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La magia de las grandes citas regresa al Teatro Marín La magia de las grandes citas regresa al Teatro Marín
La Orquesta Sinfónica de Teruel interpretó el domingo un repertorio conocido para el público y con temas musicalmente muy interesantes. M. Artigas

La magia de las grandes citas regresa al Teatro Marín

El público turolense disfruta de un interesante y complejo programa ofrecido por la Sinfónica de Teruel
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Del romanticismo más ortodoxo al escándalo que en esa época significó Carmen de Bizet, de los divertimentos de cámara de Saint-Saëns a la grandilocuencia de Richard Wagner, y del nacionalismo que hunde sus raíces en los folclores locales a las bandas sonoras cinematográficas, que han universalizado la música y que son la representación más auténtica y genuina de la música sinfónica contemporánea. En torno a cuatrocientas personas asistieron el domingo a la cita con la Orquesta Sinfónica de Teruel en el Teatro Marín, para disfrutar de un concierto de gran calidad que repasó un programa de temas sinfónicos muy conocidos pero musicalmente complejos y muy interesantes. 

La velada deparó algunos momentos realmente mágicos, como el solo de violín de la concertino Irene Esteban en Scheherazade o la soberbia interpretación que hizo Jorge Fanjul del tema de El Cisne, de El Carnaval de los animales de Saint-Säens, al cello.

Fanjul es uno de los cinco compañeros del director de la Sinfónica, Alberto Navas, en la Orquesta Reino de Aragón, residente en el Auditorio de Zaragoza. Junto a él acudieron este fin de semana a Teruel Alfredo Carrión (cuerda frotada), Miriam Cárcel (clarinete), Ernesto Peidró (trombón) y Fran Amado (percusión), para realizar varias clases y ensayos con los músicos turolenses y ponerse al frente, este domingo, de las respectivas secciones de la Sinfónica turolense.

Si esta formación musical ya dio un salto importante durante el Concierto de Primero de Año en 2017, el domingo volvió a rizar el rizo, y a pesar de que cuenta con unos 45 músicos se atrevió con temas sinfónicos clásicos escritos originalmente para grandes formatos y con una complejidad armónica y melódica reseñable. 

EL recital arrancó con la Overtura de Romeo y Julieta de Tchaikovsky, que tiene una de “las melodías más bellas jamás compuestas”, según el director Alberto Navas, quien admite que el ruso ha sido uno de los grandes compositores que le han marcado musicalmente. 

A continuación se interpretó el tema El modava de Mi patria, compuesto por Smetana. Nacido en Bohemia, el autor es uno de los grandes referentes del nacionalismo musical checo que bebió de las leyendas, del folclore y en las tradiciones locales para hacer de la música un referente nacional. En este sentido El modava es uno de sus temas más conocidos y característicos, “y una pieza descriptiva”, como recordó la clarinetista Miriam Cárcel, “en la que la música describe los arroyos, el veinto o las hadas del bosque tan gráficamente que si cierras los ojos es posible imaginarlas”. 

A continuación se interpretó El cisne, tema de El carnaval de los animales de Saint-Saëns, donde la interpretación al cello de Jorge Fanjul, adaptada del original que habitualmente incorpora además arpa y piano, arrancó una enorme ovación. El cisne es el auténtico tesoro, muy conocido por parte del público, de una obra que sin embargo Saint-Saëns escribió para sí mismo y para sus amigos artistas –entre los que se encontraba Liszt– en las frecuentes fiestas que organizaba. El parisino nunca la consideró una obra seria y solo permitió que se hiciera pública tras su muerte, y curiosamente se convirtió en su obra más aclamada y la que le hizo pasar a la posteridad. 

El concierto enfiló la recta final de la primera parte con uno de los fragmentos musicales más representados de la historia, Aragonesa, de la ópera Carmen. Como Saint-Saëns, Bizet tampoco disfruto del éxito de esta obra mientras vivió, pero no porque el público no la conociera, sino porque rompía en muchos sentidos con el gusto romántico de la época y las inclinaciones por escuchar a Mozart, Hayden o Beethoveen en la segunda mitad del XIX. Georges Bizet se adelantó a su tiempo y el fracaso de su Carmen fue tal que tres meses después murió.

Para cerrar la primera parte, la potente sección de viento metal de la Sinfónica de Teruel pudo lucirse con Marcha, de la ópera Tannhäuser de Wagner, una obra maestra que en su día también rechazó estrepitosamente el público, que no le perdonó al compositor alemán que escribiera una Obertura y una Marcha tan rápidas que no respetaba su secular constumbre de llegar tarde a la ópera. Navas hizo hincapié en que “para el público Wagner es la grandilocuencia, pero para el músico es sobre todo la dificultad de interpretación, así que el mérito de la Orquesta Sinfónica de Teruel es enorme”. 

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la música sinfónica contemporánea, y a las bandas sonoras cinematográficas, que son sus mas genuinas representantes durante los siglos XX y XXI. Antes de eso, sin embargo, la Sinfónica interpretó el tema Scheherezade de Rimsky-Korsakov, en el que la concertino Irene Esteban puso voz con su violín a la princesa de las Mil y una noches en uno de los solos de violín más bellos que pueden escucharse, y que embelesaron al público del Marín. 

A partir de ahí pudieron escucharse tres temas de otras tantas grandes bandas sonoras compuestas para el cine en el siglo pasado. El primero fue Hatikva, el carismático tema de Munich compuesto por John Williams que terminó siendo el himno de Israel y que, como está inspirado en canciones populares europeas, tiene detalles reconocibles en Moldava, el tema de Smetana interpretado minutos antes. 

El segundo fue Cinema Paradiso de Morricone, uno de los grandes temas contemporáneos de amor, y se cerró el concierto con uno de los movimientos más conocidos de la banda sonora de E. T., también escrito por Williams, junto a la Marcha de Wagner que se escuchó como bis.