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Si algo tienen los “buenos pueblos” es la memoria y Gea dignifica su pasado morisco con una recreación Si algo tienen los “buenos pueblos” es la memoria y Gea dignifica su pasado morisco con una recreación
El capitán Mejía, en primer plano, se ocupa de dirigir la comitiva de los expulsados fuera de la villa

Si algo tienen los “buenos pueblos” es la memoria y Gea dignifica su pasado morisco con una recreación

La villa tenía 2.083 conversos en 1610 y se quedó con una población de apenas un centenar tras el destierro
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Cruz Aguilar

“Si algo tienen los buenos pueblos es la memoria” y desde luego Gea, Exea, la tiene. De allí partieron de manera forzosa 2.083 moriscos en agosto del año 1610. Fueron los últimos de España y de los últimos de Aragón en ser expulsados y en la comitiva, que se dirigía al puerto de los Alfaques, en Tarragona, había también otros de Bezas, Ejulve, Cella, Castellote o Aguaviva. Gea se quedó prácticamente desierta, con apenas un centenar de vecinos, y precisamente ese gran peso de la población morisca es el que les dio fuerza para aguantar hasta el final. “Dentro de unos años nadie se acordará de quién vivía en estas casas o quién trabajaba en los campos, no habrá rastro de los Cavero, los Rabosa, los Alcaicín o los Belvís”, declamaba uno de los actores en la última escena de la representación. Pero se equivocaba. En Gea sí recuerdan su pasado, al menos una vez al año con una fiesta donde teatro, música y jolgorio se entremezclan con los trajes del siglo XVII en la Recreación de la Expulsión de los Moriscos, que este año cumple su edición número XIV.

Los geanos no se inventan nada a la hora de recrear su pasado puesto que desde los apellidos hasta las costumbres de las que se hablan en las representaciones están sacadas de una tesis doctoral realizada en la Universidad de Valencia por el historiador Francisco José Cantos Valverde en el año 2018.

En realidad los moriscos o musulmanes conversos de Exea sabían lo que se les avecinaba porque fueron los últimos expulsados, después de los de otros lugares como Castilla o Andalucía. Sin embargo, en la ficción los actores reciben el edicto con sorpresa y las últimas escenas están llenas de un dramatismo que sin duda no faltó en el siglo XVII, cuando centenares de familias se vieron despojadas de todo lo que no se podían llevar en un hato. “Que la tierra que nos robáis quede tan yerma como los vientres de vuestras esposas”, les desea una de las moriscas a los cristianos viejos, el clero y la guardia real a los que se enfrenta antes de partir.

Hasta Gea llegó el capitán Mejía, interpretado por Adrián Cercós, para materializar el encargo del rey de expulsar a los moriscos. “Es un personaje muy fuerte y en la escena hay varios momentos muy violentos, hay que tener en cuenta que la villa estuvo sitiada desde que se promulgó el edicto hasta la partida para evitar la huida”, relataba antes de que comenzara la representación.

Aunque Adrián Cercós lleva ya tres años interpretando al capitán Mejía y también ha actuado en Las Bodas de Isabel de Segura, reconoce que “la presión” a la hora de salir al escenario no decae: “Haya más o menos gente tienes que darlo todo porque el público espera algo bien hecho, da igual dónde lo hagas”, indica.

Y es que Gea de Albarracín sirve a muchos de los actores de Las Bodas de Isabel para adquirir confianza sobre el escenario porque la dirección de la Expulsión de los Moriscos corre a cargo de Marian Pueo, que es también la que se ocupa de que Diego de Marcilla e Isabel de Segura sean creíbles en escena cada mes de febrero. La escenógrafa relata que la representación de Gea “es una gozada porque está todo documentado”, aunque reconoce que recurren a la ficción para darle mayor dramatismo y atractivo, pero “hasta los nombres son reales”, justifica.

Salomé Abril interpretando el Lamento de las Morenillas en Gea
Representación de una de las farsas el sábado por la tarde en la plaza Mayor de Gea. Carolina Benavente
La comitiva, camino del destierro con sus hatos y pertenencias
Lucha de espadas en la plaza de Gea entre un morisco y el capitán Mejía
Tres niños ataviados con sus trajes a la moda del siglo XVII, en Gea de Albarracín

Cada año se repiten dos de las escenas, la lectura del edicto y la de la expulsión, aunque de vez en cuando su autor, Javier Aviñó, que es de Gea, introduce algunos cambios. Reconoce que se inspira en la tesis doctoral de Cantos para los detalles de las escenas, ya que en ella se recogen numerosos datos sobre la vida cotidiana, como la forma en que se celebraban las bodas entres moriscos y cristianos viejos o cómo lavaban a los muertos. Aviñó plantea que el destierro supuso dejar a Gea sin gente y que fue repoblado con cristianos de Castilla y Navarra, de ahí los numerosos apellidos con origen en las regiones del norte de España como Isarría o Navarro: “Era un pueblo totalmente morisco y eso nos da mucho juego en las representaciones”, relata el autor de los guiones de las principales escenas.

Antonio Soriano y Tomás Licer son guardias del rey desde hace tres años y, aunque ni siquiera tienen diálogo, están muy orgullosos con su papel y aseguran que, pese a ser “secundarios, todo el mundo se hace fotos” con ellos por sus llamativos trajes, el sombrero y las lanzas.

La recreación ya forma parte del calendario festivo de Gea de Albarracín y reúne a decenas de personas vinculadas al pueblo y otras que acuden desde lugares cercanos. Antonio Hernández es el tesorero de la Asociación El Solanar, que es la que impulsa la celebración, y encarna, desde hace 14 años, el papel de alguacil. Indica que se trata de una festividad “muy familiar” que ayuda a dinamizar el mes de julio. “Nos reunimos en la calle y hay un ambiente muy chulo, de confraternizar”, comenta.

Las representaciones se han alternado durante todo el fin de semana con actuaciones musicales, taller y un mercadillo con puestos de artesanía.