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Jaime de Armiñán, el visionario que rodó el desnudo de Ana Belén en el Hotel Albarracín Jaime de Armiñán, el visionario que rodó el desnudo de Ana Belén en el Hotel Albarracín
Ana Belén, que en 1975 era una auténtica celebridad, en una de las secuencias rodadas ese año en la plaza del Torico

Jaime de Armiñán, el visionario que rodó el desnudo de Ana Belén en el Hotel Albarracín

El mundo de la cultura despide a uno de los grandes creadores españoles
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La capilla ardiente del director de cine Jaime de Armiñán, fallecido el martes en Madrid a los 97 de años, recibió hasta la noche de ayer un aluvión de visitantes entre amantes del cine y personalidades de la política y la cultura, que coincidieron en destacar que se había marchado “uno de los grandes”.

En su última aparición pública, el 9 de febrero de 2014, Armiñán agradeció su Goya de Honor a la Academia de Cine mientras sus compañeros le ovacionaban puestos en pie en el auditorio del Centro de Congresos Príncipe Felipe del hotel Auditorium de Madrid donde se celebraba la 28 edición de los Goya, y se despidió de su gente al grito de ¡Viva el cine español!

Jaime de Armiñán siempre fue un director contracorriente y un vanguardista que eligió temas poco comunes para su tiempo. Desde la transexualidad de Mi querida señorita a la iniciación erótica de El amor del capitán Brando, pasando por la crítica a la institución familiar en ¡Jo, papá! (1975), película rodada en parte en Teruel y Albarracín, hace exactamente 49 años.

Protagonizada por Ana Belén, Antonio Ferrandis, Amparo Soler Leal y Josep María Flotats, son numerosos los planos exteriores de la película tomados en la plaza del Torico, la estación, el Cine Maravillas y otros lugares de la capital, muy reconocibles, así como algunos de los puntos que hoy en día más visitan los turistas en Albarracín. Y en el interior del Hotel Albarracín se rodaron, según publicó el estudioso Juan Villalba en un artículo del número 6 de la revista Cabiria (2009), las escenas de destape de una jovencísima Ana Belén de 24 años, en plena cresta de la ola artística. Fue su segunda escena de ese tipo, tras El amor del capitán Brando el año anterior también con Armiñán. De esa película se suele decir que es la primera del cine español en la que se profería un taco, por Ferrandis, pero no es cierto. Al menos en No matarás... al vecino (Jesús Franco, 1970) Manuel Alexandre pronuncia un “¡Hostia puta!”. Sea como fuere ese segundo desnudo fue toda una provocación en 1975, aunque durante los siguientes años el destape se convertiría en un subgénero cinematográfico endémico de la España postfranquista.

DIARIO DE TERUEL, a la sazón Lucha, contaba escuetamente el 16 de mayo de 1975 que el día anterior la plaza del Torico había sido plató de la grabación de la película, con Jaime de Armiñán al frente, que por aquel entonces no se sabía -o no decía- si iba a titularse Papá o No me llames Pili. También anunciaba que el equipo marchaba a Albarracín por espacio de 18 días.

Y el 25 de mayo de 1975, Jaime de Armiñán -en realidad, alguien de su equipo en su nombre-, contaba en primera persona al periodista que llegó a Albarracín con la idea de grabar “en el campo”, pero “al encontrarme Albarracín, tal y como es, he pensado rodar en las calles de la ciudad porque me parece que es uno de los sitios más bonitos de España”.

La película no solo se rodó en la provincia de Teruel sino que también forma parte de la trama, porque trata de un viaje que una familia emprende desde Galicia hasta Levante siguiendo los pasos del padre durante la Guerra Civil, que le llevó por Albarracín y Teruel.

El 1 de junio de 1975 Lucha informaba sobre el final del rodaje del equipo de Armiñán en Teruel, y el periodista concluía su crónica mostrando su alegría: "Las películas dejan dinero, para quien sea, pero lo dejan, y bienvenido sea”.

Seguramente más de uno se escandalizó al ver en la comedia los pechos de Ana Belén o a Ferrandis en la piel de un viejo soldado franquista, algo carcamal y obsesionado con el recuerdo de sus batallas, y con una hija a la que no le importaban en absoluto y que miraba decididamente hacia el futuro, anunciando la inminente ruptura generacional que comenzaba a vivirse.