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‘Después de la señal’, una utopía pandémica escrita a cuatro manos: los turolenses Javier Polo y su hija Marta acaban de publicar una novela inspirada en la Covid ‘Después de la señal’, una utopía pandémica escrita a cuatro manos: los turolenses Javier Polo y su hija Marta acaban de publicar una novela inspirada en la Covid
Javier Polo y su hija Marta, autores de ‘Después de la señal’

‘Después de la señal’, una utopía pandémica escrita a cuatro manos: los turolenses Javier Polo y su hija Marta acaban de publicar una novela inspirada en la Covid

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Después de la señal es una novela distópica inspirada por el coronavirus que estamos viviendo, y además es un libro que, con la tontería, aprovecha para poner los diez dedos en sendas llagas y tirar de lo políticamente incorrecto para construir una crítica personal sobre los mil y un asuntos que han pasado por nuestras cabezas durante el confinamiento y la pandemia. También, y no necesariamente por este orden, es un ejercicio literario que ha unido a un turolense, Javier Polo, y a su hija Marta de 13 años, que a modo de escritor y editora han construido una original y significativa obra en muy pocas semanas. Una de esas que, dentro de algún tiempo, llamaremos hijas de la pandemia. 

Durante el confinamiento de la pasada primavera Javier le planteó a su hija en qué podrían aprovechar el tiempo juntos. “Marta  me propuso escribir y publicar una novela entre los dos, pero enseguida vi que no era práctico escribirla a medias”, explica el autor. Javier Polo lleva años escribiendo cuentos para los cumpleaños de su hija. Han intentado escribir alguno a medias, “pero es terrible cuando tu hija escribe dos páginas y te echa por tierra toda la línea argumental que tenías pensada... y supongo que ella piensa lo mismo de mí”, recuerda entre risas. 

Así que Javier asumió la tarea de escribir él solo la novela pero, para reenganchar a Marta al proyecto, un día durante el desayuno le plantó el portátil entre las magdalenas y le pidió que leyera lo que llevaba escrito. “Este párrafo se hace bola”, fue una de las primeras cosas que le contestó Marta. Su padre quitó algún adjetivo, eliminó alguna subordinada y le dio un poco de aire al parrafito de marras. Y a partir de ahí Marta se convirtió en el filtro, la correctora y la editora de Después de la señal conforme este iba creándose. O la beta tester, que dirían los modernos. 

La intergeneracionalidad –seguro que Marta odia esta palabra– de la novela se traduce, entre otras cosas, en que es un libro escrito para adultos y para jóvenes. La novela plantea una historia con tintes surrealistas y distópicos inspirada por el confinamiento, con elementos de crítica social y política a diestro y siniestro. “Pero utiliza un lenguaje muy asequible y no resulta densa”, explica Javier, “porque aunque Marta es muy lectora en cuanto veía un párrafo o una idea demasiado compleja o farragosa lo cambiábamos, dividiéndola o quitándole algo”. 

Y en lo personal Javier Polo tiene claro que, aunque asegura que estuvo más de doce horas al día escribiendo en el portátil durante muchas de las jornadas del confinamiento, “ha sido una experiencia maravillosa que me ha unido más a mi hija, y que me ha hecho descubrir algunas cosas bonitas de nosotros o de la gente que tengo alrededor”. Es uno de esos proyectos en los que “lo bonito no es el resultado final, sino el trayecto”. 

Para Marta Polo, editora y coautora, la experiencia ha sido todo un aprendizaje que le ha servido “para poner en práctica lo que he aprendido en lengua, para ver diferentes formas de redactar las cosas y para aprender a buscar rápidamente expresiones y palabras sinónimas para hacer la lectura más amena”, subraya.

“Además han salido ratos muy divertidos del tiempo que he compartido con mi padre”, explica Marta. “Después de leer algunos párrafos nos pegábamos riendo minutos enteros; cuando no entendía algo me padre me lo explicaba y ampliaba mi vocabulario; y cuando no me gustaba la redacción hacíamos juntos retoques hasta tener algo que pudiera gustarle a mayores y jóvenes”. 

Marta asegura que la novela “aparte de estar publicada, ya forma parte de nuestras vidas”, porque, aún hoy en día y haciendo referencias a Después de la señal, “cada vez que por la tele sale el Palacio de la Moncloa nos gritamos el uno al otro: ‘¡Mira! El Palacio de la Mona Cloa’ y a los ministros les llamamos Mifistros”. Para entender estas bromas y otras muchas tan surrealistas o más, no queda otra que leerse la novela. 

Lectores

Después de la señal ha sido autopublicada en Circulo Rojo y sus autores quizá realicen algún acto de presentación oficial cuando la pandemia remita y sea apropiado hacerlo. Pero eso no significa que, entre amigos y familiares, el libro ya tenga lectores y algunos incondicionales.

“Pensé que tras tener el libro publicado el proceso estaba culminado pero qué va”, explica Polo. “Lo que vino después ha sido una de las mejores experiencias de mi vida”. El turolense destaca que “hay tanta gente que me ha asegurado disfrutar con la lectura que tengo la sensación de haber juntado a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a mi familia, a los amigos de mis amigos y a los amigos de mis familiares y haber hecho una gran fiesta en la que, al terminar, casi todo el mundo se lo ha pasado bien”. “¿Quién no repetiría algo así?”, se pregunta Javier Polo ante la posibilidad de plantear una segunda parte o una nueva novela a cuatro  manos. 

Entre quienes ya han leído la novela, Polo distingue los glotones que se la han leído en pocas horas –”son como esos invitados que no te dicen que la comida está bueno, sino directamente que quieren repetir”–, los entusiastas, –”me encanta que me cuentan la novela entusiasmados, como si yo no la hubiese leído”–, y los llorones, –”con los que gracias, a que me pidieron dedicarles el libro, he podido volver a juntarme con ellos y compartir”–. 

Y casi todos ellos comparten algo; que Después de la señal, como casi ninguna novela, dista mucho de ser inocente. Ni falta que le hace. La historia escrita por el ficticio Jo Lee Myors sobre Sebastián, Guzmán, la perra Lai o la protagonista, que lo tiene todo menos nombre, esconde mucho más de lo que parece. En realidad no esconde nada, lo muestra sin timidez, pero bien embadurnado de humor absurdo y paródico. Cómo Javier Polo explica en su blog, “debo asegurar, con la misma certeza de que el apellido Stalin no aparece en Rebelión en la granja, que todos los paisajes, personajes, escenas y parásitos que aparecen en la novela son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. O no.