

Ilustración, compromiso y otros vicios
Sara Jotabé ofreció un taller en Bellas Artes sobre arte y transformación socialSaber incorporar a la ilustración artística y creativa una perspectiva de género, o el concepto de transformación social a través del arte y la sensibilidad ante la situación de las personas refugiadas fueron algunos de los objetivos de la primera parte de un taller que tuvo lugar a finales de esta pasada semana en Bellas Artes.
Sara Jotabé fue quien se encargó de la parte práctica de la sesión, que tendrá una segunda parte la próxima semana. Es el pseudónimo de Sara Jornet, artista y diseñadora de origen turolense, donde cursó Bellas Artes, presidenta en la actualidad de la asociación aragonesa de creadores de cómic, y cuyo trabajo está vinculado a numerosas asociaciones y organizaciones sociales.
La ilustradora ofreció a los estudiantes su visión, joven pero muy experimentada ya, sobre el acercamiento a la temática social desde la ilustración, desarrollando las capacidades para ser eficaz plasmando mensajes y empática en la forma de representarlos.
Tras esa primera sesión los estudiantes de Bellas Artes que asistieron se llevaron el encargo de realizar en sus casas una aproximación desde la ilustración a los conflictos bélicos desde la perspectiva social y humana, poniendo de relevancia, por ejemplo, a los sectores más perjudicados, como el infantil o el femenino. Está previsto que el 6 de febrero se desarrolle la segunda parte del taller, en la que se presentarán las ilustraciones realizadas, se pulirán detalles y se explicarán las bases, desde un punto de vista técnico, para mejorar los diseños desde lo artístico y desde lo comunicativo.
Fuera el tópico
Por su experiencia en este taller y en otros similares en los que ha participado, Sara Jotabé tiene una idea de lo que se encontrará el próximo día. “Es inevitable que en sus primeras aproximaciones al tema los estudiantes se centren en los estereotipos”, explica. “Cuando pensamos en la guerra todos tenemos la misma imagen: niños llorando, sangre, bombas, muertos y cascotes”. Y no es que no sean ciertos o que no puedan usarse, pero además de que la originalidad es un bien en sí misma, especialmente en un momento en el que el acceso a millones de imágenes es algo habitual, sino que un buen ilustrador o artista es aquel que sabe plantear su mensaje de tal modo que empatiza con su público objetivo, y que consigue hacerle llegar el mensaje incluso cuando este no es necesariamente agradable: “Nosotros somos población privilegiada. Incluso quien peor lo está pasando en un país como el nuestro es de algún modo privilegiado con respecto a personas que viven en Palestina o en otros territorios en conflicto bélico”, apunta Sara Jotabé. “En ese sentido la guerra, las muertes y las situaciones que provoca son mensajes incómodos, que nos molestan en miedo de nuestra vida más o menos cómoda y agradable”.
“Desde la ilustración”, insiste la artista, “yo trato de ofrecer herramientas para que seamos capaces de mostrar una realidad que existe y que es espantosa, pero de un modo que no resulte espantosa para el lector, en función de quien sea ese lector, porque si lo es vas a generar una barrera infranqueable”.

No se trata de engañar o de edulcorar. Tampoco de imponer, porque el público es soberano y rechaza cualquier imposición. Sara Jotabé, que dedica buena parte de su tiempo a trabajar en proyectos sociales de diferentes ONG’s, utiliza varias herramientas para ello, y una de las que mejor le funciona es el humor. “Entre otras cosas lo que haces con eso es conectar y lograr que el público empatice con la realidad que muestras. Tendemos a escondernos tras las banderas y pensar que detrás de los conflictos o las situaciones sociales adversas están las naciones o los altos intereses políticos inalcanzables. Pero es importante saber hacer reflexionar sobre que en realidad somos personas, a quienes nos afectan las mismas cosas y que reaccionamos de un modo similar ante los mismos problemas”.
La gran mayoría del público español tiene “la fortuna” de no haber vivido un conflicto bélico en sus carnes, “y eso hace que plasmar la guerra con las imágenes tópicas no favorezca la conexión directa con él, y que lo perciba como eso que ve en los telediarios de la televisión todos los días pero que ocurre muy lejos”.
¿Eso es márquetin? Sara Jotabé está convencida de que no. “Cuando uno quiere decir algo no lo dice igual en su contexto familiar, entre los amigos o en el trabajo. Y eso no es engañar, simplemente saber llegar de forma efectiva a cada público diferente”.
Y además opina que no tiene sentido obstinarse en lanzar determinados mensajes que no consiguen permear entre la gente. “Podrá gustarnos o no, pero está demostrado que lo que no se ve no existe. Lo hemos visto con el #metoo o con el trabajo de Cristina Fallarás”.
Buscar nuevas formas de expresión que saquen los conceptos del tópico para revalorizarlos no significa autocensurarse. No se trata de tener prohibido dibujar bombas o dramas humanos para no molestar al público de los países en paz o desarrollados, se trata de ser lo suficientemente creativos para entrar en el mapa conceptual del público. Y el humor y la ironía suelen facilitar ese tránsito.
“Por lo demás no creo que haya límites, que haya que marcárselos”, afirma Sara Jotabé. “El único límite que yo me impongo en mi trabajo son los Derechos Humanos Universales, que para eso son universales. Podemos hablar y discutir de lo que quieras, pero eso no se puede negociar”. Eso, y saber que determinados mensajes que son buenos para un público pueden no serlo para otros. “No vas a hacer los mismos chistes para público adulto que para niños, por ejemplo. Parece obvio, pero saber cómo tienes que expresarte según tu público es algo a lo que también se aprende”.
Sara Jotabé trabaja habitualmente en tres frentes; por un lado desarrolla los encargos que le llegan, como cualquier otro diseñador, por otro desarrolla un trabajo más personal o artístico, y en tercer lugar ha creado mucho arte para asociaciones dedicadas al cambio y transformación social, desde la perspectiva de género, de la inmigración, de la inclusión, y muchos más. Ha trabajado con entidades desde la asociación aragonesa de mujeres con discapacidad (Amanixer), con la que ha puesto en marcha tres exposiciones itinerantes y está previsto el lanzamiento inminente de un cómic; hasta la agencia de la ONU UNRWUA, en talleres similares al que tuvo lugar en Teruel, pasando por Cruz Roja, Believe in Art o Aspanoa, entre otras. “Me gusta defender las causas justas en las que creo, los derechos humanos y llamar al sentido común”.

Peajes y redes sociales
Esta significación ética -más que ideológica cabe definirla como ética- no sale gratis y en ocasiones toma peajes. Y desde que se abrió el gran escaparate de las redes sociales, con sus también grandes puertas traseras, todavía más. Por eso los talleres como el de Teruel también introducen a los estudiantes de Bellas Artes en la gestión de las redes sociales.
Lo hace desde varios puntos de vista; el puramente técnico -un ilustrador puede irradiar una gran profesionalidad gracias a sus redes, pero mal llevadas también pueden espantar al posible cliente, el personal -dedicar tiempo a una herramienta para mejorar tu vida no puede sustituir tu vida- y también emocional.
Como cualquiera cuyo trabajo tenga cierta exposición pública, “si a un ilustrador le gusta trababar para las causas sociales tiene que trabajar y estar preparado para asumir esa parte de odio que le va a llegar a través de las redes sociales”. Del mismo modo que las redes son una puerta abierta a que el trabajo de uno se conozca en todo el mundo, también lo es para el ataque indiscriminado. Integrar las críticas legítimas y superar las que no lo son también es algo que se debe aprender. “Es un problema que tiene que ver con que en las redes puedes llamarte Paquito65, y ni ser Paco ni ser del 65. Independientemente de que seas un artista con inquietudes sociales, o una cantante, o te guste coser, habrá quien utilice el anonimato y la libertad de expresión para atacarte”.