país todos los materiales conocidos se basaban principalmente en placas aisladas del caparazón, arrojando por tanto muy poca información sobre estos animales, su anatomía, diversidad y evolución.

Incluso en Europa el conocimiento era limitado, puesto que solo se conocía el cráneo de una tortuga del grupo Helochelydridae hallada en Gran Bretaña y que vivió hace 130 millones de años. Por eso el hallazgo de Ariño tiene tanta importancia internacional.

“En este contexto, los hallazgos efectuados en Ariño nos permiten avanzar notablemente en el conocimiento sobre este grupo primitivo”, relata Pérez, quien explica que la tortuga que se expone ahora en Dinópolis es una nueva especie y género del grupo Helochelydridae, a la que se ha bautizado con el nombre científico de Aragochersis lignitesta.  Habitó hace unos 110 millones de años, y por tanto es más joven que la especie británica.

Su interés reside, según el científico, en que aporta información “sobre un momento temporal muy importante, en el que se dio una drástica renovación faunística, y para el que apenas se disponía de información sobre los heloquelídridos en nuestro continente”. 

Pero además, destaca su preservación: “Aragochersis no sólo es conocida mediante cráneos, sino que el caparazón más completo para este grupo a nivel mundial es aquel del holotipo o ejemplar de referencia de la nueva especie, así como el esqueleto más completo del conjunto del registro europeo”. 

“Aragochersis ha supuesto un notable incremento en el conocimiento sobre estas tortugas primitivas, mediante los mejores ejemplares de heloquelídridos más completos actualmente conocidos a escala global”, concluye el paleontólogo, quien incide en que los heloquelídridos al que pertenece el ejemplar de Ariño es uno de los más exitosos grupos de tortugas terrestres del Cretácico tanto europeo como norteamericano.

Además, son uno de los grupos de tortugas primitivas terrestres de mayor tamaño hasta ahora conocidos, relata Pérez, “con caparazones que podrían exceder los 60 centímetros de longitud”, con lo cual el cuerpo completo de estos animales, teniendo en cuenta también la cabeza, el cuello y la cola, alcanzarían o superarían un metro de longitud.

Osteordemos

Precisamente en el caso del grupo al que pertenece Aragochersis, a diferencia de las tortugas actuales, el animal no podía retraer el cuello ni sus extremidades, por lo que estaban expuestas a los depredadores y por eso desarrolló otro tipo de defensas consistentes en osteodermos, como las placas que llevan los cocodrilos por todo su cuerpo a modo de coraza.

“La robustez de estos elementos, unida a la disposición entre ellos, les otorgaron la protección necesaria para ser un grupo tan exitoso a lo largo de cerca de 100 millones de años, hasta que la caída del asteroide que marcó el final del Mesozoico acabó con ellas puesto que, como ocurre con tantos otros organismos, no estaban preparadas para hacer frente a este enemigo inesperado”, precisa.

Aragochersis era una tortuga terrestre y sus estructuras de protección le garantizaron el éxito y su supervivencia durante millones de años. Sobre el hecho de que hayan aparecido en una zona pantanosa, o propia de ecosistemas relacionados con los actuales manglares, como se entiende que tuvo que ser Ariño durante el Albiense, el periodo geológico al que corresponde el yacimiento, Pérez explica que la mayoría de los afloramientos fósiles están relacionados con ambientes vinculados al agua, como ríos, litorales o incluso costas.

Esto se debe precisamente a que es en esos ambientes sedimentarios “donde es más probable reunir las complejas condiciones necesarias para que los restos de los organismos no desaparezcan, sino que puedan ser enterrados y preservados, llegando a fosilizar.” Aclara el científico a este respecto que “si observamos a las tortugas terrestres actuales podemos apreciar que es fácil identificarlas en las cercanías de cursos fluviales, ya que esas regiones suelen aportar mayor disponibilidad de alimentos, así como recursos hídricos necesarios para complementar los líquidos que les aporta la comida, y la protección que ofrece la vegetación para esconderse, pero también tierra húmeda contra parásitos o condiciones climáticas extremas”. Su hallazgo por tanto en estos ambientes es razonable.

La tortuga de la que podrán disfrutar los visitantes de Dinópolis cuando abra sus puertas, es exclusiva “no solo de España, sino de Ariño”, pero recalca Adán Pérez que este yacimiento se sitúa “en un lapso temporal del que se conoce muy poco registro a nivel europeo”. 

“Tenemos evidencias de especies y géneros diferentes de heloquelídridos, en España y en otras regiones de Europa, millones de años más antiguas y más recientes que Aragochersis”, afirma. Si bien el científico anuncia que es probable que si se identifican más yacimientos de la edad del de Ariño, que corresponde con el Albiense de hace 110 millones de años y hay que situarlo a finales del Cretácico Superior, “Aragochersis pueda ser identificada en otras regiones europeas”. 

Dispersión

De la misma manera el investigador sostiene que “es muy probable que Aragochersis no fuera el único heloquelídrido que habitó en ese momento en Europa, ya que, para otras edades, se han reconocido varias especies y géneros que coincidieron en el tiempo, en incluso en una misma región”. Por todo ello y tal como ocurre siempre en paleontología, “la presencia de una especie en un área concreta no implica que no pudiera vivir fuera de allí, y más en Europa, donde, para ese momento, apenas existían barreras que impidieran su dispersión”.

Insiste por otra parte en que Aragochersis supone dentro del grupo Helochelydridae la tortuga “con esqueletos más completos hasta ahora conocido a nivel mundial”. Y es que aunque en la vitrina de las novedades de Dinópolis solo se exhibe el caparazón, los restos excavados por la Fundación Dinópolis incluyen elementos de prácticamente todo el esqueleto: cráneo, mandíbula, caparazón, vértebras cervicales, dorsales, sacras y caudales, cinturas escapular y pélvica, y huesos de las extremidades anteriores y posteriores. 

“No se conocen todos los huesos, pero sí numerosos, atribuibles a las distintas regiones del esqueleto”, precisa el científico que ha descrito el nuevo género. Se trata por tanto de una tortuga que va a ser clave entre la comunidad científica para el conocimiento de este grupo de reptiles extintos hace millones de años, y que va a fascinar a los aficionados a la paleontología y a los visitantes de Dinópolis por su gran tamaño, porque en Teruel siempre todo ha sido a lo grande, y así debemos continuar ahora a pesar de las adversidades.

Presentes en el imaginario colectivo y en el mundo cultural

Las tortugas están muy presentes en el imaginario colectivo de los humanos y en su mundo cultural, a la vista de su representación en todas las civilizaciones desde la antigüedad. Adán Pérez afirma que la evolución de estos animales arrancó hace más de 200 millones de años y que habitan en diferentes ambientes tanto acuáticos como terrestres. “Se trata de un grupo con un gran éxito evolutivo”, apunta.

Sobre su presencia cultural, Pérez manifiesta que no solo aparecen representadas de manera habitual en nuestras sociedades actuales, “sino que el ser humano se ha sentido siempre atraído por ellas, y no exclusivamente como recurso alimenticio, sino que forman parte de multitud de mitos y tradiciones humanas, en distintos continentes, estrechamente vinculados a nuestro desarrollo cultural”.

En la provincia se están reconociendo muchos linajes

 

Los restos de tortugas en el gran yacimiento de la mina Santa María de Ariño son abundantes, afirma Adán Pérez, mientras que en el resto de la provincia cada vez se van reconociendo más linajes de estos animales.

En el caso de Ariño, Pérez aclara que la gran abundancia de restos contrasta, no obstante, con que la diversidad de los mismos no lo es tanto. Además de Aragochersis allí se ha descrito otra tortuga más pequeña, Toremys, un animal acuático de un linaje muy diferente. Precisa el investigador que una colección tan importante como los fósiles de Ariño precisa de un “largo proceso de estudio”. Avanza optimista, eso sí, que  “la descripción de Toremys y de Aragochersis son algunos resultados de esta línea de investigación, pero el trabajo continúa, de manera que en un futuro se dispondrá de datos más precisos sobre la anatomía de estas tortugas, así como posibles nuevas evidencias sobre la diversidad representada en esta localidad”.

En cuanto a los hallazgos en el resto de la provincia comenta que permiten identificar diferentes momentos del Mesozoico, y recuerda que aparte de las tortugas de Ariño se han descrito también otras nuevas como Riodevemys, en Riodeva, y Galvechelone, en Galve. Además, se han identificado especies compartidas con otras regiones europeas como Tropide-mys, que tenía una cresta media en su caparazón. 

Las diversidad de tortugas en la provincia es muy elevada, sostiene Pérez, quien cree que “aún podría serlo más en el futuro” a la vista de los trabajos de investigación en marcha.