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Pedro Pérez Boned y Bucardo Folk Aragonés, nombrados Amigos del Chopo Cabecero Pedro Pérez Boned y Bucardo Folk Aragonés, nombrados Amigos del Chopo Cabecero
El alcalde de Cuevas, José Luis Gresa (segundo por la izda.), durante la excusión a través de la senda que recorre los chopos cabeceros. MA

Pedro Pérez Boned y Bucardo Folk Aragonés, nombrados Amigos del Chopo Cabecero

Cuevas de Almudén acogió la jornada destinada a difundir esta parte del patrimonio cultural
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Tras el parón provocado por la pandemia la localidad de Cuevas de Almudén acogió ayer la duodécima edición de la Fiesta del Chopo Cabecero, una jornada que se organiza para difundir un patrimonio cultural, histórico y paisajístico de primer orden, el chopo cabecero, y que tras más de una década de trabajo por parte del Centro de Estudios del Jiloca o el Parque Cultural del Chopo Cabecero es cada vez más conocida popularmente.

Además de un paseo por las choperas de Cuevas y por el Caño, la galería subterránea de casi 100 metros que se excavó a finales del XIX para la captación de agua, las más de 300 personas que acudieron a la cita pudieron ver una exhibición de escamonda a cargo de Herminio Santafé y de la entrega de los Premios Amigo del Chopo Cabecero.

El periodista de DIARIO DE TERUEL Pedro Pérez Boned se mostró “abrumado” por la distinción “Para mí es muy importante y estoy muy agradecido. Pero creo que no me lo merezco, porque contar lo que ocurre es simplemente el trabajo que tenemos los periodistas”, dijo. “En este caso DIARIO DE TERUEL ha respaldado siempre todas las iniciativas del  parque cultural y del Centro de Estudios del Jiloca con la recuperación del chopo cabecero, que hace años estaba abandonado y a punto de desaparecer, y gracias a todas ellas se está recuperando”.

También recogió el título Amigo del Chopo Cabecero 2021, aplazado por la pandemia, la agrupación musical Bucardo Folk Aragonés, que lleva seis años amenizando la fiesta del chopo y que depende de la asociación cultural Bente d’Abiento. En su nombre, Anchels Forcén y  Concha Elías agradecieron el gesto, y renovaron el vínculo de la asociación con el chopo cabecero “en cuanto a que es una manifestación muy importante de la cultural de una parte de Aragón”.

Esta jornada de algún modo es el broche de oro del trabajo anual que se realizada divulgar el patrimonio cultural, natural e histórico que surge al calor de la escamonda del chopo cabecero, una actividad agropecuaria que se realizó en buena parte de la Ibérica turolense, desde finales del XVIII que se sepa - probablemente antes- y que ha conformado un paisaje antropizado endémico en algunas zonas de Teruel.

“Estos árboles tienen sentido porque proporcionaron recursos madereros en territorios duros y deforestados, donde los bosques de robles o pinos habían desaparecido hace siglos, y donde además era imprescindible combinar estos aprovechamientos madereros con la actividad de la ganadería”, explicaba ayer Chabier de Jaime, profesor de Biología y Geología, miembro del Centro de Estudios del Jiloca y director del Parque Cultural del Chopo Cabecero.

La forma peculiar del chopo cabecero, en forma de puño con un nudo abultado de donde nacen las ramas, se debe a la escamonda periódica. Esto es la poda regular de las grandes ramas, que se utilizaban como vigas y fustes para la construcción de edificios. Se realizaba a una altura de entre dos y tres metros del suelo, para que el ganado no pudiera comerse los nuevos rebrotes. “Fue una forma muy inteligente de hacer compatibles el aprovechamiento de la madera con la actividad ganadera, imprescindible en la zona para subsistir”, explica Chabier de Jaime. “De esta forma asegurabas la producción de madera periódicamente sin tener que cerrar a los pastos las zonas donde crecían los árboles, que además al estar en la ribera eran muy productivas. Si cortabas los árboles a ras de suelo hubieras tenido que replantarlos, y acotar la zona al ganado durante varios años para asegurar su crecimiento”.

Cada chopo era podado en turnos aproximados de quince años, que es lo que tardan las ramas en alcanzar el diámetro necesario para utilizarla como viga en la construcción. Y esta práctica durante siglos ha demostrado que tiene grandes ventajas desde el punto de vista biológico.

Por un lado la poda regular hace que los chopos alcancen fácilmente la longevidad máxima de la especie. No es habitual encontrar chopos de 150 años pero entre los cabeceros de los valles turolenses se han catalogado ejemplares que superan incluso los dos siglos de edad, como se publicó recientemente en un estudio . “Con la particularidad de que el árbol tiene un tronco viejo y resistente, pero las ramas son jóvenes y vigorosas, de quince años como máximo”.

Numerosas personas de todas las edades participaron en una plantada de chopos. MA

Otra de las ventajas es que el chopo cabecero mantiene el ecosistema de insectos y coleópteros “muy exigentes” habituados a bosques viejos, en cuanto a que requieren madera muerta, humedad y unas condiciones muy concretas, que de otro modo se habrían perdido en la zona al no existir otro tipo de bosque antiguo.

El aprovechamiento más habitual que proporcionaron los chopos cabeceros fue las vigas y la madera para la construcción, absolutamente vital en una zona con pocos o ningún otro tipo de bosque. Pero también se aprovechó la madera para leña y combustible. Aunque el poder calorífico de la madera de chopo no es tan alto como otros, en la zona no podían encontrarse carrascas o pinares y era necesario una fuente importante de combustible para los hogares que permitiera pasar el frío invierno.

De Jaime explica un tercer uso que tradicionalmente tuvieron estos árboles: “En algunas zonas, como el Maestrazgo o el Moncayo principalmente, también tenía usos forrajeros, y se cortaban las ramas pequeñas en septiembre, antes de que perdieran la hoja, para dar de comer al ganado”.

Actividad en declive

Pese a los precios que están alcanzando la electricidad y el gasóleo, ni la madera es un combustible industrial ni las vigas se construyen ya con ese material. La explotación económica de la escamonda dejó de ser rentable hace ya muchas décadas, pero se hace necesario mantener las escamondas, no solo para conservar el paisaje característico de la zona, sino para mantener con vida a los propios árboles.

“Si un chopo pasa el ciclo de quince años y no se poda mediante la escamonda entra en crisis y termina muriendo”, explica De Jaime. “Es uno de los problemas y retos difíciles que tenemos ante nosotros”.

El periodista Pedro Pérez fue nombrado Amigo del Chopo Cabecero 2021. MA

Y lo de mantener el paisaje tiene su importancia, porque el chopo cabecero como arbol trasmocho es casi un endemismo en buena parte de la provincia de Teruel -con algunas excepciones en España, de mucha menor entidad por tamaño y concentración-. Árboles trasmochos -árboles que se podan a cierta altura del suelo de forma periódica para aprovechar sus ramas- hay muchos por toda Europa. Hayas, sauces, robles, fresnos, serbales, castaños... este tipo de aprovechamiento ha sido común por toda Europa y se mantienen hoy en día pese a que ya no son rentables, por una cuestión histórica, cultural e identitaria. Pero lo llamativo es que los chopos trasmochos son muy poco habituales, siendo casi un endemismo en la Ibérica, “lo que llama mucho la atención teniendo en cuenta que la especie de chopo, el álamo negro, es muy común en Europa”, explica Chabier de Jaime. “Por eso lo que tenemos es una cultura propia y una especie que genera un paisaje especial. Esto es lo que hace al chopo cabecero muy singular e interesante”.

No se sabe a ciencia cierta a qué se debe esto. “Tal vez porque en este territorio no había otras especies madereras bien adaptadas y se optó por hacer trasmochos lo que tenían a mano, que en este caso era el álamo negro”.

Con documentos en la mano puede asegurarse que la actividad de la escamonda se realiza desde finales XVIII, aunque los especialistas están convencidos de que esta actividad agropecuaria se realizaba desde mucho antes, quizá desdel el siglo XVI.

Explotación respetuosa

Desde el parque cultural del Chopo Cabecero, el Centro de Estudios del Jiloca, asociaciones culturales y otras instituciones se está haciendo un esfuerzo por, reconocida esta singularidad, darla a conocer, investigar e incluso explotarla turísticamente “porque los paisajes propios que genera son impresionantes, durante todo el año pero especialmente en otoño”. “Estamos empezando a comprender que tenemos un patrimonio único y especial”, asegura De Jaime. Dos de las referencias bibliográficas sobre el tema son El chopo cabecero en el sur de Aragón. La identidad de un paisaje, escrito por De Jaime y Fernando Herrero, que también estuvo ayer en la jornada, y la propia tesis doctoral en Geografía de Chabier de Jaime,  con un carácter mucho más académico.

Un recurso casi estratégico

Se da la circunstancia de que Cuevas de Almudén no pertenece al Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra, que comprende las localidades de Ababuj, Aguilar del Alfambra, Allepuz, Camarillas, Cedrillas, Galve, Gúdar, Jorcas, Monteagudo del Castillo y El Pobo.

Pero lo cierto es que chopos trasmochos los hay por casi toda la provincia, lo que hace que su aprovechamiento como recurso turístico para los amantes del senderismo sea muy descentralizado. “Es un recurso casi estratégico, que tenemos que empezar a gestionar, difundir y aprovechar  de forma respetuosa y sostenible para no matar la gallina de los huevos de oro”, afirma De Jaime.

De hecho este año el lema de la Fiesta del Chopo Cabecero era Otoño Único, como referencia al paisaje extraordinario que puede verse en un paseo por una de estas choperas centenarias que la actividad humana ha moldeado durante siglos.

En opinión del alcalde de Cuevas de Almudén, José Luis Gresa, la jornada de ayer fue, de entrada, “el punto y final a la pandemia, porque esto lo íbamos a hacer hace dos años”, y por otro lado “un día importante para el pueblo, porque tenemos a más de 300 personas aquí conociendo el entorno de nuestro pueblo que merece mucho la pena”. Gresa explicó que aunque en el pueblo todavía hay gente que realiza la escamonda, ya nadie lo hace de forma profesional porque hace años que dejó de ser rentable. “Las intervenciones las suele hacer el propietario, y en las zonas comunes del pueblo el Ayuntamiento mantendrá las podas porque de otro modo se perderá este patrimonio”.

Concha Elías (izda.) y Anchels Forcén, de Bucardo Folk, premiada en 2021.MA

Durante la jornada de ayer también se hicieron públicos los ganadores del VII Concurso Fotográfico sobre el Chopo Cabecero que organiza el Centro de Estudios del Jiloca, cuyas fotografías se expusieron. Ernesto Pastor ganó el primer premio con la fotografía silencio, tomada en Galve; María Laura Jorge fue segunda, con Biofilia, tomada en Calamocha;  y Agustín Catalán fue tercero con la imagen Verdes veraneantes, tomada en Martín del Río. Por su parte Juanjo Marqués, Alberto Novellón y el propio Ernesto Pastor obtuvieron sendos accésit.

Además hubo una comida popular para trescientas personas y la música de Bucardo Folk Aragonés, Isabel Marco y los Rockanrolas y Azero, que pusieron el broche de oro a la jornada.

Organizaron el Ayuntamiento de Cuevas de Almudén, el Centro de Estudios del Jiloca y la Asociación Traudes, con la colaboración de la Comarca Cuencas Mineras, Parque Cultural del Maestrazgo -al que pertenece Cuevas-, Geoparque Maestrazgo, CEA Itaca, VoluntaRíos, CRA Pablo Antonio Crespo y Vivero de Santa Eulalia.

La escamonda, una actividad que lucha por subsistir

Uno de los momentos más espectaculares de la jornada llegó de la mano de Herminio Santafé, que realizó la escamonda de dos grandes chopos ante un nutrido público. Santafé, vecino de Gúdar, es una de las pocas personas que siguen dedicándose profesionalmente a la escamonda -actividad que simultanea con otras-. Para este especialista, lo más complejo a la hora de abordar un chopo cabecero es la seguridad, ya que caer del arbol o el golpe de una de las grandes ramas podría ser fatal. “Hay que saber cómo y en qué orden tienes que cortarlas, para dirigirlas hacia donde quieres”. Herminio Santafé admite que en más de una ocasión ha tenido algún susto gordo. “Cuando cortas tres o cuatro árboles en plan exhibición eliges los fáciles y los que mejor se van a ver” explica. “Pero cuando se trata de hacer la escamonda porque toca tienes que cortarlos todos, y alguno, por cómo está situado y la forma que tiene, te lo pone muy difícil”.