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Joaquín Araujo, divulgador medio ambiental: “No puedes arrasar el paisaje para luchar contra el cambio climático” Joaquín Araujo, divulgador medio ambiental: “No puedes arrasar el paisaje para luchar contra el cambio climático”
Fotografía del naturalista Joaquín Araujo. EFE

Joaquín Araujo, divulgador medio ambiental: “No puedes arrasar el paisaje para luchar contra el cambio climático”

El experto asegura que hay alternativas a los macroparques energéticos
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Desde que formara tándem con Félix Rodríguez de la Fuente en los años 70 y 80, Joaquín Araujo (Madrid, 1947) es uno de los grandes expertos y divulgadores en conservación del medio ambiente en España. Agricultor, cineasta, guionista y escritor, vive en su finca de Las Villuercas (Extremadura) donde practica una ecología activa y donde vivir es un acto de amor hacia la naturaleza, porque no entiende la vida de otro modo. Araujo visitará este jueves Teruel, para ofrecer en el Museo Provincial (19 horas) la charla-coloquio La vivencia del paisaje y presentar su último libro: Tterra (Tundra ediciones).

-¿Cuál será el hilo conductor de la charla que va a ofrecer en Teruel?

-Será uno de los rasgos de conducta de nuestra civilización que seguramente más inadvertido está pasando: que ha decidido excluirse de la naturaleza. Quien no ve la línea del horizonte, quien no ve crecer la hierba, quien no observa cómo funciona la vida, no se implica en la conservación de la naturaleza. De la que por cierto depende la vida del ser humano.

-¿Por qué hemos perdido esa capacidad de vincularnos al paisaje?

-Fundamentalmente por la extinción, prácticamente ya consumada, de la cultura rural. Incluso la poca gente que sigue viviendo en pueblos o dedicada al campo ya no vive el paisaje: todo se ha tecnificado, la vida se ha recluido bajo techo y las relaciones se establecen a través de pantallas. Apenas una minoría mantiene una vivencia real del paisaje, y eso hace muy difícil su recuperación. Para la mayoría el paisaje es algo inexistente.

-¿Por qué deberíamos volver a mirar hacia él?

-Porque no podremos seguir viviendo mucho más tiempo dándole la espalda. Nos enfrentamos a seis colapsos en seis aspectos básicos del funcionamiento de la biosfera. Y eso se percibe mucho mejor cuando se vive en contacto con el paisaje. Por ejemplo, quien observa el campo sabe que quedan menos de la mitad de insectos que hace cincuenta años. En cambio, quien vive bajo techo solo nota que hace más calor porque proliferan los aires acondicionados. Ver secarse los árboles que tú mismo has plantado te da una conciencia mucho más clara del calentamiento global.

-El ser humano no percibe los insectos como compañeros de bioma, sino como molestias...

-Y sin embargo dependemos de ellos. Pero la comodidad ha instalado una especie de negación generalizada. Cuando hablamos de negacionismo, pensamos en ciertos sectores políticos, pero en realidad la civilización entera está negando a la naturaleza su derecho de existencia. Quien no tiene contacto con el paisaje no percibe esa negación como algo grave. Es una forma de autocondena, porque vivir el paisaje da buen gusto, libertad y salud. Si la gente prefiere la belleza a la fealdad, la salud a la enfermedad y la libertad a la cárcel, debería entender que todo eso depende del buen estado de nuestro planeta.

-Ha mencionado seis colapsos... ¿cuáles son?

-El primero que suele mencionarse es la catástrofe climática, pero aún más grave es el segundo, la pérdida de diversidad biológica. Estamos ante un desplome catastrófico de las poblaciones de animales y plantas. Si cualquier otro valor perdiera un 70 %, hablaríamos de una tragedia nacional. El tercer colapso es la alteración de las corrientes de los océanos: el cambio en el pH y el calentamiento están modificando la circulación marina, lo que afecta al clima global. Otro colapso es el cultural: esta civilización no solo quiere vivir de espaldas a la vida, sino que pretende vivir contra la vida, agrediendo simultáneamente a todos los seres vivos. También sufrimos el colapso de la fertilidad natural, el mejor ejemplo de economía circular y autoabastecimiento, y de igualdad y justicia entre productores y consumidores. La agricultura industrial hace que todo eso salte por los aires. Y finalmente, el de la improductividad creciente de la Tierra, la desertificación y las migraciones humanas que provoca. La cantidad de gente que huye por razones ambientales es grande y va en aumento.

-Durante décadas el problema medioambiental era cosa del futuro, pero el cronómetro no se ha parado...

-La comunidad científica afirma sin reservas que todos los modelos que se hicieron en el pasado se están quedando cortos. Lo que se preveía para finales de este siglo ya está ocurriendo. El objetivo de limitar el aumento de temperatura a un grado y medio, fijado en París para 2100, ya se ha superado. Y lo mismo sucede con el colapso de la fauna silvestre, previsto para dentro de siglos: ya está aquí.

-En Teruel está candente el debate sobre los macroparques fotovoltaicos y eólicos. ¿Es posible compatibilizar la producción energética que demanda el mundo desarrollado con la conservación del paisaje?

-Debería serlo, pero no se está haciendo bien. No se pueden llamar renovables a las energías que destruyen el territorio donde se instalan. No puedes arrasar un paisaje natural para luchar contra el cambio climático. Tenemos ya más de dos millones de hectáreas destruidas en España, el equivalente a la provincia de Cáceres. Hay alternativas perfectamente viables: instalar paneles en polígonos industriales, en los márgenes o medianas de las autovías, en zonas ya alteradas por la mano del hombre.

-¿Por qué no se proponen ese tipo de soluciones en Teruel? ¿Quien gana instalando molinos en bosques, donde es más caro llegar, construir y transportar la energía producida?

-El problema es que la toma de decisiones está privatizada. Son las empresas las que eligen dónde instalarse en base a sus propios intereses, no la comunidad científica ni la administración. Solo se busca el beneficio, y eso conduce a decisiones arbitrarias y dañinas. Además, falta planificación territorial: nadie se sienta con un mapa y el paisaje delante para decidir qué debe hacerse en cada lugar.

-Usted fue uno de los pioneros, junto a Félix Rodríguez de la Fuente, en la divulgación de los valores naturales. ¿Cómo ha cambiado la percepción del público desde entonces? ¿Hemos ido hacia atrás o hacia delante?

-Ha cambiado mucho y no siempre para mejor. Hemos avanzado en conocimiento científico, en producción cultural, en legislación ambiental… pero no hemos logrado frenar la degradación del medio ambiente. Y ahora asistimos incluso a una ofensiva para expulsar las políticas ecológicas del debate público. Cuando yo empecé no había concejales de medio ambiente en ninguna ciudad, ni leyes, ni programas, ni publicaciones sobre naturaleza. Hoy hay de todo eso, y sin embargo la situación es peor. En parte yo lo atribuyo a que, paralelamente, también se ha multiplicado la capacidad de distracción, de inhibición y de indiferencia de la gente, en gran parte por las tecnologías de la información y del entretenimiento.