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Los mayores de Cedrillas plasman en un árbol genealógico sus raíces Los mayores de Cedrillas plasman en un árbol genealógico sus raíces
Aquilina Bono junto al árbol genealógico que ha elaborado con ayuda de su familia

Los mayores de Cedrillas plasman en un árbol genealógico sus raíces

Los internos de la Residencia rastrean en su memoria las fechas de nacimiento y muerte de todos sus familiares
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Los internos de la Residencia de Mayores de Cedrillas han elaborado sus propios árboles genealógicos. Se trata de un taller que consiste en recopilar información entre dos o más miembros de una misma familia –que pueden ser hermanos, matrimonio, primos…– y ambos residentes en el centro. El único requisito para participar es tener buena memoria y ganas de llevarlo a cabo. Se trata de una actividad que se prolonga durante varios meses puesto que es muy costoso recopilar todos los datos necesarios para su elaboración.

Según explica la terapeuta ocupacional Eva Anglés, los propios ancianos son los encargados  fecha y lugar de nacimiento y de defunción a cada uno de sus parientes. También han recopilado otros datos como profesiones, lugares de residencia, enfermedades padecidas o anécdotas familiares para completar su enciclopedia familiar. El geriátrico está gestionada por las fundaciones Ramón Rey Ardid, Fermín Alegre y Térvalis.

“Este taller requiere para ellos un gran esfuerzo a muchos niveles, pues deben acordarse qué preguntar y a quién, anotarlo por escrito, organizar a los parientes, reconocer los distintos lazos familiares, … Y todo ello con varios objetivos, su estimulación cognitiva y crearles una motivación”, manifiesta la terapeuta.

El círculo más próximo a estos mayores también se involucra y colabora en la obtención de los datos por lo que el taller es finalmente intergeneracional y favorece el trabajo en equipo entre el residente y su familia.

En los cuatro años que llevan desarrollando la actividad son siete los residentes que ya tiene su árbol genealógico, están orgullosos de él y ven que el esfuerzo y tiempo dedicado ha merecido la pena.

La iniciativa arrancó en mayo de 2017 de la mano de un usuario que recordaba perfectamente todo los datos de sus parientes. Desde la dirección y el servicio de terapia ocupacional pronto se dieron cuenta de que el diseño de los árboles podía convertirse en un taller. Prepararlo requiere de la implicación tanto de la familia como del residente, que podía resultar muy beneficiosa y enriquecedora para ambas partes. Además esto también estrecha la relación centro-familia, lo cual ayuda mucho a conocer la vida personal y familiar que han llevado nuestros mayores y entender sus pensamientos, sentimientos y emociones actuales en base a su pasado.

La segunda edición, ya en julio del 2017, estuvo dedicada a un matrimonio procedente de Allepuz, Amada Ariño y Vicente Pin.  Ambos emigraron a París hace 50 años en busca de un futuro mejor para ellos y su hija de 6 años, por lo que este ejercicio les ha venido bien para tomar conciencia de familiares de los que no han tenido contacto en mucho tiempo y recordar acontecimientos vividos en su juventud, tanto en su localidad natal, Allepuz, como en París.  Su ilusión al realizarlo era dejar en un futuro su árbol como legado a su hija, nietas y bisnieto, residentes todos ellos en París, para que conocieran sus lazos familiares aquí en España. Y ahora puede contemplarlo ella en la pared de su habitación junto a sus cuadros hechos de medio punto de cruz.

La tercera edición, en septiembre del 2017, fue la protagonizada por los pequeños de la saga Montolío Gil, Juan Albino y Honorato. Nacieron en Puertomingalvo, y, cuando eran muy pequeños, sus padres decidieron trasladarse de pueblo en pueblo buscando una vida mejor para los 11 hijos que tenían. Pasaron por Mosqueruela y Valdelinares para desembarcar en Alcalá de la Selva cuando ellos tenían alrededor de 30 años.  Conservan recuerdos muy entrañables de infancia y adolescencia de cada lugar en el que han habitado y de sus gentes. Tras casarse cada uno siguió su camino pero una vez jubilados, viudos y sin hijos quisieron continuar su vida en Alcalá de la Selva, junto a sobrinos y demás familia, donde también son conocidos y queridos por sus vecinos.

En esta cuarta edición se han animado a Edelia y Aquilina Bono, hermanas y nacidas en Villarroya de los Pinares.  Proceden de una familia humilde, trabajadora del campo, compuesta por 12 hermanos. Ellas, que son las mayores, tuvieron que echar una mano dentro y fuera de casa para sacar a todos adelante.  Tras casarse, cada una hizo una vida distinta, en localidades diferentes, y ahora a sus 90 y 87 años respectivamente, comparten la vejez en Cedrillas. Les ha costado recopilar toda la información de su familia, ya que es muy extensa y dispersa, pero les ha hecho especial ilusión elaborar sus árboles para disfrutarlos y dejárselos a generaciones posteriores.