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Eloy Morera: “Al Batallador le otorgo una dimensión simbólica al parangonarlo 
con el Rubicón de Julio César” Eloy Morera: “Al Batallador le otorgo una dimensión simbólica al parangonarlo 
con el Rubicón de Julio César”
Este lunes Eloy Morera ha presentado su novela ‘El castillo de Mesones. Un camino hacia el interior’. Carlos Gurpegui

Eloy Morera: “Al Batallador le otorgo una dimensión simbólica al parangonarlo con el Rubicón de Julio César”

Con su novela histórica ‘Cutanda’, ganó el I Premio de Novela Histórica Ciudad de Calatayud
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Eloy Morera se define con “un aragonés enamorado de su tierra y de su Historia, y para quien una de las cosas más bonitas es compartir esas pasiones a través de la didáctica, de los libros o de una buena conversación”. Estrena Premio de Novela Histórica Ciudad de Calatayud con Cutanda, épica por tierras turolenses que ya muestra las bondades de sus textos, limpios y rigurosos, en los que comparte la vida en el Medievo más allá de gestas y manuscritos. Y justo este fin de semana ve la luz otro de sus trabajos, El castillo de Mesones. Un camino hacia el interior, íntimo y personal ejercicio de rescate histórico, rico en misterio y reflexión.

-Usted ayer sábado en la Feria del Libro de Zaragoza firmaba con mascarilla ejemplares de sus libros.

-Sí, y el dedicar una novela a alguien siempre es un momento emocionante para el escritor. Estoy agradecido de haber podido estar.

-¿Atravesamos tiempos oscuros, como para decir que tienen algo de medievales?

-Como en la Edad Media, la incertidumbre oscurece nuestra conciencia del presente, pero no creo que esa sensación ensombrezca un increíble y fructífero esfuerzo humano que no ha existido en otros tiempos. Pandemias ha habido siempre, y sin embargo, esta ha sido la primera que se ha mediatizado, haciendo posible que se subordine todo al bien común, llegándose incluso a sacrificar los intereses económicos de un país. La Edad Media, aún con pandemias, también fue una época de luces, de inventos y de progreso social. Por poner un ejemplo, para que aconteciese el llamado Renacimiento del siglo XVI, antes fue necesario el renacimiento carolingio, sin el cual habría perecido gran parte el pensamiento clásico. Por su parte, en los siglos renacentistas también hubo epidemias. Desde un punto de vista histórico, la tan extendida idea de que “después de la peste vino el Renacimiento”, no tiene fundamento.

-Ya sabe que Teruel vibra con el espíritu del Medievo.

-Teruel es un paradigma de lo que hablamos. Nació como ciudad en el Medievo, y aquella época fue la que dio a luz sus brillantes torres mudéjares y las coloridas pinturas góticas de su catedral. Sin embargo, y como ocurre también con ese periodo, no valoramos Teruel como se merece; no así los turolenses, que han sabido convertir ese pasado medieval en uno de sus motores económicos.

-En sus poderosas historias también hay ‘lovestories’, ¿verdad?

-¡Cierto! Llámame romántico, pero para mí el amor siempre está ahí. Al fin y al cabo, creo que somos el amor que nos dan y el amor que damos. Nada hay más poderoso que el amor, y son sus latidos los que deberían marcar el ritmo de las grandes historias, aunque no siempre sea así. A uno le gusta pensar que la guerra de Troya no la originó un conflicto de poder, y que, como relató Homero, la causa fue el amor… Sin embargo, si hubiese sido así, no habría habido guerra.

-Me encantan sus citas de Tristán e Isolda entre los episodios de ‘Júnez y Casta’, como nuestros Amantes de Teruel, casi.

-La literatura medieval es una delicia y, de hecho, la primera novela de la Historia se escribió en aquella época fascinante. Es difícil superar la épica de la canción de Roldán, o la alegre imaginación con la que Chretien de Troyes alumbró sus aventuras de caballeros andantes. Elegí las citas de Tristán e Isolda porque son tan evocadoras como poderosas para decirnos que, hace ochocientos años, ya existía el amor tal y como creyeron descubrirlo los contemporáneos. Pero si se conservase un romance medieval sobre los Amantes de Teruel, no abría dudado en la elección. Es una preciosa historia romántica, ¡término ése, por cierto, que también tiene su origen en la Edad Media!

-Y, sin duda, el paisaje es gran protagonista de sus relatos.

-Así es, y hasta ahora, siempre lo son de Aragón. Me gusta pensar que somos hijos de nuestra tierra y de nuestra Historia. De hecho, el pasado aragonés no se entiende sin nuestros paisajes. La expansión del reino aragonés, por ejemplo, se apoyó en la muralla natural que constituyen las sierras pre-pirenaicas, y si tenemos en cuenta el paisaje, comprendemos que ese avance no se realizó por el río Gállego, sino por los barrancos del Arba; no es casualidad que encontremos allí tantos castillos feudales: Luesia, Biel, Obano, Yéquera, Villaverde, Hispaniés, Luna…

-Y hay momentos en los que todo se funde y se vuelve hasta shakesperiano.

-Me alaga la comparación. Como al genial dramaturgo inglés, no me gusta dejar nada al azar, y al igual que sus obras, Júnez y Casta es casi teatral. La primera parte se acerca a las gentes que dieron pulso a la Edad Media, que fueron los campesinos. La trama es lenta como lo es el discurrir de sus vidas, y tanto el espacio como el tiempo son muy reducidos. En la segunda parte, todo se transforma y acelera a la par que el devenir del protagonista: se ensancha el tiempo narrado, el espacio en el que se desenvuelve la acción, los hechos acontecidos, y hasta el estilo narrativo. Ha llegado la guerra y todo se altera a su paso.

-Defina novela histórica. ¿Qué no puede faltar? ¿Y lo que muchas veces sobra en el género?

-Además de una intención divulgativa y didáctica, creo que la clave de la novela histórica está en conseguir que la ficción se inserte de forma coherente en la complejidad de un tiempo pasado, aunque no aparezca ningún personaje o hecho concreto de la Historia. A veces, es precisamente la abundancia de datos y personajes verídicos los que sobran. La Historia no son fechas, hechos y personalidades, sino el conjunto de la vida de cuantos nos precedieron en el tiempo. Los grandes eventos están en los manuales, pero, aun con todas sus páginas, no siempre son capaces de conectar con la realidad de un tiempo pasado. Es la novela la que nos sumerge de lleno en la atmósfera de otra época, entre los miedos y las inquietudes de las gentes que vivieron en ella. 

-Cuando las lee… ¿qué es lo que más disfruta?

-Las escenas o fragmentos en los que, habiéndose logrado captar la problemática de una época concreta, los personajes reales o ficticios se desenvuelven con plena naturalidad y libertad sin desentonar con su contexto histórico. Entonces, se ha obrado el milagro; entonces, viajamos en el tiempo. En esa fuerza evocadora es donde reside, para mí, la fuerza de la novela histórica.

-¿Autores clásicos o contemporáneos de referencia?

-Un poco de todo, porque mientras ha habido sociedad, ha habido grandes obras y grandes autores. Siempre tengo presente a Shakespeare, pero nunca olvido a Víctor Hugo o a George Orwell.

-Pero, ahora, pasemos al otro lado, al del creador… un año importante para usted, en el que poder compartir por fin varios de sus trabajados textos.

-Sí, a pesar de que alguno de ellos llevaba mucho tiempo escrito, este año ha sido determinante. Me gusta que hables de compartir: creo que es lo más bonito que puede hacerse, y un libro, en última instancia, nace con la vocación de compartir una idea. Si Machado no hubiese escrito sus poemas, ni Bécquer sus leyendas, muchos no veríamos la Soria que vemos hoy. Pero si nosotros no leyésemos sus obras, entonces éstas solo serían viejos pisapapeles.

-Usted que hace de historiador en diversas excavaciones arqueológicas, ¿cuánto se documenta a la hora de escribir un libro? ¿Cómo es el disfrute de sus investigaciones a la hora de abordar sus esqueletos ante la trama?

-Nunca se está lo suficiente documentado. Cuando se escribe novela histórica es necesario dejar de ser historiador, porque igual que el intrépido soldado Schofield al saltar la trinchera en esa magnífica escena de la película 1917, no siempre tienes la certeza de que tus pasos sean acertados. Siempre queda el “quizá no fue así”. Pero esa eterna duda es parte del atractivo de la novela histórica, ¿qué quedaría sino en manos de la creación? ¡Ni que el discurrir de la Historia siguiese un hilo lógico y creíble! Como afirmó Umberto Eco: “Una novela es la historia que pudo ser; la historia es la novela que fue”.

-Recientemente, con ‘Cutanda’ ganó el I Premio de Novela Histórica ‘Ciudad de Calatayud’, lidiando entre 25 trabajos inéditos y por unanimidad del jurado. ¿Qué le supuso esta obra que podremos disfrutar a partir de febrero?

-En primer lugar, me supuso muchas horas de profunda emoción, paseándome junto al Batallador hacia la batalla que cambió el rumbo de la Historia aragonesa. Al ganar el concurso, además, fue posible cambiar también el curso de mi propia trayectoria como escritor, en tanto que me ha deparado mayor visibilidad como autor.

-Siempre le ha atraído la figura de Alfonso I el Batallador. 

—Desde pequeño. A pesar de su controvertida biografía, Alfonso I fue un idealista que creyó en sí mismo y nunca dejó de luchar por sus sueños, incluso hasta cuando sus aliados, incluido el papa, se alinearon junto a sus enemigos. Quizá por eso siempre lograba vencer. La batalla de Cutanda, en este sentido, es paradigmática.

-Y fue resultado también de poder sentarse largo tiempo y escribir durante el confinamiento.

-La Historia nos enseña que, a veces, es en las crisis cuando aflora la grandeza del ser humano. Shakespeare escribió Macbeth durante una cuarentena, y Cervantes escribió su Quijote en prisión.

-‘Cutanda’ se desarrolla casi enteramente en tierras turolenses, un periplo jalonado de asentamientos y fortificaciones.

-Exacto. La novela relata el viaje de la hueste aragonesa desde la Calatayud musulmana, cuyas murallas se hallaba sitiando el Batallador durante la primavera de 1120, hasta Cutanda, donde los aragoneses vencerán al mayor ejercito almorávide reunido hasta la fecha, y a cuyo itinerario también hago referencia. 

-Ibrahim ibn Yusuf, líder del ejército almorávide y hermano del emir Yusuf, debió pasar noche en Tirwal, ¿es correcto?

-Así lo han demostrado Rubén Sáez y Javier Ibáñez en sus recientes investigaciones sobre la batalla de Cutanda. El ejército almorávide solía apoyarse en la antigua red viaria de los romanos, que no estaba tan arruinada como pensamos. Como reproduzco en la obra, los musulmanes —muchos de ellos viniendo desde África con sus camellos— atravesaron al-Ándalus por el Levante, y acampando siempre al abrigo de sus fortalezas, eligieron la de Tirwal para pasar la noche del 14 de junio de 1120, tres jornadas antes de la decisiva batalla de Cutanda. Ese castillo, Tirwal, es el origen de la actual ciudad de Teruel.

-En su libro también destaca la fortaleza de Pancrudo o el puente romano de Luco de Jiloca.

-Pancrudo marcó el lugar en el que los almorávides pasaron su última noche. Tenía que salir. El puente romano de Luco de Jiloca es una de esas joyas poco valoradas de nuestra tierra. En la novela, cuando el Batallador alcanza el puente, detiene su montura y contempla el Jiloca, al que otorgo una dimensión simbólica al parangonarlo con el Rubicón de Julio César… Y no por mero capricho.

-Antes, ambientada en la frontera del Aragón medieval, ‘Júnez y Casta’ (Editorial La fragua del trovador) presenta amor y vendetta a partes iguales.

-Sí, pero ambos son la expresión del mismo y hondo sentimiento de fidelidad que caracteriza al protagonista. La fidelidad es la piedra angular de la Edad Media, y fenómenos tan particulares de aquél tiempo como el vasallaje, la hueste o la renta señorial no se entienden sin la fidelidad. Todos en aquel tiempo eran dependientes, desde el último campesino hasta el emperador germánico, que debía fidelidad al Papa. Quizás por eso todas las historias que crearon los medievales hablan de la fidelidad: así sucede con el ciclo artúrico, o con el Poema del Cid… “Que buen vasallo, si tuviese buen señor”, reza el cantar, ensalzando así al sufrido caballero que siempre es fiel a su rey. En Júnez y Casta, intento adaptar algo tan universal como el amor o la violencia a los esquemas feudales, para buscar en sus expresiones la particularidad medieval. Hasta en los sentimientos más íntimos de los personajes parpadean los reflejos del feudalismo.

-¿Cómo fueron según usted los tiempos de Sancho Ramírez?

-Como los nuestros: fueron tiempos de cambio. Todo se transformó en aquellos años. Al mismo tiempo que se empujaban las fronteras más allá de las montañas, iniciándose así la gran expansión militar hacia el llano, se producía una profunda transformación interior. Son los años del florecer feudal, de crecimiento y maduración socioeconómica. Nace el Reino de Aragón y, de la mano de la reforma gregoriana, Aragón se asoma a Europa. Un tiempo tan fascinante como crucial para nuestra Historia.

-Y este lunes por la mañana, en el castillo de Mesones de Isuela donde usted fue guía   -de nuevo, la inspiración-, ha presentado su novela ‘El castillo de Mesones. Un camino hacia el interior’ (Editorial La fragua del trovador).

-En efecto. Y es un honor que me abran las puertas del castillo para presentar una novela que se ambienta casi enteramente entre sus murallas, torres y salas.

-Nuevas dosis de investigación medieval, esta vez refrescada de intriga y misterio.

-De igual manera que el Medievo es parte de mí, el misterio es parte esencial de la vida. Creo que deberíamos aprender a apreciar el misterio que lo envuelve todo, incluso las cosas más cotidianas. La novela es también una llamada a la reflexión. Vivimos en un mundo tan rápido, que a veces perdemos la sensibilidad necesaria para asombrarnos, buscar, y descubrir ante tantos misterios que nos rodean.

-¿Una apuesta la suya por los orígenes templarios?

-Los templarios son como el Guadiana: a veces se ve y otras no, pero siempre está ahí… ¡Y no puedo revelar más!

-En el libro utiliza el diario de Bernardo como forma para jugar desde el espacio tiempo.

-El diario es la herramienta perfecta para conectar con la actitud que busca despertar mi novela. Escribir un diario conlleva dedicar un tiempo de nuestro día a, simplemente, reflexionar sobre ese día. No requiere de una capacidad o preparación especiales; solo de tiempo. Quizá por eso ya no escribimos diarios.

-Disfruta también reforzando los textos con sus estupendas ilustraciones para portada e interior. Todo un arte, también, con un equipo de lujo cara al diseño final.

-Me encanta dibujar, pero soy demasiado medieval. Es mi hermana Eva la que, con su habilidad para trabajar mis imágenes con programas de diseño, me ayuda a lograr unas portadas tan atractivas y empapadas de la esencia del texto. Nada mejor que la familia.

-Y juega con el ‘booktrailer’ como nuevo formato narrativo y de promoción en redes sociales.

-Creo que una de las maravillas del arte es que, al ser creación, lo hace todo posible, y el medio audiovisual ofrece una serie de herramientas que no deben rechazarse. Pero también ha sido un proceso muy familiar. En el booktrailer de Mesones actuamos mi padre Javier, mi hermana, mi novia Cristina y yo. Y es Cristina la que dedicó mucho tiempo y cariño en editar el video final, que parece un tráiler de película.

-Antes de acabar, usted como profesional también desarrolla su trabajo en Faetón, otra forma de acercar el patrimonio histórico-artístico.

-Sí, realizamos actividades didácticas para acercar el patrimonio histórico-artístico a los estudiantes aragoneses, en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón. Al final, estoy siempre en el pasado, pero siempre en compañía de la gente de nuestro tiempo, y con la ilusión de educar para mejorar el futuro.

-¿Seguiremos teniendo en Aragón en 2021 un buen maridaje entre las Letras y la Historia?

-Seguro que sí. Aún no se ha publicado mi última novela, pero como diría el Batallador, “¡marchemos a Cutanda!”. Para sobrevivir a una batalla, hay que pensar en la siguiente. Y los aragoneses somos rigurosos, como nuestra tierra.