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Eduardo, el ingeniero que tiene que trabajar para Londres desde Cucalón: “Desde el salón de casa no puedo teletrabajar porque no llega la conexión” Eduardo, el ingeniero que tiene que trabajar para Londres desde Cucalón: “Desde el salón de casa no puedo teletrabajar porque no llega la conexión”
El ingeniero Eduardo Ejarque teletrabajando desde Cucalón

Eduardo, el ingeniero que tiene que trabajar para Londres desde Cucalón: “Desde el salón de casa no puedo teletrabajar porque no llega la conexión”

Las restricciones por el Covid le mantienen en el pequeño pueblo turolense
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Nuria Andrés

El éxodo al revés: de la ciudad al campo. De pasear entre rascacielos por las calles grises de la “moderna Babilonia”, que decía Benjamín Disraeli que era la ciudad de Londres, a caminar entre campos de trigo por Cucalón, una localidad de 80 habitantes que lucha sin descanso por mantener los pocos servicios que tiene. 

A principios de verano, el ingeniero de Telecomunicaciones Eduardo Ejarque dejó temporalmente su oficina en Londres para pasar diez días en Cucalón, el pueblo de su madre y donde veranea desde pequeño. Ejarque no se esperaba que el vuelo que cogió desde Reino Unido fuera el último al que se subiría en casi dos meses. El ingeniero, que, según afirma, es una persona precavida, cogió su ordenador del trabajo antes de dejar Londres ante la incertidumbre de que la situación empeorara y tuviera que teletrabajar esporádicamente. 

Lo que Eduardo no se imaginaba es que a él y a su maleta para diez días les tocaría estar casi dos meses teletrabajando desde este pueblo del Jiloca, pues volver a Londres supondría para Eduardo aislarse durante catorce días, lo que en palabras del ingeniero “es una lata”. 

El verano de Eduardo Ejarque ha estado marcado por los cambios de planes. Estando durante el mes de julio en Cucalón, tenía previsto ir a Zaragoza unos días, pero justo esa semana, hubo un positivo de Covid en el pueblo, por lo que tuvo que quedarse unos días en la localidad por si tenía que hacerse una PCR. 

Incertidumbre

Como a Ejarque no le hicieron la prueba, tenía previsto volver la semana siguiente a Londres. Pero si algo ha enseñado la pandemia es a vivir en presente y disfrutar por si el futuro recuerda que cualquier tiempo pasado fue mejor. De un día para otro, cuando ya tenía todo preparado para volver a la capital inglesa que le acoge desde hace dos años, el 26 de julio el Gobierno británico impuso una cuarentena de dos semanas a todo aquel que llegara de España. 

En esta situación, Ejarque decidió quedarse en Cucalón hasta que levantaran la cuarentena. Sin embargo, ni siquiera se sabe una fecha aproximada de cuándo esto sucederá y la situación empeora ante los nuevos rebrotes. “Estoy un poco en el aire, la cuarentena no la van a quitar de un día para otro”, explicó el ingeniero, quien afirmó que, aunque su hogar sea España, lleva mucho tiempo en Londres y no tardará en volver. 

El teletrabajo en el medio rural antes era un espejismo y con la pandemia se convirtió en obligación, pero el ensayo de convertir la casa en el espacio laboral no en todos los casos se ha desarrollado en las mejores condiciones. 

Eduardo dice tener “la suerte” de que el balcón de su habitación está bien orientado y llega cobertura 4G así que, como el ingeniero dispone de datos ilimitados, compartiendo Internet a su ordenador no tiene ningún problema para teletrabajar. No obstante, su balcón es el oasis de Internet de esta localidad del Jiloca. “Desde el salón de casa no puedo teletrabajar porque no llega la conexión y probablemente si viviera en la casa de enfrente o en la de al lado tampoco podría”, confesó. 

Él, que como ingeniero de Telecomunicaciones conoce de primera mano cómo avanza la tecnología, calificó de “vergonzoso” el olvido que sufren las zonas despobladas . “Siempre ha estado abandonado el medio rural por parte de las compañías de telefonía y no cuesta nada dar cobertura, como mínimo, de 4G al medio rural”, afirmó Ejarque. 

Impulsar el teletrabajo

Y es que, así, sin pensar demasiado, a este ingeniero se le ocurren, como mínimo, tres soluciones para esto: dar cobertura de 4G, proveer de Wemax público a la población, o que sean los ayuntamientos, con una subvención, los que provean de una señal wifi potente y pública a los ciudadanos. 

“Londres está llamando”, recita la canción de The Clash, pero Ejarque lleva un tiempo alargando esa llamada. El ingeniero no duda en contestar que “por supuesto” se quedaría a teletrabajar desde Cucalón si pudiera teletrabajar dos semanas desde este pueblo del Jiloca y otras dos en la capital inglesa. 

“En el pueblo se está muy tranquilo y si lo comparas con el estrés de estar en Londres, no diría que son vacaciones pero trabajar en este ambiente la verdad que me da la vida”, declaró Ejarque. 

El ingeniero no es el único en Cucalón que teletrabaja teniendo su oficina en otra ciudad. Su hermana Paula Ejarque, también ingeniera de Telecomunicaciones, trabaja en Ibercaja en Zaragoza pero decidió irse a teletrabajar a Cucalón debido a la tranquilidad y al frescor que no se respira en la capital aragonesa. 

Después de haber vivido esta situación, el ingeniero apuesta por normalizar el teletrabajo en España. “Si hubiera buena conexión a Internet, no soy el único que querría pasar largas temporadas en el pueblo y esto ayudaría a su economía y a que tuviera más vida”, concluyó Eduardo.

Fuga de cerebros

Eduardo Ejarque no solo es la generación que tuvo que aplicarse  la frase “reinventarse o morir”, sino que también forma parte de la sangría de jóvenes que se van de su provincia por falta de oportunidades laborales. Jóvenes que salen muy capacitados de la universidad y se ven obligados a irse de su tierra en busca de un mejor trabajo. “Tomé este camino y no me arrepiento, pero da pena tener que salir de tu entorno para poder conseguir un trabajo digno”, confesó Eduardo. 

El ingeniero lleva con él un pedacito de Cucalón. “Cuando estoy en Londres me acuerdo mucho  y  lo echo de menos, desde la familia, amigos, estilo de vida...”. Y es que si se tuviera que sacar algo bueno de esta situación, se quedaría con haber podido pasar más de un mes en su pueblo, una experiencia que no vivía desde que era pequeño.