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Juan Miñarro reconstruye el cadáver de la Sábana Santa a la luz de la ciencia forense Juan Miñarro reconstruye el cadáver de la Sábana Santa a la luz de la ciencia forense
Reproducción de la Sábana Santa y la escultura construida por Juan Manuel Miñarro a partir de información extraída de ella

Juan Miñarro reconstruye el cadáver de la Sábana Santa a la luz de la ciencia forense

La exposición sobre el proyecto del artista puede verse en el Sagrado Corazón hasta el domingo
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El artista y catedrático de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla Juan Manuel Miñarro y el Centro Español de Sindonología realizó durante tres años, en 2001, un trabajo antropométrico sobre una copia de la Sábana Santa, la supuesta tela que se utilizó para envolver el cadáver de Jesucristo y darle sepultura tras su crucifixión, con el objetivo de extraer toda la información posible de las marcas contenidas en él, como si de un análisis forense se tratara. En una segunda fase, el estudio trató de averiguar hasta qué punto esa información podría corresponderse con el relato sobre la Pasión de Cristo contenido en los Evangelios canónicos.

El resultado de esa investigación, que se nutrió de experimentos propios, de análisis anatómicos realizados junto a Pedro Peinado Rocamora y también de algunos de los estudios científicos que se han hecho durante las últimas décadas, se materializó en la exposición El  hombre de la Sábana Santa, impulsado por la Fundación Aguilar y Eslava de la localidad de Cabra (Córdoba), que ha itinerado desde entonces por numerosos espacios y que actualmente puede verse en Teruel, en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de las Hijas de la Caridad (C/ Ripalda), donde ha recibido numerosas visitas desde el 14 de febrero y que cerrará sus puertas este domingo, 31 de marzo.

Como si de un análisis pericial forense se tratara, Miñarro interpreta los datos arrojados por la Sábana Santa como los propios de un sudario que hubiera cubiertos los restos “de un cadáver reciente (5 o 6 horas), en un estado de intensa rigidez. En las zonas de declives referidas a la posición del cuerpo en la cruz, por la acción de la gravedad y por la muerte, presenta manchas hemostáticas o cadavéricas. La morfología de los traumatismos, colocación y textura de la sangre diferencian la morfología hemática: vital y postmortem; asimismo se distinguen fluidos por suero y líquidos de edema pulmonar cadavérico”.

Tumefacto

Entre otros datos que pueden leerse en la exposición, Miñarro aporta que en el rostro “tumefacto” de la persona que fue envuelta con el sudario aparecen más de 50 heridas punzantes que se corresponden con la corona de espinos de la que hablan los Evangelios, además de “aplastamiento de la nariz e hinchazón del ojo y pómulo derecho”.

Además de “heridas de pequeño tamaño, pareadas y puntiformes” compatibles con el flagrum taxilatum -el látigo oficial romano de la época para azotar esclavos y criminales-, el cuerpo según este análisis presenta “en el costado una gran herida inciso cortante con características de hemorragia postmortem con masa sanguínea separada del plasma, situada entre la 5º y 6º costilla que atraviesa completamente la caja torácica originando un orificio de salida en la zona izquierda de la espalda”, que podría ser compatible con la lanza que según el Evangelio de Juan propinó a Jesucristo, una vez ya fallecido, un soldado romano, que algún otro texto apócrifo identifica con Longinos.

Además de una copia de la propia Síndone tal y como pudo estar expuesta en la iglesia de Santa María de Constantinopla antes de desaparecer durante las Cruzadas, para reaparecer siglos después en Francia, la pieza central de la muestra es una escultura creada por Miñarro del hombre a quien cubrió el sudario, en la posición y con todas las heridas que el análisis de la Síndone permitió identificar. También se expone un holograma del rostro de esa persona realizado por el doctor Petrus Soons con 625 imágenes diferentes, se ha realizado una reconstrucción detallada en 3D, y reconstrucciones de la corona de espinas, la lanza que le causó una herida en el costado o los clavos, con las dimensiones que indican las heridas contenidas en la Síndone y verificadas por fuentes documentales latinas.

Inauguración

Antonio Ramón Jiménez, responsable de la Fundación Aguilar y Eslava, insistió durante la inauguración de la muestra en Teruel que esta no intenta tanto demostrar que la sábana envolvió los restos de Jesús de Nazaret, a quien la tradición católica identifica a través de la fe como el hijo de Dios, sino averiguar todo lo que la ciencia puede esclarecer a partir de las huellas en la Sábana Santa y comparar esa información con la contenida en diferentes registros escritos, entre ellos los Evangelios.
 

Una chica mira la reproducción del rostro del cadáver, con las heridas explicadas en la carpeta inferior


La muestra está acompañada por una serie de paneles interpretativos que permite conocer los Lugares Santos  y todo cuanto rodea al misterio de la Sábana Santa y el Sudario de Oviedo, considerada la reliquia hermana de la Síndone. También conocido como Sudarium Domini, el Sudario de Oviedo es un pañuelo de lino de 85x52 centímetros mencionado en el Evangelio de San Juan. Tradicionalmente ha sido venerado como un paño que cubrió el rostro de Jesús de Nazaret, y estudios como el que realizó el médico forense Alfonso Sánchez Hermosilla, que pertenece también al Centro Nacional de Sindonología, indican que fuera o no Jesús de Nazaret, ambas telas cubrieron al mismo cadáver.

En lo que a la Sábana Santa se refiere, la primera referencia escrita que se tiene de ella corresponde al Evangelio Apócrifo de los Hebreos (siglo I), y según se explica en la exposición que puede visitarse en el Sagrado Corazón de Teruel hasta el próximo domingo, aparece después en textos apócrifos de Pedro, Nicodemo, Gamaliel, o en los Hechos de Pilato y Hechos del Salvador. A partir de entonces hay referencias escritas en numerosas fuentes hasta su expolio por los Cruzados de Constantinopla, atribuida a caballeros “galos”. Posteriormente apareció después en París, antes de ser trasladada definitivamente a Turín, donde se conserva en la actualidad.

La exposición también hace referencia a las similitudes y diferencias entre la imagen del hombre que a la luz de la ciencia estuvo envuelto en la Síndone y las representaciones de Jesucristo que han realizado los artistas a través de los siglos. Lo cierto es que la figura esculpida por Juan Manuel Miñarro es muy fiel a la imaginería tradicional, especialmente más allá del Románico, cuando el arte tiende a separarse del simbolismo.

Estudios científicos

En un tercer apartado, la exposición muestra los materiales que Miñarro utilizó para realizar su estudio; negativos fotográficos de la Sábana Santa original -donde se aprecian muchas más marcas y con mayor claridad que en la propia imagen positivada-, cálculos, dibujos y estudios genéticos a partir de los restos de sangre que aparentemente se obtuvieron del sudario, y que según los responsables del estudio se conservaron gracias a los ungüentos que tradicionalmente se utilizaban en la Judea romanizada del siglo I d.C. en los ritos funerarios de personas de cierta predominancia.

Entre otras cosas, en esa sección se explica que la imagen que el cadáver transfirió al sudario se aprecia en mucha mayor medida a través de los negativos fotográficos y no de la imagen positivada, donde lo más destacado al ojo humano son las marcas que quedaron de un incendio que sufrió en 1532 y manchas derivadas de la humedad y una conservación defectuosa.

Con motivo de la inauguración de esta exposición, el 4 de marzo visitó Teruel Jorge Manuel Rodríguez Almenar, profesor de Derecho Civil de la Universidad de Valencia  y presidente del Centro Nacional de Sindonología.

Rodríguez Almenar ofreció una charla titulada La Sábana Santa a la luz de la ciencia, e insistió en que mientras que la existencia de Jesús de Nazaret y su naturaleza como hijo de Dios es una cuestión de fe, que “no puede ni necesita” ser demostrada por la ciencia, “la Sábana Santa es un objeto histórico sobre el que se pueden hacer pruebas científicas como si fuera cualquier otro objeto”. “No tiene sentido creer o no creer en un objeto”, afirmó.

Análisis

Rodríguez llamó la atención sobre el hecho de que en el imaginario popular quedó grabado el análisis que se hizo en 1988 por parte de tres laboratorios diferentes de otros tantos fragmentos de la Síndone a través del Carbono 14, un isótopo del carbono que permite datar con un error de 30 años objetos constituidos por materia orgánica.

En un primer momento los análisis concluyeron que la antiguedad del lino de la Síndone permitían deducir que había sido fabricada entre mediados del siglo XIII y finales del XIV, y que por tanto se trataba de una falsificación medieval. “Esa información se extendió rápidamente y desde entonces todo el mundo piensa que la Sábana Santa es un objeto que fue fabricado en la Edad Media”, afirmó Rodríguez. “Pero casi nadie sabe que un año después, en 1989, la revista científica Nature publicó los datos oficiales completos, en los que la comunidad científica reconocía que su nivel de significancia era solo de 5” -en una escala de 100 en la que lo habitual en los estudios fiables realizados con carbono 14 suelen ir del 30 al 90. Ese artículo afirma que no era admisible científicamente que tres estudios arrojaran datos tan dispares -Arizona dató la antiguedad de la Síndone en 646 años, Zurich en 676 años y Oxford 750 años. Semejante desfase solo podía ser explicado por la contaminación de la muestra, algo bastante verosímil teniendo en cuenta que la Sábana nunca ha sido conservada con medidas que la preserven excepto en la actualidad, que ha sufrido exposiciones públicas a la intemperie e incluso varios incendios y que las muestras estudiadas procedían de una de sus esquinas, “de donde solía sujetarse antiguamente para su exhibición pública”, según Rodríguez.

En resumen, Nature concluyó que el análisis del Carbono 14 sobre la Sábana Santa era “inconcluyente”. La ciencia no demostró que fuera una falsificación, “pero mucha gente piensa que sí”, insistió Rodríguez.

El resto de la exposición que en su día ofreció Jorge Manuel Rodríguez en el Seminario de Teruel, así como el conjunto de la exposición El hombre de la Sábana Santa, demuestran -o así lo sostienen sus responsables, a través de análisis formales de sepulturas históricamente registradas o de rastros de pólenes encontrados en la tela- que la Sábana Santa envolvió pocas horas después de su muerte a un hombre crucificado en Judea en el siglo I d. C., un hombre de cierta importancia, que fue sepultado con honores, y que antes de morir fue torturado de un modo que coincide con la exposición que se realiza en los textos sagrados que describen la Pasión de Cristo.