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Elena Alonso Frayle: “Los mongoles nunca escribieron su relato conquistador, así que solo nos llegó la versión de los vencidos” Elena Alonso Frayle: “Los mongoles nunca escribieron su relato conquistador, así que solo nos llegó la versión de los vencidos”
Elena Alonso, actualmente afincada en Caracas, admite que el viaje siempre ha estado presente en su literatura

Elena Alonso Frayle: “Los mongoles nunca escribieron su relato conquistador, así que solo nos llegó la versión de los vencidos”

La escritora vasca ganó el III Premio de Literatura Viajera convocado por la editorial turolense DobleUve
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Elena Alonso Frayle es una escritora vasca que, debido a la profesión de su marido, diplomático alemán, ha vivido prácticamente por todo el mundo. Afincada ahora en Caracas (Venezuela), Alonso es la ganadora de la última edición del Premio Eliezer Alantansí sobre literatura viajera que organiza la editorial turolense DobleUve. La obra vencedora, El país más vacio del mundo. Crónica de tres años en Mongolia, es un retrato experiencial de uno de los países más desconocidos, sugerentes y diferentes al nuestro que existen, y en el que sin embargo la escritora vasca ha sabido encontrar una conexión mágica que nos conecta, y que a ella le enamoró de Mongolia. Escrito con un estilo ágil y dinámico, propio de quien ha publicado ya más de media docena de obras, entre novela y recopilación de relatos breves, el libro publicado por DobleUve actualiza el género de la literatura viajera para un público y una época en la que viajar ya está prácticamente al alcance de cualquiera.

-¿Qué narra El país más vacío del mundo? ¿Qué elementos de ficción y qué elementos verídicos utiliza?

-El libro, en principio, da cuenta de los tres años que viví en Mongolia. Pero, como decía Claudio Magris, escribir significa siempre reajustar la realidad; por ello, a partir de determinados episodios, situaciones o personajes, hay algunos momentos en el libro en los que la narración trata de descubrir otros estratos del presente vivido o del pasado imaginado, atisbando fugitivamente lo que pudo ser, dibujando un cuadro reinventado de lo que fue. Por lo demás, es la crónica de lo que vi, lo que viví y lo que aprendí en esos tres años, y trata de ofrecer al lector una reflexión personal sobre todo ello.

-¿Qué fue lo que más le impresionó o le sorprendió durante los más de tres años que estuvo allí?

-Me impresionó esa vacuidad a la que alude el título del libro: el hecho de que durante horas y horas —incluso días y días— pueda uno circular por su territorio sin toparse con un solo ser humano, ni siquiera con un mero vestigio de civilización. Uno se encuentra verdaderamente solo frente a la naturaleza, que en ese país, es de una espectacular belleza.

-¿Fue eso lo que le impulsó precisamente a escribir un libro? ¿Es algo que haya hecho en todos los lugares donde ha vivido?

-La verdad es que hasta ahora no me había aventurado nunca en el género de la crónica de viajes, pero es un hecho que toda mi literatura, también la de ficción, está impregnada de mi biografía, en la que el viaje y el desplazamiento son omnipresentes. Cualquiera que sea el género que abordemos, escribimos, de una forma u otra, sobre lo que vivimos, sobre lo que nos preocupa, sobre lo que nos concierne. En mi caso, esa diversidad geográfica que ha caracterizado mi vida en las últimas décadas anima buena parte de todo lo que he escrito.

-El premio literario Eliezer Alantansí está dedicado precisamente a la novela de viajes, un género que brilló y se consolidó en el XIX pero que hoy en día no es especialmente relevante como género diferenciado... ¿Quizá la democratización del hecho de viajar hace que haya perdido su exotismo?

-Es verdad que el género experimentó su apogeo durante la época colonial, cuando había lectores ansiosos por descubrir lo que ocurría en esos territorios míticos y misteriosos, fuente de proverbiales riquezas y de horizontes desconocidos. Pero, como dices, a partir de los siglos XX y XXI los lectores pueden desplazarse por sí mismos hacia todos esos territorios lejanos, con lo que el género adquiere otra dimensión: ya no se trata tanto de satisfacer una mera curiosidad de sillón, sino de convertirse en guía o inspiración del viajero a través de esos parajes. Al mismo tiempo, el escritor que se dedica a este género sabe que el viajar a esos territorios está ahora al alcance de una buena parte de los lectores, por lo que su escritura ya no se centra tanto en el recuento de aventuras y lances exóticos, sino que se orienta ahora a la reflexión, a la percepción subjetiva de la realidad atisbada.

-A usted ¿le atrae en particular este género, es de la literatura de viajes, como lectora? ¿Y como escritora?

-Sí, soy una gran aficionada a la literatura de viajes, tal vez porque soy una gran aficionada a los viajes. Y, enlazando con la pregunta anterior, el silogismo entonces se completaría afirmando que, ahora que la gente viaja más, también habría más lectores que escogen este género, como ocurre en mi caso. Como escritora, en cambio, y como decía al principio, es la primera vez que publico algo de no ficción que pueda adscribirse a este género, aunque el viaje se halle presente en toda mi literatura.

Portada del libro ganador del concurso convocado por la editorial DobleUve

-En el caso de Mongolia, quizá fueron esos viajes legendarios de la Ruta de la Seda o la naturaleza nómada de sus pueblos los que lo convierten en un lugar tan sugerente y especial, ¿no?

-Yo creo que hay que mencionar sobre todo la figura de Gengis Kan, y el hecho de que en pleno siglo XIII formara el imperio más extenso jamás conocido. Los mongoles nunca escribieron su propio relato de las conquistas, sino que lo que nos ha llegado es la versión de la historia de los vencidos, que transmitieron la leyenda de la ferocidad de las huestes mongolas; en Europa, para bien o para mal, esa imagen fue la que pervivió durante siglos. En realidad, Gengis Kan fue mucho más que un conquistador despiadado, como se muestra en mi libro. Por otra parte, ya en la historia más reciente, el hecho de que Mongolia se convirtiera en la primera república socialista, tras la Unión Soviética, y se cerrara férreamente a casi cualquier contacto con el exterior, también alimentó una imagen mítica de territorio inexpugnable, del que se sabía muy poco. Y ello dispara siempre la curiosidad.

-¿Hasta qué punto es diferente, y hasta qué punto es desconocida Mongolia en nuestro país?

-Durante décadas, como apuntaba, apenas sabíamos nada de este país, encerrado herméticamente en su política de aislamiento, que operaba en ambos sentidos: para los mongoles era muy difícil salir del país, y para los ciudadanos occidentales estaba prohibido entrar en él en casi todos los casos. Se menciona en el libro algo que los lectores de mi generación tal vez recuerden: los pasaportes españoles de los años setenta y ochenta señalaban expresamente que el documento era válido para todos los países del mundo excepto “Albania, República Popular de Corea y Mongolia Exterior”. Ello da cuenta del nivel de cerrazón. Después, a partir de los noventa, la situación cambió: el país se abrió al exterior y hasta el día de hoy ha mantenido su empeño en resistir como un país plural y democrático, lo que le convierte en una valiosa -y vulnerable- excepción en la región. Por ello, creo que resulta muy interesante observar de cerca la realidad política del país y analizar las claves de ese éxito.

-¿Y qué hay del nomadismo? ¿Pervive todavía en la sociedad de Mongolia?

-Esa es otra de las razones que hacen que el país sea diferente y muy exótica a nuestros ojos, porque es una forma de vida muy particular que, en Mongolia, es sin embargo muy común entre muchos de sus habitantes. Creo que es algo que también despierta mucha curiosidad en el visitante, y en el lector: ¿cómo se organiza el día a día del nómada? ¿Cómo organiza la vida familiar, la vida en pareja? ¿Cómo se entretiene uno en la estepa, donde literalmente no hay nada? ¿Cómo sobrellevan esas temperaturas extremas de 40° bajo cero o menos? Sin embargo uno termina siempre por encontrar similitudes, a pesar de las distancias geográficas o culturales. Por ejemplo, me llamó mucho la atención que el pasatiempo favorito de los nómadas, el shagai, es un juego increíblemente parecido al juego de las tabas español. Se podría pensar en el pasado tradicional de España como país ganadero, lo que lo emparentaría con Mongolia; esa sería una explicación lógica. Sin embargo, yo quiero ver en esa similitud algo casi mágico, algo que arrastra un sinfín de significados que acerca a nuestros dos países misteriosamente.

-Este el cuarto premio que gana en la provincia de Teruel, después de hacerlo en tres ocasiones con el Juan Martín Sauras de Andorra... Se diría que se le da bien la provincia, ¿no?

-Sí, se puede decir que mi relación con Teruel también tiene algo de mágico… Debo añadir que, desde hace años, recibo con regularidad informaciones y convocatorias del Instituto de Estudios Turolenses, y me encantaría tener una oportunidad, en un futuro no demasiado lejano, de visitar la provincia y la ciudad de Teruel, algo que hice solamente en mi infancia. Ojalá que se dé pronto.

Triple vencedora del Concurso de Relatos Cortos de Andorra

Elena Alonso Frayle (Bilbao, 1965) ha publicado las novelas El legado de la misión Iwakura (2010), El silencio de los siglos (2013) y El país más vacío del mundo (2022); las novelas juveniles La edad de la anestesia (2014), Los niños cantores (2015), La visita de Tanwo (2016) e Y serán felices (2019), además de los libros de relatos Llegados a este punto (2012), La hora de los vencejos (2017) o La mala entraña (2019), entre otros.

Licenciada en Derecho y graduada en Administración de Empresas con máster en Estudios Europeos por la Universidad de Nancy (Francia), ha vivido en Francia, Senegal, Alemania, Argentina, Tailandia, Mongolia, Bolivia y Venezuela, donde reside actualmente.

Desde 2008 ha ganado 35 premios literarios, tanto en relato breve y cuento (Ignacio Aldecoa, Gabriel Aresti, Fernández Lerma, La Feguera o el Miguel de Unamuno, entre otros) como de novela (Sor Juana Inés de la Cruz, Seternil, Alandar, Premio Ala Denta, Edelvives o Narrativa Siglo XXI de la Universidad Autónoma de México, entre otros).

La escritora vizcaína, que en la actualidad se dedica en exclusiva a la literatura, ganó además el Premio de Relatos Cortos Juan Martín Sauras de Andorra hasta en tres ocasiones, 2009, 2010 y 2017.

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