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Las Grutas de Cristal de Molinos deslumbran como uno de los tesoros subterráneos de la Comunidad Las Grutas de Cristal de Molinos deslumbran como uno de los tesoros subterráneos de la Comunidad
Vista del recorrido iluminado en las Grutas de Cristal de Molinos. Red Natura Aragón

Las Grutas de Cristal de Molinos deslumbran como uno de los tesoros subterráneos de la Comunidad

La abundancia de estalactitas excéntricas convierte este enclave turolense en un referente geológico de reconocimiento nacional
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A escasos kilómetros de la localidad turolense de Molinos se abre paso uno de los paisajes subterráneos más sorprendentes de Aragón: el Monumento Natural de las Grutas de Cristal, declarado en 2006 y extendido sobre 126 hectáreas del Maestrazgo. Bajo estas tierras de arenas, margas y calizas del Cretácico superior, y de conglomerados y arcillas del Oligoceno-Mioceno, se esconde un mundo moldeado por el agua durante millones de años, un universo mineral donde el tiempo parece tener otro ritmo.

El descubrimiento de estas cavidades, relativamente reciente, se produjo en abril de 1961, cuando espeleólogos del S.P.E.S. del club de esquí Puigmal de Barcelona, guiados por vecinos de Molinos, encontraron la entrada de la Cueva de las Graderas. Aquella boca oscura, situada a 970 metros sobre el nivel del mar, abrió paso a un laberinto subterráneo que muy pronto llamó la atención por la diversidad de sus formaciones minerales. Nadie imaginaba entonces que la lenta disolución del terreno calizo había estado creando, gota a gota, un auténtico museo natural de cristalizaciones que hoy constituye uno de los paisajes endokársticos más impresionantes de Aragón.

La visita turística, que dura alrededor de tres cuartos de hora, no necesita grandes artificios para despertar la fascinación del visitante. Basta descender por las escaleras de acceso, en cuya barandilla se despliega una Línea del Tiempo que ayuda a interpretar la historia geológica del entorno, para tomar conciencia de que se está entrando en un territorio modelado a un ritmo infinitamente lento. A mitad del descenso, una exposición fotográfica en gran formato adelanta lo que se verá más adelante: los tonos, formas y texturas que el agua y los carbonatos disueltos han ido tejiendo en el interior de la montaña.

Formaciones de columnas y cortinas minerales en una de las salas de las Grutas de Cristal de Molinos. Red Natura Aragón

Una vez dentro, la Cueva de las Graderas despliega su mundo en una sucesión de pequeñas salas y galerías que parecen comunicarse entre sí como si fueran las estancias de un palacio mineral. La Sala de los Cristales es quizá la más impactante. En ella se desarrolla una variadísima colección de espeleotemas: estalactitas que descienden como agujas, estalagmitas que se elevan desde el suelo, columnas que unen techo y suelo en un abrazo pétreo, cortinas onduladas y delicadas cascadas de carbonato que el tiempo ha ido fijando con sorprendente armonía. Sin embargo, nada llama tanto la atención como las estalactitas excéntricas, también conocidas como helictitas, capaces de crecer en direcciones imposibles, horizontales o retorcidas, ajenas —al menos en apariencia— a la fuerza de la gravedad. La abundancia de estas formaciones convierte al conjunto en un referente dentro de la geología aragonesa y en un Punto de Interés Geológico de importancia nacional.

Un poco más adelante, la Sala Marina continúa el espectáculo con formas coralinas que parecen extraídas de los fondos de un océano ya desaparecido. Las texturas recuerdan estructuras vivas, fósiles de arrecifes imaginarios que evocan un pasado remoto en el que el territorio fue muy distinto al actual. El visitante, mientras avanza, siente que camina por el interior de una joya caliza que, en lugar de engarzarse al sol, se ilumina con la tenue luz artificial que permite descubrir sus mil matices.

No menos sorprendente es el papel que estas cavidades han jugado en la historia humana. En las Grutas de Cristal se localizaron dos enterramientos antrópicos, uno de ellos el célebre "Hombre de Molinos". Durante mucho tiempo se creyó que su antigüedad rondaba los 25.000 años, pero estudios recientes de la Universidad de Zaragoza, mediante datación por carbono 14, han situado su edad en torno a los 5.100 años. Este hallazgo, junto a los fósiles de mamíferos de aproximadamente 100.000 años descubiertos en el suelo de la cueva, demuestra que el lugar no solo es un museo geológico, sino también arqueológico y paleontológico. Las Grutas han sido, a lo largo de los milenios, un refugio y un escenario donde la vida humana dejó huellas discretas pero fascinantes.

Detalle de estalactitas activas en el interior de las Grutas de Cristal de Molinos. Red Natura Aragón

Mientras la Cueva de las Graderas recibe cada año alrededor de 30.000 visitantes, otra cavidad del Monumento Natural permanece silenciosa y apartada: la Cueva de Baticambras. Su apariencia discreta esconde una relevancia biológica de gran importancia. Allí se refugian tres especies de murciélagos catalogadas como Vulnerables en Aragón: el murciélago grande de herradura, el murciélago mediterráneo de herradura y el murciélago pequeño de herradura. En invierno, unos 250 ejemplares del murciélago mediterráneo utilizan la cueva como lugar de hibernada, convirtiendo el espacio en uno de los más importantes de la provincia de Teruel para esta especie. La sensibilidad extrema de estos animales a los cambios ambientales llevó a prohibir las visitas turísticas y a instalar un cerramiento que impide el acceso humano sin obstaculizar el vuelo de los quirópteros. La cueva está declarada Lugar de Importancia Comunitaria, y su protección se suma a las medidas autonómicas que amparan otras especies del entorno, como el cangrejo de río común.

El exterior del Monumento Natural, lejos de quedar relegado ante la espectacularidad subterránea, muestra un paisaje mediterráneo típico en el que dominan la coscoja, la sabina negral, el romero, el tomillo, el espliego y la carrasca. Los barrancos de Altaya, Pollarés y Baticambras abren paso a un territorio abrupto que acoge especies tan emblemáticas como el águila perdicera, el águila real, el buitre común, el halcón peregrino y el alimoche. La conservación de los usos tradicionales, especialmente la ganadería extensiva, ha contribuido a mantener una biodiversidad que se ha adaptado al ser humano sin perder su carácter esencialmente salvaje.

En este escenario tan singular, las Grutas de Cristal se han convertido no solo en un reclamo turístico, sino también cultural. El festival “Música y Palabra” ha encontrado en sus salas un marco perfecto para conciertos de música clásica y recitales de poesía, aprovechando la acústica natural de las rocas y la atmósfera íntima del interior. La experiencia es tan inusual como inolvidable: escuchar un cuarteto de cuerda rodeado de estalactitas centenarias transforma la percepción del espacio y del tiempo.

Al finalizar la visita, el mirador situado a las puertas de la Cueva de las Graderas ofrece una imagen completamente distinta del paisaje: las lomas, los barrancos y la vegetación mediterránea contrastan con la oscuridad del interior recién recorrido. Es el recordatorio perfecto de que, bajo la belleza visible del Maestrazgo, se oculta otra belleza más silenciosa y delicada, un mundo subterráneo que sigue formándose día a día, con la lentitud de lo eterno.

Las Grutas de Cristal de Molinos son, en definitiva, una lección de paciencia geológica, una ventana al pasado humano y un refugio para especies que dependen de la oscuridad y el silencio. Un territorio en el que la naturaleza, la historia y la cultura dialogan sin estridencias, invitando a quien lo visita a detenerse, escuchar y dejar que la tierra cuente sus historias escritas en mineral.