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La fabricación de cal, un saber que se pierde pese a la demanda de materiales sostenibles La fabricación de cal, un saber que se pierde pese a la demanda de materiales sostenibles
Imagen tomada con dron que muestra el horno calero en funcionamiento, con una persona avivando el fuego para mantenerlo activo

La fabricación de cal, un saber que se pierde pese a la demanda de materiales sostenibles

El artesano de Albarracín Antonio Meda enciende un horno calero en Atzeneta del Maestrazgo
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Cruz Aguilar

Para hacer cal desde el método tradicional se necesita que el horno esté en cochura tres días con sus tres noches. Durante ese tiempo hay que ir alimentándolo de leña seca para que el fuego sea constante. Antes requiere un intenso trabajo de carga, colocando los restos de ramulla en la parte inferior, bajo las piedras de cal, para que comience a prender, y después los cantos, cuyo porcentaje en carbonato cálcico es fundamental para obtener una producción de gran calidad. El gran trabajo que requiere hace que sólo haya actualmente en activo un horno de cal en Morón de la Frontera, en Sevilla, y vinculado al Museo de la Cal.

Por eso, el hecho de que el jueves se prendiera un horno de cal en Atzeneta del Maestrazgo, en la provincia de Castellón, concentró la atención de los profesionales vinculados a la bioconstrucción y de numerosas personas interesadas en los materiales tradicionales. El artífice del proyecto fue el artesano del yeso de Albarracín Antonio Meda, que enseñó el proceso a los alumnos de la Escuela Taller de Atzeneta, que está formando a los participantes en aspectos forestales.

Varias de las alumnas de la Escuela Taller, durante la última jornada de encendido del horno

De manera previa, el horno había sido reconstruido, puesto que la mayor parte estaba derruido, y los alumnos de la Escuela Taller de Atzeneta del Maestrat se ocuparon de su restauración. Se trata de una acción que se engloba en un proyecto de extensión universitaria denominado Avan e impulsado por la Universidad Jaume I de Castellón. El objetivo final es poner en valor el patrimonio más olvidado de esta zona de Castellón y reflexionar sobre el concepto de patrimonio, que a veces contempla monumentos como iglesias o ermitas pero deja de lado otros elementos más vinculados a la cotidianidad como los hornos de cal.

Meda reconoce que hacía 30 años que no ponía en marcha un horno de cal, cuyo tiempo de cochura, muy superior al del yeso, hace que él no lo pueda realizar en solitario, porque exige tres días completos pendiente del fuego, algo que una persona sola no puede asumir. En este caso han hecho turnos con los propios alumnos de la Escuela Taller además de los empleados del Ayuntamiento y el director del proyecto Avan, Rafael Tormo. Esta iniciativa está cofinanciada por los fondos europeos Next Generation, la Universidad Jaume I y la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana.

Antonio meda, colocando las ramas secas en el centro de las piedras de cal para garantizar su ignición

A la presentación oficial del proyecto, que tuvo lugar el pasado sábado, asistieron diversos representantes institucionales, entre los que estaban la vicerrectora UJI de Castelló, Carmen Lázaro, el presidente de la mancomunidad de Penyagolosa, Jordi Alcón; varios alcaldes de la zona, representantes de la asociación de amigos de los hornos de cal de Carcaixent y representantes de la escuela taller de Atzeneta y del Centro de estudios de Penyagolosa y los responsables del proyecto Ana Sánchez y Rafael Tormo, entre otros.

Esperar a que se apague

Sin embargo, el proceso todavía no ha concluido, ya que ahora hay que esperar entre una y dos semanas para que quede sin ningún rescoldo y pueda extraerse el material.

La fabricación de la cal se ha hecho a modo de prueba piloto, con una producción de unos 40.000 kilos, una cifra muy baja que se destinará a la recuperación de algunos edificios que albergarán un centro de interpretación y espacios para poner en marcha un circuito en la mancomunidad de Penyagolosa “en el que el arte contemporáneo y el patrimonio transiten para cuestionar el presente”, argumenta Tormo.

Antonio Meda, sobre el montículo de cantos calizos de los que saldrá la cal

Otra de las iniciativas a más corto plazo es fabricar de nuevo cal con la ignición de mayor cantidad de piedra caliza para sacar números con los costes y precio de venta “de cara a conocer la rentabilidad”, concreta Antonio Meda. La estructura externa del horno sirve para continuas cocciones, mientras que es el interior lo que se carga de piedras calizas y leña para prenderle fuego y, cuando termina el proceso, extraer la cal viva.

A partir de ahí, como explica Manuel Gil, que es el director del Museo de la Cal de Morón de la Frontera, se extrae la cal viva y se introduce en agua para que hierva “y matarla”, dejándola lista para utilizar, bien en pasta, si no se muele, o en polvo.

Manuel Gil se desplazó desde Sevilla porque asegura que no es fácil ver en funcionamiento un horno de cal ya que “el único que hay en activo es el de Morón”. Recuerda que la fabricación de cal artesanal tiene muchas connotaciones, desde la recuperación de un oficio hasta la sostenibilidad ambiental. La cal de Morón está declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

La imagen corresponde al proceso de construcción del horno de cal en Atzeneta del Maestrazgo. Avan

Gil sí ve futuro en este oficio porque, justifica, “el rico patrimonio que tenemos en España se ha hecho con cal” y “lo lógico” es que su restauración se haga también con cal. Plantea además todas las ventajas que este material tiene, es transpirable, ignífugo o anti bacteriano, además de ofrecer muchas ventajas para la salud. “Las obras que se hacen con materiales sostenibles las hacen las personas que tienen mucho dinero, porque el cemento no transpira, las pinturas plásticas son tóxicas y tener calidad de vida es lo importante, sobre todo donde estamos el mayor tiempo, que es en nuestras casas”, argumenta.

En Morón de la Frontera los hornos de cal se ponen en funcionamiento un par de veces al año y fabrican en cada cocción 100.000 kilos con una piedra que tiene un 98% de carbonato cálcico, por lo que la cal es de gran calidad.

Manuel Gil señala a su vez que hay varios proyectos en zonas como Extremadura, Galicia o Cataluña y aclara que aunque se trata de un oficio en peligro de extinción, hay personas mayores que todavía conocen el proceso de fabricación y pueden transmitirlo. El responsable del Museo de la Cal plantea la posibilidad de formar a gente a través de talleres de empleo y comenta que, aunque la fabricación requiere un laborioso trabajo, el producto sí podría tener demanda para bioconstrucción y rehabilitaciones patrimoniales, que es precisamente la mayor demanda que Antonio Meda tiene para su yeso rojo de Albarracín.

Ventajas

Otra de las tareas que hay que hacer, además de aprender de los pocos que saben el oficio, es sensibilizar a la población sobre las ventajas del uso de materiales tradicionales frente a los modernos, y Gil recuerda el reciente incendio de un edificio de Valencia, que ardió en unos pocos minutos como si fuera de papel.

La imagen muestra las piedras de cal ya totalmente calcinadas

En este sentido también se pronuncia Rafael Tormo, para quien todo este proyecto que están desarrollando y él ha dirigido debe servir para “hacer un reaprendizaje y volver a usar cal, que es aséptica, higiénica y deja transpirar las paredes”.

Meda prende habitualmente hornos de yeso porque en un sólo día se realiza el proceso de ignición, frente a los tres días completos que requiere la cal. Las diferencias también son con la forma del propio horno, que en el caso de la cal es redondo y de herradura para el yeso. Ademas, explica el artesano de Albarracín, “el horno calero lleva una hondura que se llama olla donde se deposita toda la ceniza”, mientras que el de yeso va a ras de suelo.

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