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La política de los agravios La política de los agravios
Agravios. Ilustración de Ana Andrés Soria

La política de los agravios

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Alba Polo Artal Socióloga y miembro del Joven Consejo Científico del Instituto de Estudios Turolenses (IET)


¿Qué hacen las y los sociólogos? Si me dieran una moneda por cada vez que me han preguntado algo parecido tendría una hucha similar a la de la Fontana di Trevi. Explicar el quehacer de la sociología en unas pocas líneas o en una conversación breve de barra de bar resultaría demasiado complicado, y abordarla en profundidad nos llevaría horas y acabaríamos, probablemente, en tedio. Además, el asunto se complica puesto que existen numerosas (sub)disciplinas como la sociología política, la sociología urbana o la sociología de género, que a la vez beben de otras materias como la filosofía, la antropología o la lingüística, necesitando de la interdisciplinariedad para desentrañar algún aspecto de la vida social a través de preguntas e hipótesis, con suerte, incómodas.

Un aspecto sociológicamente olvidado, pero de gran auge actualmente, es la relación entre los discursos y los afectos, que no pueden entenderse de manera separada puesto que el lenguaje es un artefacto afectivo y los afectos son entendidos como espectros de sentido de la puesta en discurso. Un acercamiento afectivo-discursivo a la política, observando las conexiones entre la esfera material y la cultural, resulta útil para comprender el momento que atravesamos, donde las formaciones ultras están normalizándose, cuando no creciendo. No hay más que mirar a Alemania o Noruega, donde ya ocupan la segunda fuerza. O Italia y Estados Unidos, donde directamente gobiernan.

Este éxito se produce, en parte, gracias a la articulación de la narrativa afectiva del agravio. Una política de los agravios que es también encuerpada por el electorado. Pero ¿a qué nos referimos con agravio y, en concreto, con derecho agraviado en la esfera ultra? Es un concepto acuñado por los investigadores Rachel Kalish y Michael Kimmel que surgió para dar respuesta a los tiroteos en masa perpetrados en institutos estadounidenses por jóvenes varones que se sienten humillados y atacados por el sistema, por lo que hace referencia a esa sensación de que hay unos herederos legítimos de bienes, servicios, estatus y, en el fondo, de poder. Un poder que lo estarían perdiendo por culpa de minorías, migrantes, mujeres y gobiernos irresponsables. Sienten que tienen la titularidad del derecho que les están arrebatando. Incluso cuando no tenían ese poder perciben que les quitan la posibilidad futura de alcanzarlo. Esta narrativa se activa con especial énfasis al afirmar que nos quitan nuestros trabajos, aunque ni tan siquiera trabajásemos en, por ejemplo, la recogida del melocotón o de la fresa. Trabajos precarizados -cuando no en régimen de esclavitud moderna-, muy nuestros pero en los que no trabajamos ni trabajaríamos.

 

Imagen obtenida de www.descifrandolaguerra.es


Actualmente se está construyendo políticamente una narrativa que fomenta la percepción de que hay posiciones de autoridad que están siendo arrebatadas por otros que no se las merecen, de ahí que la mirada de responsabilidad ante las múltiples crisis que vivimos acabe siendo hacia abajo, culpando desde el resentimiento, el victimismo, el odio y la envidia a los más desheredados. Esto ocurre, por ejemplo, cuando afirmamos que las mujeres (migrantes) racializadas con hijos acceden antes que las turolenses de pura cepa a las ayudas sociales o a la escuela municipal y que esto es injusto porque nosotras lo merecemos más -inserte aquí cualquier razón, todo es válido si tiene una herencia española-. De esta manera, comienza a vislumbrarse un agravio occidental que está muy en boga y se construye desde narrativas de supuesta pérdida de una cultura, valores y democracia occidental -previamente configuradas de manera restrictiva y limitante-, así como desde la rabia y la nostalgia por la pérdida de cuerpos nativos. Desde determinadas formaciones políticas se está construyendo un grupo externo conformado por (migrantes) arabo-musulmanes que son acusados de causar dicho agravio. Por ejemplo, cuando se difunden mensajes de pánico demográfico por la bajada en la tasa de natalidad de esas mujeres de pura cepa junto con la llegada de migrantes que va a provocar un reemplazo poblacional con el que perderíamos unas raíces cristianas que han sido históricamente ficcionalizadas puesto que se produce un ocultamiento de la historia de la península. Esta narrativa también está presente cuando se reitera que son solo los hombres racializados los que cometen delitos y, en concreto, las agresiones sexuales. De esta manera, parece que las únicas culturas, religiones y cuerpos machistas son los otros. En el fondo, con estos discursos se construye, refuerza y perpetúa el racismo. Por ello, es urgente que analicemos la estructura afectiva del derecho agraviado y su narrativa puesto que nos dan pistas de cómo estamos funcionando como sociedad. Gracias a esta observación entenderemos cómo las vulnerabilidades económicas del proceso globalizador se enredan con las vulnerabilidades culturales de la revolución identitaria y crean sujetos agraviados que incorporan una estructura de exclusión, de resentimiento y de culpabilización hacia quien poco o nada ha participado en las crisis actuales.

Agradecimientos: se agradece el trabajo de la ilustradora Ana Andrés, quien siempre traslada mis pensamientos a imágenes.