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Seminario de fotoperiodismo de Albarracín: el semillero de los Premios Nacionales de Fotografía del futuro Seminario de fotoperiodismo de Albarracín: el semillero de los Premios Nacionales de Fotografía del futuro
Varios fotógrafos captan la salida de Leopoldo Pomes del Palacio de Congresos de Albarracín en el año 2008. Josep García

Seminario de fotoperiodismo de Albarracín: el semillero de los Premios Nacionales de Fotografía del futuro

Allí se citan los grandes de la fotografía española y también los que repuntan en un mundillo en el que todos los consejos son bienvenidos
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Cruz Aguilar

“Los Premios Nacionales de Fotografía del año 2030 tendrán sabor a Albarracín”. Lo dice el reportero Gervasio Sánchez, que lleva 19 años organizando en la localidad el curso de Fotografía y Periodismo, un vivero de nuevos talentos en el que los que dan sus primeros pasos se mezclan con los profesionales que ya no necesitan impulso alguno, pero siguen aprendiendo, a través de las generaciones más jóvenes, nuevas formas de mirar. 

Las cifras de los 19 años de seminario son de vértigo, con un total de 222 ponentes y 3.225 personas inscritas entre los años 2001 y 2018. Hasta el pasado año se entregaron 107 becas Albarracín, 3 becas DKV Seguros y otras 3 de EFTI, el Centro Internacional de Fotografía y Cine. A esos datos hay que sumar las 130 personas –profesores y alumnos– que estos días enfocan sobre Albarracín durante la celebración de la XIX edición del Seminario, que concluye este martes.

Por él han pasado prácticamente todos los Premios Nacionales de Fotografía, como Cristina García Rodero, Joan Fontcuberta, Ouka Leele, Alberto García Alix, Isabel Muñoz, Eugeni Forcano o Rafael Sanz Lobato, entre otros muchos. Pero no es que Gervasio Sánchez vaya a tiro hecho con los premiados. porque muchos de ellos han recogido el galardón después de pasar por la Ciudad de los Azagra. Este año mismo Montserrat Soto ha dado una charla en Albarracín justo un día después de hacerse  público el fallo: “Cuando me llamaron estaba haciendo la maleta”, reconocía el sábado durante su intervención en el Palacio de Congresos.

Las experiencias de los pesos pesados, narradas en primera persona, han sido una herramienta fundamental para los alumnos, que han tenido oportunidad de acercarse, en estos 19 años, a todas las especialidades del sector, desde la fotografía documental al retrato, a la imagen comercial o a la conceptual. “En la lista que hacen los alumnos con los nombres de los profesionales que les gustaría ver en Albarracín al año siguiente la mayoría ponen a gente que ya ha estado”, comenta Sánchez. Otra de las premisas es no repetir ponentes, salvo en ocasiones especiales, como en la X edición del curso, celebrada en 2010. 

Gran currículo

El gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, resalta la idea del cuidado con el que se eligen a los ponentes, entre los que hay tanto profesionales muy reconocidos como otros que “no son tan mediáticos pero tienen un gran currículo”. 

La batuta de todo el entramado la lleva Gervasio Sánchez, también Premio Nacional de Fotografía en el año 2009 y que dirige la actividad con ayuda de  la fotoperiodista y profesora universitaria Sandra Balsells. Pero el reportero no se conforma con llevar hasta Albarracín a prácticamente todos los grandes de la fotografía sino que vaticina que “los Premios Nacionales de dentro de unos años saldrán de esta lista”, dice rotundo para pasar a enumerar hasta ocho becarios de diferentes ediciones del seminario turolense. 

“Con esto no quiero decir que sin pasar por aquí no hubieran llegado donde están, pero Albarracín les posibilitó comparar su trabajo con el de otros y sufrir el veredicto de los profesores”, concreta el reportero. Lo de sufrir es literal ya que las exigencias para la concesión de las becas son muy altas y quienes conocen a Gerva, como le llaman sus amigos, saben que no le tiembla el pulso si tiene que dejarlas desiertas, algo que ha hecho en varias ediciones con la ayuda para profesionales.

La prueba de fuego para los becarios llega en el momento de mostrar su trabajo ante sus compañeros en el auditorio de Santa María, algo que hacen en la siguiente edición del seminario, y después tienen libertad para moverlo por donde quieran. 

Eduardo Nave fue uno de los becarios de la primera edición, cuando las Becas Albarracín eran desconocidas para todo el mundo: “A lo largo de estos años han ido cobrando importancia, sirven para el currículo”, dice. Albarracín le marcó tanto que siempre busca hueco en su agenda para acudir. Este año tampoco ha podido –”y ya van tres”, detalla con amargura– porque está montando una exposición colectiva en el Museo Pompidou de Málaga sobre los 50 años de la llegada del hombre a la Luna.

Lurdes Basolí define el seminario como “tres días centrados en la fotografía” y a ella, como a otros muchos de los que llevan la cámara colgada del cuelo al pasear por la Ciudad de los Azagra, les sirve para hacer una inmersión de técnicas, nuevas miradas y experiencias, pero también para incrementar los contactos y compartir inquietudes con otros colegas de una profesión solitaria de por sí. 

La Beca Albarracín fue uno de los reconocimientos importantes para Basolí, quien apunta que le resultó de mayor relevancia “en lo moral que en el currículo”. Para la fotógrafa, el curso turolense “funciona muy bien a muchos niveles” porque posibilita “conocer a maestros de la fotografía” pero también relacionarse con “profesionales de tu generación”, dice.

Sandra Balsells destaca por su parte la variedad de visiones que se muestran en Albarracín. Precisamente esas aportaciones múltiples son las que, a su juicio, “enriquecen el seminario”.

 La principal ayuda que reciben los asistentes al seminario, es que aprenden “a organizar el trabajo”, dice Balsells. En este aspecto el director de la actividad añade por su parte que si “con 20 años hubiera tenido un par de ediciones de Albarracín hubiera avanzado una década”, mientras que así fue progresando “dando saltos hacia adelante y hacia atrás”, lamenta. Sánchez también se refiere al precio del curso –poco más de 100 euros– para asegurar que es económico: “¿Sabes lo que tienes que pagar en PhotoEspaña para que alguien evalúe tu trabajo durante cinco minutos?”, recalca.

Para muchos jovenes “ha servido de escuela”, comenta el gerente de la Fundación Santa María, quien añade que en la colección de la entidad hay imágenes tomadas por algunos profesionales que ahora tienen un gran prestigio y que las han donado “porque querían que quedase testimonio de que aquí fue su despertar en la fotografía”, relata.

Pero si los que estaban empezando tienen Albarracín en un altar, también para los consagrados es un referente por el “subidón de energía” que supone el contacto con la gente más joven que llega con ganas y empuje. Uno de los que disfrutó de ese contacto fue Leopoldo Pomes, fallecido en agosto de este año, pocos meses después de recibir el Premio Nacional de Fotografía 2018, y que compartió aula y conocimientos con un centenar de fotógrafos en Albarracín en 2008. 

Albarracín da la talla año tras año y algunos de los fieles ni siquiera se leen el programa antes de inscribirse porque confían en los organizadores. “La gente está entregada, empalma tres conferencias sin pestañear”, relata Sandra Balsells. 

“Es una inmersión en fotografía”, dice Antonio Jiménez, quien destaca que si no fuera porque los profesores tienen que valorar los trabajos de cara a la beca y durante una tarde no hay actividad, los alumnos no tendrían ni un hueco libre para poder visitar la ciudad.

También el nivel de los trabajos que entregan para competir por las becas es alto ya que se preseleccionan en torno a una treintena de portfolios. Los ganadores deben pasar la criba y ser elegidos por varios fotógrafos profesionales, que son los que componen el jurado. 

Los becados están pletóricos porque saben que es una gran oportunidad, pero los que se quedan a las puertas sienten la decepción en sus propias carnes y “hay gente que incluso llora porque no ha pasado su trabajo”, dice Balsells. En esos casos siempre tienen oportunidad de presentar otro en una nueva convocatoria, porque la fotografía en Albarracín tiene carrete para rato.