Francisco Castro Portolés
En un paraje cerca de la Estanca de Alcañiz dominado actualmente por grandes naves industriales y recorrido por el circuito de Motorland Aragón, parece curioso encontrar un pedacito de un pasado tan remoto como es el yacimiento de La Reala. Este pequeño saliente rocoso estuvo habitado hace 2.600 años y en él una intervención arqueológica, desarrollada por el Taller de Arqueología de Alcañiz este verano, ha empezado a descubrir sus secretos.
Este yacimiento de La Reala no es el único en este rico entorno arqueológico del área endorreica de Alcañiz, pero sí que puede presumir de ser el mejor conservado gracias al afán defensivo de sus antiguos habitantes, que para proteger el único acceso al poblado – los otros dos lados son cortados naturales- edificaron una gran muralla con una base maciza de piedras y un alzado de tierra. El abandono del sitio por causas que desconocemos derivo en que el tiempo, el agua y el viento acabaran por desparramar todo ese material acumulado en altura cubriendo las casas del interior hasta una altura de un metro y preservando hasta nosotros gran parte de sus objetos cotidianos.
Estas circunstancias de conservación son clave para que actualmente podamos abrir esa ventana al pasado y observar a las sociedades de la Primera Edad del Hierro, si no, los implacables factores erosivos nos hubieran legado un promontorio rocoso pelado, como muchos otros que nunca nos contarán sus historias.
Las investigaciones en este yacimiento comenzaron en el propio momento de su descubrimiento, cuando el arqueólogo José Antonio Benavente, allá por 2005, detectó durante los trabajos de prospección previos una serie de yacimientos arqueológicos en lo que posteriormente sería el circuito y toda la infraestructura aledaña. Desde aquel momento La Reala ya destacó frente al resto por su estado de conservación y su sistema defensivo apreciable a simple vista (de arqueólogo). Se realizaron varias catas exploratorias, todas ellas positivas, que certificaron la presencia y las características iniciales del yacimiento.
Así pasan 20 años donde los restos arqueológicos, desde su lugar privilegiado, disfrutan viendo grandes campeones del motociclismo ir y venir, sin que nadie moviera una piedra. Hasta que en agosto de 2025 el Taller de Arqueología de Alcañiz organiza el 1º Curso de Iniciación a la Arqueología con un marcado enfoque práctico y nuestro yacimiento como protagonista. Este curso tiene un gran éxito de convocatoria, derivado creemos, de la apertura del público al que iba destinado – personas mayores de 16 años sin necesidad de experiencia previa-. En este sentido la falta de experiencia previa fue suplida por la formación teórica que se les impartió el primer día en el aula, y por una encomiable voluntad de aprendizaje y trabajo que muchas veces acompaña a esta profesión tan vocacional.
Los objetivos de dicha intervención pasaban por primero usarlo de recurso pedagógico durante el desarrollo del propio curso, segundo ampliar mediante metodología científica la información esencial que tenemos del yacimiento y tercero avanzar en la promoción y difusión de este bien patrimonial excepcional. Sobre el primero las encuestas de satisfacción del alumnado confirman con creces su utilidad. Es en el segundo donde tenemos que detenernos un poco más, ya que los resultados arqueológicos obtenidos requieren explayarnos.
La excavación se ha centrado en delimitar por ambos lados lo que ya se intuía que era una gran muralla de cierre. En este proceso se han documentado también los niveles de tierra formados principalmente por adobes y tapial que se adosan a la gran estructura de piedra y que formarían sus niveles superiores, sin contar con otros elementos más perecederos como la madera, que no se suele conservar. Las dimensiones que empiezan a arrojar los trabajos son imponentes, ya que estamos hablando de una anchura de 4m, lo que en altura se traduce en el doble por lo menos. Para hacernos una idea, en un yacimiento con la superficie de La Reala, que es un promontorio rocoso que no llega a 1Ha, semejante muralla sobresaldría sobre el paisaje circundante como un rascacielos en el skyline de cualquier ciudad actual. Además, en la parte central se empieza a dibujar un engrosamiento que correspondería con un torreón aún más elevado que defendería el acceso o puerta, aun no descubierta.
La otra zona que ha concentrado los trabajos es el interior del poblado, exactamente una zona donde ya en superficie se aprecia un muro perpendicular al cortado natural de roca. La zona habitacional que protege la potente muralla no albergaría más de 15 casas, cuya disposición desconocemos por ahora, pero que para estas cronologías suele presentarse en calle central con casas rectangulares adosadas. Los resultados en esta zona confirman que gracias al derrumbe y sedimentación de los edificios del poblado (muralla y casas) se cubrió y conservó parte de dichas casas, los zócalos de mampostería y los suelos de tierra batida principalmente.
Inseparablemente al conocimiento de las características físicas del yacimiento, la excavación también ha recuperado materiales arqueológicos varios, que con un estudio preliminar vienen a confirmar la cronología lanzada en el momento de su descubrimiento. La preponderancia de la cerámica a mano de pastas oscuras con decoración incisa y plástica combinada con la aparición esporádica de cerámica a torno ibérica, nos habla del periodo de transición entre sociedades de la Primera Edad del Hierro y los primeros rasgos de la Segunda Edad del Hierro (Época Ibérica). Esto situaría la ocupación del poblado entorno al siglo VI-V a.C. Otros objetos destacables que van en la línea de lo anterior son un molde de fundición de varillas de bronce, un ponderal de plomo y una flecha de bronce. Esta última incidiendo también en el ambiente conflictivo que empuja a estas sociedades a levantar gigantescos sistemas defensivos para defenderse y controlar el territorio.
En definitiva, la excavación arqueológica llevada a cabo en agosto viene a confirmar los planteamientos previos surgidos en el momento del descubrimiento del sitio y además aporta nuevas perspectivas de investigación que afianzan y amplían el valor patrimonial y científico de La Reala, cuyo proyecto pretende consolidarse anualmente y contar con el apoyo de más instituciones locales.
