

Rubvinos se alía, un año más, con los pequeños productores para impulsar sus genuinos caldos
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Desde un vino que se llama Mecànic porque la viña de la que se obtienen las uvas pertenece al mecánico del Sant Feliu de Buixalleu, el pueblo de Girona donde está la bodega, hasta otros elaborados a partir de uvas pasificadas que se recogen en septiembre y se dejan reposar hasta casi Navidad en cajas en Valltellina, en el Valle de la Lombardía italiana, en la IV edición de Rubvinos han tomado parte las creaciones de 18 bodegas, a cada cual más sorprendente. Forman parte de un territorio al que intentan sacar el mayor partido a través de propuestas diferentes, delicadas, hechas con mimo y para las que buscan distribuidores con los que llegar a clientes que las valoren.
Caldos como el Ojo Gallo, que está a medio camino entre el clarete y el tinto, se elabora en Cintruénigo, Navarra, y es un homenaje a los ancestros y al vino que se hacía antaño, compartía este lunes espacio en la ermita de Los Mártires de Rubielos de Mora con otros llegados de Chile, la Borgoña francesa o Calatayud, en Zaragoza, donde Cuevas de Arom ha apostado por hacer un producto únicamente con las garnachas centenarias de la zona. A ellos se suman otras propuestas singulares, como el que se hace en Cretas con crianza en ánforas de gres para que la variedad Syrah desarrolle su propia personalidad, sin matices externos.
Cada vez se bebe menos vino, pero de mayor calidad y los consumidores buscan sorprenderse con las propuestas de las bodegas. Por eso, tanto productores como distribuidores o restauradores valoran de manera positiva ferias como Rubvinos, ya plenamente consolidada. El certamen selecciona opciones vitivinícolas alejadas de los circuitos comerciales, pero que pueden sorprender al consumidor, y no sólo por el aroma y sabor de esos caldos, sino por toda la historia que hay detrás de esas botellas, muchas numeradas y de ediciones limitadas.
En total, hasta la ermita de Los Mártires se desplazaron este lunes unas 160 personas, todas ellas profesionales del sector de la hostelería o la distribución, además de sumilleres y periodistas especializados. Para facilitar el acceso, la organización fletó un autobús desde Teruel, otro desde Valencia y un tercero de Zaragoza.
Los impulsores de Rubvinos destacaron que en las cuatro ediciones realizadas se ha notado un gran aumento en la participación de los profesionales. Además, como apuntó Pablo Ministro, responsable de la feria, cada año seleccionan bodegas nuevas, una fórmula que comparó con la de un festival de música, donde no se repite cartel, salvo la bodega de Rubielos de Mora, Rubus, que para eso es la anfitriona. “En estos cuatro años la feria ha ido evolucionando muy bien, nos sorprende que cada año la participación del público valenciano va en aumento, llegan más profesionales de allí que desde Teruel, que está más cerca”, expuso.

Los asistentes reciben a la entrada a la ermita una copa para que puedan ir catando los diferentes caldos de las bodegas que hay distribuidas tanto por el interior del antiguo templo como por los porches del mismo. Además, los asistentes degustaron Jamón de Teruel Denominación de Origen al corte y cecina de Wagyu.
Entre los distribuidores estaba Mariano Werner, que este año acudió a Rubielos para presentar Casa Marín, una bodega del Valle de San Antonio de Chile cuyos caldos están marcados por la influencia de las corrientes frías del pacífico. La acidez muy alta, derivada del tipo de suelo y la influencia del mar, se suma a la mineralidad de una propuesta que ya cuenta con cierta aceptación en España, puesto que tiene canales de distribución en Cataluña y la Comunidad Valenciana. Sin embargo, Werner reconocía que el español no es un mercado fácil para los vinos “del nuevo mundo” puesto que los nacionales ofrecen una óptima relación calidad precio. Por eso, la participación en certámenes como Rubvinos es fundamental de cara a llegar a un público que quiere matices diferentes: “Esta feria esta muy bien, el año pasado acudí con una bodega argentina y haces muchos contactos”, aportó.
También del extranjero era la bodega Barbacán, en Valltellina, del Valle de Lombardía en el norte de Italia, donde elaboran vinos con la variedad Nebbiolo, que en la zona se conoce como Chiavennasca. El cultivo es complicado porque se desarrolla en un terreno muy húmedo, un valle metido en Los Alpes que se cultiva en terrazas con filas paralelas a la pendiente, de forma que el viento pueda crear una corriente entre ellas y secarlas cuando llueve, porque los hongos son la principal amenaza de esas parras, indicó Alba Cardona, que es la importadora en España. Define el vino como “muy profundo, muy austero” y que extrae “mucho del suelo” en el que se cría. Para Carmona las ferias son un importante punto de encuentro entre el sector profesional y “ayudan a crear ese vínculo”, dijo.

Marta Puparelli es la propietaria, enóloga y comercial de La Vía Líquida, una bodega que lleva junto a su marido, Marc Lecha, en la zona del Montseny, en Girona. Hasta Rubielos llevó la segunda añada de sus vinos, extraídos de unas cepas que estaban dentro del bosque y que llevaban abandonadas un lustro. Los expertos definían este lunes sus caldos como “muy sinceros” y “golosos al paladar” y ella repartía con orgullo su Ví petit, una propuesta con la que rinden homenaje a los que conservaron esas cepas con las que ahora llenan sus barricas. “Es el nombre que les daban a esos vinos pequeños, honestos, sin ninguna pretensión más allá del consumo familiar”, dice. La Vía Líquida tiene ediciones tan limitadas que sólo incluyen 600 botellas, de ahí que el tú a tú con los distribuidores y restauradores que ofrece Rubvinos sea de gran interés para darse a conocer.
Entre el público que paseaba con su copa charlando tranquilamente con productores e importadores estaba Michele Gallana, que es distribuidor en valencia y acudió para obtener información sobre pequeñas bodegas con el objetivo de ofrecer después propuestas diferentes a los hosteleros. Reconoció que se consume menos vino, pero el cliente busca “mayor calidad” y una historia detrás de cada botella. “Cada vez están más interesados en probar cosas nuevas”, dijo. Junto a él estaba Ibelice González, quien expuso que “quieren descubrir cosas pequeñas y cuidadas que se hacen con cariño”. Los hosteleros “poco a poco van educando a sus clientes y le proponen cosas nuevas”, especificó González, mientras Gallana añadió que el interés por descubrir otros caldos va a más, “aunque siempre hay gente que no sale de sus preferencias concretas”.
La jornada profesional del lunes se completó con una sesión para particulares que se desarrolló el domingo por la tarde en la lonja del Ayuntamiento de Rubielos. Allí, en torno a 180 personas tuvieron la oportunidad de degustar diferentes vinos de las 18 bodegas participantes en la IV edición de Rubvinos.

Una viña de Syrah de medio siglo que madura en ánforas de gres
Iban en busca de viñedos de Syrah antiguos y se encontraron con algo más. En Cretas descubrieron una finca con cepas de esta variedad plantadas hace casi medio siglo de antigüedad y decidieron que ese era el lugar idóneo para montar su bodega. Adquirieron los campos hace ahora 8 años y hace uno comenzaron a producir sus primeros vinos, entre los que la estrella es A Maru, un monovarietal de Syrah que se elabora, como el del resto de la empresa, “como se hacía antes, sin que entre la uva a la bodega”, relató Latxa Lazcorreta, que es el que está desarrollando el proyecto de la bodega A Maru de Gasconne junto con Gonzalo Iranzo y Juanvi Alcañiz.
Lazcorreta indicó que los primeros años fueron de búsqueda de esa uva Syrah que querían convertir en la protagonista de sus botellas, que ahora ya han visto la luz. En la finca había una antigua masía que adquirieron y restauraron para convertir en casa rural. Y lo que acabó de animarles a desarrollar el proyecto fue el interés que se estaba gestando en ese momento en la comarca por crear una Denominación de Origen para los vinos que, si llega, será la primera de Teruel para este producto. “Estamos doce bodegas empujando para lograrlo”, especificó.
El hecho de localizar una finca dedicada al monocultivo de Syrah tiene gran importancia porque es una antigüedad elevada para España. “Cuando se plantó la viña no era una variedad de la que se hablase”, destacó. La compra de la finca fue evolucionando hacia la creación de la bodega, “que se ha hecho a medida”, relató Latxa Lazcorreta. Además del A Maru tinto, tienen otro vino, Pousolé, que es rosado. Ambos hacen la crianza en ánforas de gres, que posibilitan una microoxidación inferior a la que aporta la barrica de madera, que da muchos más matices. “La ánfora lo profundiza, da mucha verdad del vino”, especificó el responsable de A Maru de Gasconne, quien apuntó que a variedad Syrah tiene una gran personalidad y cuerpo, por lo que necesita tiempo para evolucionar.
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