Síguenos
“El sentido del humor fue lo que mantuvo con vida a mi abuelo en el horror de Mauthausen” “El sentido del humor fue lo que mantuvo con vida a mi abuelo en el horror de Mauthausen”
‘La voz de mi abuelo’ es un montaje poco convencional inspirado en la vida de Manuel Díaz Barranco, un gaditano que pasó cinco años encerrado en Mauthausen. Rubén Díaz de Greñu

“El sentido del humor fue lo que mantuvo con vida a mi abuelo en el horror de Mauthausen”

Trajín Teatro lleva ‘La voz de mi abuelo’ a Alcañiz durante la conmemoración del bombardeo de 1938
banner click 244 banner 244
Después de unas 130 funciones por toda España, Trajín Teatro lleva a Alcañiz La voz de mi abuelo, un montaje escénico que parte de la historia de Manuel Díaz Barranco, un gaditano que sobrevivió cinco años en el campo de concentración de Mauthausen (Austria), para contar una historia universal sobre horror y muerte, pero también sobre humanidad, resiliencia, solidaridad, vida, amor y humor.

Podrá verse en el Teatro Municipal de Alcañiz el sábado 11 de marzo (20 horas) en el contexto de las jornadas en memoria de las víctimas del bombardeo sobre la localidad turolense del 3 de marzo de 1938.

La obra está creada entre la dramaturga Pilar G. Almansa y la actriz malagueña Inma González, nieta del propio Manuel, que conoció su periplo por la Guerra Civil, la II Guerra Mundial y el campo de concentración, cuando su madre le entregó unas cintas con su historia grabada. González no conoció la historia directamente porque no se crió con su abuelo porque éste se había afincado en Francia, buscando aires más democráticos, después de regresar por unos años a España donde nació su hija, la madre de la actriz. “Mi abuelo habló bastante poco sobre su experiencia, aunque durante los últimos años de su vida (falleció en 2006) sí empezó a abrirse”, explica Inma González. “Cuando yo tenía 25 años mi madre me dio unas cintas donde mi abuelo contaba su historia a unos estudiantes de periodismo, y también se entrevisto con el historiador Benito Bermejo. Entonces comencé a completar el puzzle de su historia que era desconocida para mí, pero mi abuelo ya estaba mayor y cuando íbamos a Francia a verlo no me parecía oportuno sacarle el tema”.

Manuel Díaz cruzó a nado la frontera entre La Línea de la Concepción y Gibraltar, pasó por el ejército Republicano, estuvo en el campo de refugiados de Argelés (Francia), se alistó en los batallones extranjeros de Francia tras la invasión alemana, fue apresado por el ejército nazi, y pasó en Mauthausen cinco años, desde 1940 hasta la liberación por tropas aliadas en 1945. De los 7.200 españoles que pasaron por allí, Manuel se libró de ser uno de los 5.000 que murieron, con la complicidad y el posterior silencio del régimen franquista.

Para la actriz malagueña fue “impactante y revolucionario conocer esa historia, porque además el hermano de mi abuelo también sobrevivió a Mauthausen, y el padre de mi abuela murió allí”. Pero lo que definitivamente la impulsó a crear una dramaturgia que contara su historia fue un catártico viaje que hizo al propio campo de concentración en 2015. “De algún modo me despegué de mi historia familiar y se amplificó. Yo soy muy impulsiva, y en ese momento sentí un irrefrenable impulso de convertirla en un proyecto teatral”.

González buscó una dramaturga, Pilar G. Almansa, para que escribiera la obra. “Tenía tan pegada la historia de mi familia que necesitaba una visión externa más objetiva”, explica la actriz. “No fue algo muy meditado, pero ahora veo que fue un gran acierto. Las dos trabajamos codo con codo para crear la dramaturgia, pero su visión la completó y evitó las resistencias que provocaba en mí algunas cosas por estar hablando de mi abuelo”.

 
Los zapatos vacíos son algunos de los elementos cargados de simbolismo que se despliegan en la puesta de escena de la obra interpretada por Inma González. Rubén Díaz de Greñu



Inma González es la única actriz en escena, pero La voz de mi abuelo, que fue estrenada en 2018, está lejos de ser un simple monólogo o adolecer de una puesta en escena simple. La narración está construida desde la voz de su abuelo, a quien interpreta su nieta en casi todo momento, pero también hay idas y venidas, otros personajes que entran y salen y muchos elementos propios de una dramaturgia muy elaborada pero intuitiva y de fácil comprensión. Se trata de un espectáculo minimalista pero muy completo, con una cuidada simbología en todos y cada uno de los elementos que aparecen sobre el escenario, “que cuentan muchas cosas sobre la historia”.

¿Qué fue lo que hizo que Manuel se mantuviera con vida en aquel matadero situado 140 kilómetros al oeste de Viena? “Fueron muchos factores, desde luego”, explica González. “Pero estoy convencida que uno de los más importantes fue el gran sentido del humor que tenía mi abuelo. Eso y la inconsciencia de la juventud”. La voz de mi abuelo recoge muy bien ese sentido del humor. “Eso hace que, sin que puedas escapar a la dureza de la obra, tengas momentos de respiro y hasta para reírte. Puede parecer paradójico sonreír rodeado de tanta muerte, pero fue una estrategia de supervivencia”.

Entre tanto horror hubo hasta espacio para el amor, ya que Manuel empezó a enamorarse de su futura esposa en Mauthausen, donde conoció a su futuro cuñado. “Y en los recuerdos que él mencionaba en las grabaciones también había espacio para la solidaridad y la humanidad”, asegura González. “Sin apenas poder organizarse se ayudaban entre los españoles, o guardaban algo de comida para quienes estaban más débiles para que sobrevivieran el máximo de compañeros posible...”.

Aunque su abuelo luchó en la Guerra Civil y en la Segunda Guerra Mundial, no tiene claro que fuera un idealista. “Creo que los ideales vinieron después... en un primer momento creo que buscó sobrevivir, como todo el mundo. Su historia empieza al cruzar la frontera a Gibraltar, y lo hace porque ‘en La Línea moría la gente por nada’, como él mismo decía. En la mayor parte de las guerras, creo que la militancia y la ideología llega después”.

A partir de la historia particular de su abuelo, Inma González y Pilar G. Almansa han creado  una historia universal, y concebida para ser divulgada. “Cuando tuve la primera reunión con Pilar le dije que quería una obra para llevar a los institutos”, recuerda la actriz. “Mi abuelo era muy joven cuando estuvo en el campo, y yo quería llegar a los jóvenes como él”. Con esa vocación de partida y un notable valor didáctico e historiográfico, el público de La voz de mi abuelo es absolutamente amplio, “de catorce años para arriba sin problemas”, afirma González.

Y es que “pese a que en los últimos años se van conociendo este tipo de cosas”, todavía hay mucha gente “de todas las edades” que ignora, por ejemplo, que miles de españoles que tuvieron que huir de la España de Franco acabaron sus días en campos nazis. “Hay quien me ha preguntado si mi padre era de religión judía cuando conoce su historia”, afirma la actriz.

El redactor recomienda