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Gene Martín pasa de la búsqueda al hallazgo en ‘La Naturaleza de la Realidad’ Gene Martín pasa de la búsqueda al hallazgo en ‘La Naturaleza de la Realidad’
Gene Martín, en una de las fotografías incluidas en el volumen

Gene Martín pasa de la búsqueda al hallazgo en ‘La Naturaleza de la Realidad’

El artista turolense compendia 366 poemas e ilustraciones en su último trabajo publicado
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Si Realidades Invertidas fue una búsqueda, un proceso, La Naturaleza de la Realidad es el lugar encontrado, un destino. Y eso teniendo en cuenta que su autor, Gene Martín, reniega de conceptos como el tiempo y el espacio, inherentes a su vez a los de proceso y lugar. En realidad reniega de todos los conceptos, de la categoría conceptual misma como construcción intelectual. Para Martín los conceptos ayudan a describir nuestro paso por la vida, pero no explican la vida ni, esto mucho menos, son la propia vida.

La Naturaleza de la Realidad es el último trabajo del artista turolense Gene Martín, plasmado en un libro de poemas e ilustraciones que se ha editado, por el momento, en dos ediciones de 50 volúmenes cada una. Todos los ingresos obtenidos en la primera edición, que salió en Navidad de 2020, se dedicaron a Acnur, la agencia de las Naciones Unidas dedicada a los refugiados, y el 25% de la segunda edición, actualmente a la venta, a la ONG turolense Be Social, dedicada a proyectos de desarrollo en África. 

En lo formal la obra está concebida como un diario íntimo de 2020, con 366 poemas e ilustraciones que exploran en conjunto la búsqueda personal, a través del arte, de la esencia última del significado de la existencia. Esa búsqueda has sido el motor creador de Gene Martín desde sus comienzos; “desde pequeño ha sido importante para mí resolver la cuestión vital. No podía seguir estando en el mundo sin indagar en ello”, explica. 

A través de sus textos, que van de pequeños haikus a poemas más largos o prosas poéticas, Gene Martín se rebela, a través de un lenguaje que tiene mucho que ver con la espiritualidad, contra los compartimentos estancos en los que seccionamos la realidad, para rellenarlos de contenido y creer que así tenemos más control sobre ella. “Cuando hablamos acerca de cosas, más profundas o menos profundas, enseguida comenzamos a usar conceptos, y es un error porque están sujetos a la interpretación o la percepción individual que tenemos de ellos. Desnudar las palabras y los objetos, pensar en lo que hay más allá de los conceptos que los definen, nos ayudan a comprender mejor el mundo y por tanto a nosotros mismos”. 

La poesía de Gene Martín reivindica un contacto más estrecho con la realidad pura, adquiera esta la forma que adquiera en cada momento. Lo hace a través de un lenguaje que no es sencillo ni directo, pero tampoco ambiguo ni insustancial: “El misticismo no es fundirse con el universo y ponerse a levitar”, dice como ejemplo. “El misticismo significa conectar con lo que haces en tu día a día. Si estás fregando los platos hay que comprender lo que está sucediendo hasta sus últimas consecuencias. Porque habitualmente pasamos tantas cosas por alto que, a no ser que desnudemos nuestras experiencia y la analicemos detenidamente, se pierden”. 

Para Gene Martín la búsqueda de sí mismo, de su papel dentro de la realidad y de la realidad en sí misma ha sido largo, trabajoso y no exento de sufrimiento. Un sufrimiento que habitualmente provoca “que nos dé mucho miedo emprender esa búsqueda, porque aunque la vida nos provoque dolor y nos quejemos, es mucho más cómodo acostumbrarnos a vivir dentro de las categorías que nos han enseñado que contienen el mundo, que desnudar la realidad”.

A nivel gráfico, La Naturaleza de la Realidad se nutre de fotografía de ilustración digital y de pintura, fundamentalmente. Abundan los fractales, que se alternan con fotografía figurativa, collage, fotomontaje o escultura. Los diseños se minimalizan, se simplifican y su gama cromática se vuelve más brillante con respecto a otros trabajos anteriores del turolense . ”Creo que es un cambio en la paleta cromática no intencionado, que no parte desde un planteamiento mental. Es una consecuencia de cómo está realizado el trabajo”. 

Búsqueda de uno mismo 

Para Gene Martín, todo se reduce a una constante persecución de la felicidad, pero habitualmente se yerra el tiro a la hora de buscarla, porque se busca fuera de nosotros, y metida en contenedores conceptuales que no son la realidad, y solo forman un pobre espejo, cóncavo a veces y otras convexo, que trata de explicarla devolviendo un reflejo de ella muy deformada. “No es necesario ni un microscopio ni un telescopio para investigar la realidad. Nuestra propia investigación interior nos llevará a la esencia última de las cosas”, explica Martín, para quien “No se trata de aprender a pensar, sino de descubrir lo que es anterior al pensamiento, se trata de transcenderlo”.

Esa trascendencia se da para alcanzar lo que Gene Martín entiende como la felicidad absoluta, o la libertad absoluta, que para él son prácticamente sinónimos. Y eso implica liberarse de ciertas cadenas: “En nuestro día a día reaccionamos ante el mundo viéndonos a nosotros mismos como un objeto que forma parte de él, que está ahí, y que se ve determinado por muchos factores de ese mundo que nos son externos”. 

Para el turolense, la gente se equivoca “cuando busca el amor en tu pareja pensando que te dará la felicidad, o cuando crees que te la puede quitar”. “Todo el proceso de reflexión anterior me ha llevado a ver que lo esencial en realidad es invisible a nuestros ojos, que anida en nosotros, que somos eso que buscamos, y tenemos que aprender a mirar dentro de nosotros para encontrarlo”. 

La Realidad de la Naturaleza se concibió para ser publicado a través de una editorial, aunque finalmente Gene Martín optó por la autopublicación “primero por desconocimiento del mundo editorial”, y segundo “porque de esa forma podía controlar más el proceso y el resultado final del libro”. 

En cualquier caso, y aunque la obra hable sobre la búsqueda interior y el aprehendimiento de la realidad, no pretende ser una guía ni mucho menos un libro de autoayuda, advierte el autor, “sino el testimonio que pueda servir a alguien que esté en un proceso similar al que a mí me ha conducido hasta aquí”. “No puedo ser ejemplo de nada, pero sí que quería compartir que, a pesar de que siempre buscamos a maestros para que nos enseñen las cosas, en este caso solo podemos aprender a través de nosotros mismos”. 

De hecho Martín aborda la obra desde la “total humildad”, desde la óptica de alguien que “no es más que nadie, ni pretender parecerlo. Lo único que quiero es compartir y darme”. 

La creación, una vía

Esa vía de autoconocimiento que Gene Martín comparte en La Naturaleza de la Realidad, por cierto, tiene forma de poemario ilustrado casi como efecto colateral. “No creo que sea necesario hacer esta búsqueda desde la creatividad. Precisamente lo bonito es que cada uno tiene algún tipo de habilidad, y de cada cual depende que se encuentre una vía u otra”, explica. “Es cierto que, para localizarme a mí mismo, ha sido fundamente la expresión creativa... pero otra persona alcanzará ese estado criando a sus hijos, teniendo un kiosko o siendo presidente del Gobierno”.

En el caso de Gene Martín la herramienta de la expresión tiene además un doble elemento; por un lado la catarsis que supone el hecho creativo, y por otro la relación con el entorno que viene dada por publicar lo creado: “Tengo la sensación de que debo darme, no puedo guardar secretos. No tiene por qué ser siempre así, para todo el mundo, pero en mi caso he elegido que mi forma de vivir sea darme. Si algo que tengo y que sé que está en todos, lo pongo sobre la mesa y que lo coja quien quiera”. 

Para Gene Martín La Naturaleza de la Realidad cierra una fase al igual que Realidades Invertidas  cerró otra, y ambas tuvieron su repercusión creativa. A partir de ahora se abre otra que el turolense resume parafraseando a William Blake: “Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, todo aparecería ante el hombre tal y como es: infinito”. Como sostuvo el poeta y pintor británico, el hombre ha terminado encerrándose en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna. Se ha convertido en cárcel de sí mismo. “Yo no ambiciono ver el universo infinito, pero puedo seguir limpiando los restos y abriéndome a lo desconocido. Es una gozada vivir así después de mucho sufrimiento”.