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Jarreta, Forja y Arte Jarreta, Forja y Arte
Entre las piezas hay varias que representan joteros y es que en Albarracín el folclore tradicional tiene un gran peso

Jarreta, Forja y Arte

El Museo de Albarracín exhibe una muestra de piezas creativas hechas en hierro
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Cruz Aguilar

Gran dominio de la técnica y una creatividad inusual en un herrero autodidacta que apenas salía del pueblo. Eso es lo que destilan las piezas que ahora se exhiben en el Museo de Albarracín y que fueron realizadas por Adolfo Jarreta entre la década de los 60 y los 70.

Se trata de grandes creaciones tanto desde el punto de vista de la técnica de la forja como analizadas con una visión más artística. Carmen Martínez Samper, que es la comisaría de la exposición y profesora de Historia del Arte, destaca cómo el herrero emplea en algunas de sus piezas “conceptos de vanguardia del vacío en escultura” y pone como ejemplo la imagen de la Pilarica, donde el cuerpo de la Virgen y el de su hijo se insinúan, porque no existen, bajo un manto de hierro. 

La experta en arte y en la obra del herrero turolense compara la capacidad de jugar con el vacío del forjador de Albarracín con algunos grandes de la escultura contemporánea como Julio González,  Martín Chirino o Pablo Gargallo.

Las obras que ahora se exponen en el Museo de Albarracín suman unas 25 y forman parte de la colección de más de un centenar que la familia Jarreta ha cedido a la Fundación Santa María para que puedan exponerse en los Espacios y Tesoros que gestiona la entidad. Martínez Samper ha dividido las piezas en diversas secciones en función de la temática y la primera muestra está centrada en la figura humana. Entre esas obras hay cristos de diferentes estilos para los que posiblemente se inspirara en postales que le regalaban sus amigos y conocidos. Cruces barrocas, románicas o con la base que echa raíces: “Es como si viera distintas estampas y él se pusiera los retos”, dice la comisaría de la muestra. 

También se incluyen esculturas de joteros, una representación de Adán y Eva en el paraíso, la escena del Descendimiento de Cristo y un gran árbol de la vida, que es la pieza de mayor tamaño de todas las que ahora se pueden admirar en el centro expositivo. “Es un árbol con las raíces inquietas, que no para, con movimiento y ni siquiera ha caído en el tópico de hacerle hojas”, alaba Carmen Martínez Samper.

Posibilidad de taller

Adolfo Jarreta recaló en Albarracín por casualidad. Nació en Pozuelo de Aragón, un pequeño pueblo del Campo de Borja pero vivió en Zaragoza y en Madrid, donde trabajó como laminador, un empleo que despertó su pasión por el hierro y le aportó una gran experiencia a la hora de trabajar la forja. La jubilación de Silverio Díaz, el herrero de Albarracín, dejó libre un puesto que Jarreta ocupó porque le permitía contar con un taller en el que desarrollar su creatividad. 

Ya no salió de Albarracín, aunque sí lo hicieron sus obras, que envió a diferentes exposiciones y concursos de ámbito regional y nacional y cosechó diversos galardones, como el Premio Nacional en el Concurso de Arcas, Cajas y Estuches de Madrid en 1971 o la Medalla de Plata en la Exposición Provincial de Artesanía Artística de 1975, entre otros. 

Adolfo Jarreta es un ejemplo para los herreros actuales, como apunta Fernando Cortel, que tiene su taller en Mora de Rubielos. “En sus obras hay cantidad de técnicas cruzadas”, explica el profesional de la forja, y cita el trenzado, el rajado, el aplanado o la soldadura a la calda, que es una unión a base de calor y golpes obtenida con ayuda de una arena y en la que era todo un artista según dicen los entendidos en la materia. 

La forja era una forma de jerarquía social y hay bellos ejemplos de rejas no solo en Albarracín, sino en toda la sierra. En este sentido, Martínez Samper destaca que Silverio Díaz, el predecesor de Adolfo Jarreta, ya realizó creaciones valiosas: “Ambos herreros hacen acabados diferentes, pero las piezas tienen gran valor”, relata la experta en arte, quien reconoce que todos los herreros “tienen un lado artístico” y por eso la mayor parte de ellos no se queda simplemente en la ejecución de piezas funcionales. 

El herrero de Albarracín era consciente de que sus piezas iban más allá del uso del hierro en un pueblo y por eso las firmaba y les ponía la fecha. Además, en algunas de ellas incluía misteriosos y lapidarios mensajes como el “Ya sé a qué vienes” que grabó al pie de uno de los cristos.

La saga continúa

Jarreta hizo muchas rejas y su arte se puede admirar paseando por Albarracín. También vendió alguna de sus creaciones, aunque principalmente las hacía para él, eran pequeños retos que se marcaba y que adquirieron formas artísticas. “Las mejores piezas se las quedaba él y las que salían del taller medio las regalaba”, dice Héctor Jarreta, que es su nieto y que ahora está aprendiendo el oficio. Cuenta que sus maestros alaban la destreza que tiene, como si fuera una herencia genética, porque reconoce que él apenas se acuerda de ver a su abuelo trabajar en el yunque.