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Gloria Ortín, médico en el Maestrazgo durante casi 40 años: “La medicina rural es sobre todo el trato personal, conocer a la persona” Gloria Ortín, médico en el Maestrazgo durante casi 40 años: “La medicina rural es sobre todo el trato personal, conocer a la persona”
Gloria Ortín se acaba de jubilar tras casi 40 años como médico rural. C. M.

Gloria Ortín, médico en el Maestrazgo durante casi 40 años: “La medicina rural es sobre todo el trato personal, conocer a la persona”

Destaca la creación de los centros de salud como un avance fundamental para el medio rural
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El pasado mes de abril se jubiló la facultativa Gloria Ortín Álvarez después de casi 40 años de ejercicio como médico titular de Villarluengo, Pitarque y Montoro de Mezquita. Una mujer muy querida en estos municipios que se ha caracterizado por su lucha en defensa de un medio rural digno. 

-¿Cómo llegó a Villarluengo?

-Soy de Zaragoza y me interesaba quedarme allí, pero como no había trabajo a mí y a otros compañeros se nos ocurrió ir a Teruel. En el Colegio de Médicos nos dijeron que había posibilidad de empleo y me concedieron la plaza de Villarluengo. No sabía dónde podía estar, el pueblo casi no aparecía en los mapas… (risas). La primera vez que vine iba con mi hermano y mi cuñada y conforme me iba acercando me iba gustando más el paisaje. De estudiante había ido a la zona de Huesca, al Pirineo, pero no conocía Teruel, que es el eterno desconocido. Varios compañeros de promoción copamos esta zona, mi prima fue a Ejulve y un amigo a Tronchón, pero luego se fueron marchando. Yo también venía con idea de estar poco tiempo, unos dos meses para conocer cómo era la medicina rural, porque un profesor me decía siempre: “Cuando termines la carrera vete a un pueblo, porque mi padre fue médico de pueblo y fue muy feliz”. Por probar, vine y me gustó el pueblo y la gente, había un ambiente muy majo, gente joven y conocí a mi marido. 

-Entonces se adaptó bien…

-Sí. Lo peor en aquella época era que el médico del pueblo tenía que estar disponible 24 horas al día los 365 días del año. No estaba legalizado, pero organizábamos guardias con compañeros de cerca y la administración lo sabía. Cuando llegué no había casa del médico, que no he tenido nunca, ni teléfono. Si alguien me necesitaba tenían que venir a buscarme.  

-¿Y consulta tenía?

-Si, pero era un sitio reducido con una camilla y poco más. Había botiquín y lo llevaba el médico, entrabas a la consulta y toda la parte de atrás eran los medicamentos, parecía una farmacia. Y en Pitarque llegué a pasar consulta en una habitación que utilizaban por la noche. 

-¿Y horario de consulta?

-Horario había, pero te venían a todas horas. Cuando vine aún existía la iguala. La gente todavía pensaba que el médico estaba siempre a su disposición y era como darle algo de dinero para compensar esas horas extra que echaba. Quise quitarlas y me costó mucho. Recuerdo a una abuela que me fue muy difícil que dejase de pagarla, aun diciéndole que le iba a atender igual. Me decía:  “¿Qué te crees, que no tengo dinero para poder pagarte? Les sabía mal, les costó. Además, cuando llegué pensaban que ya no iban a tener médico, porque el anterior tuvo que llevar Fortanete, Cañada y Villarluengo porque no había médicos. Pero cuando nosotros terminamos la carrera éramos muchos y se cubrieron todos los pueblos. 

-¿Cuáles son sus mejores recuerdos de estos años?

-Ha habido momentos muy buenos por el reconocimiento de la gente, sobre todo de gente mayor, que sabe que su vida se acaba. La medicina rural es sobre todo el trato personal, conocer a la persona, y al conocerlos te implicas mucho en su vida. Cuando están tan enfermos y sabes que no tiene solución lo pasas mal y el paciente lo sabe. De alguna manera, algunos que me han ayudado a asumir que la muerte es una cosa natural y eso es muy importante. Me acuerdo sobre todo de uno que vivía en una masía  y siempre que venía al pueblo venía mudado por si lo mandaba a Alcañiz. Cuando ya estaba muy mal y no lo mandé me dijo: “¡Ay, Gloria! Yo venía todo mudao, y cuando ya no me mandaste pensé: ¡Ay, que poquico me queda!”. Tengo muy buen recuerdo de mucha gente, de una abuelica que estaba mala y que lo que quería era que le leyera, que siempre le había gustado leer y como ya no podía, me lo pedía. También he tenido momentos malos, pero lo malo se olvida antes. 

-Viviría muchas anécdotas…

-He tenido que ir a muchas masías con nieve y venían a buscarme con el tractor.  Y como no había teléfono, solo centralita, tenían que venir a avisarte. Solo había una ambulancia de Cruz Roja en Cantavieja, un coche con una camilla. El que la llevaba no siempre estaba pendiente porque tenía su trabajo y valía más llamar a la de Alcañiz. Salíamos con un coche y cuando nos encontrábamos se cambiaba al paciente de vehículo. En el primer parto que tuve aquí, a los ocho días de llegar, me fui en un coche con la mujer y el marido, que vivían en una masía. El niño nació a la salida de Calanda, donde paramos porque venía ya. Habíamos puesto un colchón y yo me había cogido hilos de sutura y de todo, pero  como tenía el maletín debajo del colchón no podía sacarlo. Llevaba un banderín de la Virgen del Pilar, iba rezándole todo el tiempo para que pudiéramos llegar hasta Alcañiz y con él le até el cordón umbilical. Yo había visto partos y tenía nociones, pero nunca había atendido ninguno.

-¿Qué opina del problema de escasez de médicos que quieran venir a los pueblos?

-Tendrían que abrir un poco más la mano, formar a más gente y evitar que se vaya fuera. Médicos de aquí se van al extranjero y tienen que venir de otros países con formación diferente. 

-¿Entonces el problema es que no hay suficientes médicos o que no quieren ir a pueblos?

-El primer problema es que piden una nota altísima para poder hacer la carrera de Medicina, y a mí eso no me parece justo, porque lo que estudias en el Bachillerato no tiene nada que ver con la medicina. Yo he tenido compañeros que no tenían buenas notas pero que son unos verdaderos profesionales. Están pidiendo un 8 y la mayor parte de las que entran son mujeres, porque somos mucho más estudiosas, meticulosas y constantes. La mayoría son mujeres y a ellas venir a las zonas rurales les  cuesta más. En Zaragoza, con cuatro o cinco guardias que puedan ir haciendo tienen suficiente para vivir y entonces no vienen hasta aquí.  Y ahora no pasa tanto, pero de mis compañeras de carrera han trabajado muy pocas, porque se casaban y muchas veces eran las que cedían, iban donde el marido y no llegaban a ejercer. Yo tenía muy claro que mis padres se habían sacrificado para que estudiase una carrera y quería ejercer sí o sí. Cuando iba a venir aquí le pregunté al alcalde de entonces si ganaría suficiente para vivir sin ayuda de mis padres. Me preguntó si tenía coche y le respondí: “Sí, un 600 viejo que me ha dado mi hermano”. Entonces me dijo que no me preocupara y que enseguida tendría uno nuevo. Fue su manera de decirme que sí se ganaba dinero como médico de pueblo (risas). 

-En todos estos años de ejercicio, ¿cuál ha sido para usted el cambio más drástico que ha habido en la profesión?

-La creación de los centros de salud, buenos tanto para el médico como para el paciente. Hay muchos más medios, se trabaja en equipo, se consultan dudas y han supuesto un cambio radical en todo. Pero tiene que haber más médicos para atender aunque haya poca gente, porque tienen los mismos derechos. Nosotros pertenecemos al Centro de Salud de Cantavieja, pero yo luché para que Villarluengo se quedase como Centro de Atención Continuada porque está muy lejos. Aunque sin ATS, el médico está 24 horas. Y se necesitaría también una enfermera porque, aunque hay pocas urgencias, cuando se producen el médico no llega a todo. Y eso que ahora viene el helicóptero. Otra de las cosas que yo pediría para la zona, más que UVI móvil, es el helicóptero las 24 horas, porque ahora tiene un horario y según el clima tampoco viene. Me han preguntado muchas veces qué es lo más necesario y creo que es una línea de internet que funcione de maravilla y el helicóptero sanitario para traslados urgentes. Y luego que el 112 funcione bien, que haya una buena comunicación y que se conozca la zona, porque una vez hubo una urgencia en el camino del Nacimiento del río Pitarque y mandaron una ambulancia, que allí no hace nada. En esos casos tiene que haber un helicóptero y el médico de la zona que se acerque lo antes posible. También sería ideal que Protección Civil tuviera un medio de transporte que pudiera pasar hasta por lo menos  la mitad  de camino del Nacimiento, un quad o algo así. 

-Se ha involucrado no solo en la medicina, sino en otras causas en defensa de una vida digna en el medio rural…

-Sí, también luchamos por el mantenimiento de la escuela rural. Fundamos una federación y hubo una lucha tremenda. Fuimos a Madrid, estuvimos hablando con Esperanza Aguirre -entonces ministra de Educación-, y con muchos políticos. Lo que más me dolió es que en Madrid nos llegasen a decir que si queremos vivir en lo alto de una montaña no tenemos derecho a servicios. Y siempre decían, total, por un crío… Sí, pero si es hijo tuyo es lo más importante de tu vida. Esto fue en los años 90. Conseguimos que se mantuvieran las escuelas rurales, que cuando implantaron la ESO no se llevasen a los niños a los 11 años. Se ha luchado siempre por mantener las escuelas y se seguirá luchando, la amenaza está ahí. También una vez me llamaron del Colegio de Médicos para ver si quería ir a un programa de televisión y fui a uno de Antena 3 que hacía Nieves Herrero para hablar de la problemática de la medicina rural. 

-¿Echa de menos el trabajo?

-De momento no, quizá porque tenía muy asumido que esto iba a llegar y que tenía que dar paso a los jóvenes. Yo sigo en el pueblo y si Lucía, la nueva médico, o alguien me necesita para una urgencia, saben que haré lo que pueda. Tenía ganas de jubilarme, porque ya son muchos años y es bueno descansar de las preocupaciones, porque la medicina conlleva mucha responsabilidad. Pensar que una equivocación tuya le puede costar la vida a alguien es un peso psicológico importante.