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Marc Marginedas, corresponsal de guerra: “Si Ucrania no hubiera recibido armas, Putin estaría pensando ya en los Países Bálticos” Marc Marginedas, corresponsal de guerra: “Si Ucrania no hubiera recibido armas, Putin estaría pensando ya en los Países Bálticos”
Marc Marginedas, este martes en el Centro Buñuel Calanda (CBC)

Marc Marginedas, corresponsal de guerra: “Si Ucrania no hubiera recibido armas, Putin estaría pensando ya en los Países Bálticos”

Presentado en el Festival de Calanda el documental 'Regreso a Raqqa', que narra el secuestro del periodista por el Estado Islámico
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El Festival Internacional de Cine Buñuel-Calanda (BCIFF) presentó este martes, en la tercera jornada de esta 18ª edición, el documental Regreso a Raqqa (dirección y guión de Albert Solé y Raúl Cuevas), la crónica de un terrible secuestro, el de 19 periodistas y trabajadores de ONGs -seis de ellos decapitados- de diferentes nacionalidades ,que fueron capturados por el Estado Islámico. El documental está narrado por una de las víctimas, el reportero español Marc Marginedas, el primer cautivo que fue liberado, que, antes de la proyección del documental, ofreció una charla sobre reporterismo de guerra en el Centro Buñuel Calanda. Marginedas, que tilda su secuestro de “accidente laboral”, explica en esta entrevista las vinculaciones entre las guerras de Ucrania y Siria, con un protagonista claro: el régimen ruso de Bladimir Putin.

-¿Qué relación tienen las guerras de Ucrania y Siria?

-Yo veo toda la relación, porque hay un común denominador, que es el papel que ejerce Rusia en ambos conflictos, porque se dan circunstancias coincidentes en todos los conflictos en los que ha participado Rusia. Yo asistí a la llegada al poder de Bladimir Putin, que impulsó la primera guerra de Chechenia, que se convirtió en una monstruosidad, con el secuestro de cooperantes y periodistas que eran testigos incómodos de lo que sucedía. Aparte, Chechenia, Siria y Ucrania no se pueden separar, porque se dan con un presidente como Putin, que llegó al poder movido por el resentimiento de haber perdido la Guerra Fría, puesto que siempre lamentó que las tropas soviéticas no quisieran reprimir por la fuerza los disturbios de la Alemania Oriental, porque Mijaíl Gorbachov no quiso mantener esos países satélites a través de la violencia. Con el tiempo, Putin ha ido empoderándose, al ver que la comunidad internacional no respondía, ni con la guerra de Chechenia, en donde murió el 10% de la población; ni en Siria, donde el régimen sirio, aliado de Rusia, empleó armas químicas. No hubo reacción y el mundo miró hacia otro lado y eso ha ido in crescendo. En 2014, una batería rusa derribó un avión de pasajeros que volaba sobre cielo ucraniano, y la comunidad internacional ha seguido tratando con él como si fuera un dirigente normal.

-¿La guerra de Ucrania le está saliendo mal a Rusia?

-Yo tengo muchos vínculos con Rusia, donde he vivido 11 años. He estudiado ruso y admirado la cultura rusa y quiero para Rusia democracia, libertad y derechos humanos, algo imposible en un régimen como el actual, que es un régimen totalitario y que funciona con criterios de crimen organizado. Ellos llegaron al poder en un país que estaba sometido a las mafias y lo hicieron con métodos mafiosos. A diferencia de la Unión Soviética del Politburó, la Rusia de Putin se parece más a la Rusia de Stalin, donde el poder estaba concentrado en una sola persona. Es un régimen despegado de la realidad, algo que quedó en evidencia con la aprobación de la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk.

-¿Le ha salido mal a Putin la guerra porque no sabía cómo era Ucrania o porque no esperaba que la comunidad internacional armara al ejército ucraniano?

-Evidentemente, Ucrania no hubiera sobrevivido si no hubiera recibido las armas. Si hubiera sido así, la mitad de Ucrania estaría ya sometida y tendríamos a un Putin todavía más empoderado y pensando en su siguiente paso, o los países bálticos o Polonia. En Ucrania se ha encontrado con la horma de su zapato, porque verdaderamente los ucranianos conocen bien cuál ha sido su relación con Rusia y qué tipo de régimen se ha instalado allí. Para ellos es una lucha por la supervivencia.

-¿Y lo ocurrido con el Grupo Wagner hace unas semanas cómo se explica?

-Creo que la guerra va mal para Rusia o al menos no va como pensaba Putin, que pensaba que el gobierno se hundiría en cuestión de días, pero ahora resulta que puede mantener a duras penas un territorio que representa el 15% del territorio ucraniano y, evidentemente, hay un ambiente de desmoralización. En Rusia, cuando las cosas van mal, suele haber una competición entre las diferentes facciones para ver quién es el responsable que se lleva la culpa. Prigozhin, el dueño del Grupo Wagner, es un criminal, pero ve las cosas. En su última aparición pública antes de lanzar ese desafío al régimen enviando columnas de soldados hacia Moscú hizo una enmienda a la totalidad sobre los motivos por los que Rusia había ido a la guerra. No sabemos por qué hizo eso, pero lo que hizo fue exponer la debilidad de un régimen que hasta hace poco se pensaba que era una roca.

-Usted ha sido corresponsal en Moscú desde 2015 a 2022. Y decidió irse a Moscú después de sufrir un durísimo secuestro durante seis meses en Siria por parte del Estado Islámico ¿No le dio miedo volver a irse otra vez?

-Yo fui corresponsal en Moscú primero entre los años 1998 y 2022 y, después, entre 2015 y 2022. Después del secuestro en Siria estuve un año asumiendo lo que había pasado y ajustando mi vida, porque el secuestro fue muy duro. En el año 2015 me fui porque irme a Rusia era una continuación del trabajo que había estado haciendo en Siria, porque Rusia era un actor fundamental en la guerra de Siria, y fui a Rusia buscando respuestas por cosas que yo vi cuando estaba secuestrado.

-¿Cuáles?

-Cosas...

-¿Y las encontró?

-Sí. Lo positivo que tiene la guerra de Ucrania, dentro del horror que ha supuesto, es que poca gente duda de lo que es el Kremlin, un régimen que ha cometido crímenes de guerra gravísimos y que los viene cometiendo desde la llegada de Putin al poder. Tras su acceso al poder, Chechenia fue lo más parecido a una especie de gueto de Varsovia, porque cada vez que se cometía un atentado contra las tropas rusas, el ejército ruso cerraba una población chechena y 20 hombres desaparecían y no volvían a encontrarse jamás.

-¿Tuvo trabas para trabajar en Rusia como corresponsal?

-Estar en Rusia significa asumir cómo gestiona Rusia la prensa y en concreto la prensa foránea. Estamos constantemente observados, nuestras conversaciones son seguidas... Yo lo que noté fue un intento de atraerme. Ellos sabían que había sido secuestrado, y me invitaron a un viaje organizado por el país. Puedo pensar que ellos querían hacer propaganda y demostrar que alguien que había sido secuestrado ahora estaba del lado correcto. No es que viera más trabas a lo largo de los años en los que estuve allí, sino más situaciones de intimidación. Sabía que estaba siendo constantemente observado y en verano de 2021, poco antes de que empezara la guerra de Ucrania, tuve un incidente con el FSB, antiguo KGB, que quiso hacerme sentir de una manera muy directa su presencia. No puedo dar detalles, porque hay otra persona involucrada y hablar de ello supondría ponerla en peligro. En ese momento empecé a pensar que era hora de irme. Cuando en febrero de 2022 empezó la guerra de Ucrania decidí marcharme y ni siquiera volví para recoger mis cosas. El día 24 de febrero me fui de Rusia con la maleta hacia Ucrania y de allí regresé ya a España. Recuperé mis cosas y cerré mi apartamento tres meses después.

-Usted se va a Moscú en 2015, después de haber estado secuestrado entre 2013 y 2014 por el Estado Islámico. ¿Cómo nace el Estado Islámico?

-Su nacimiento es un proceso muy interesante, porque hay una parte de la historia sobre su creación que se ha mediatizado, como es el dinero que dieron los estados del Golfo Pérsico, pero hay otra parte que no se ha dado tanto a conocer, como es el apoyo que tuvo del régimen sirio. Más que apoyo, podríamos decir que lo que ocurre en estados controlados por los servicios secretos es que cuando hay un movimiento de insurgencia, el Estado lo que hace es infiltrarse en él, algo que hacen todos los Estados, pero una cosa es infiltrarse en ETA para neutralizarla y otra cosa es infiltrarse para radicalizarla. Y tenemos informaciones que señalan que Siria liberó a presos yihadistas  que tenía en la cárcel precisamente para radicalizar a un movimiento rebelde que, hasta el año 2012 o principios de 2013, lo que exigía era democracia, derechos humanos y acabar con la corrupción. Podríamos preguntarnos cómo una cosa así se transformó en una monstruosidad que hacía lo contrario. Finalmente, el Estado Islámico consiguió hacer parecer al régimen sirio como el mal menor, pero las cifras son las que son, y más del 90% de las víctimas civiles en el conflicto sirio han sido causadas por el régimen sirio. Lo que pasa es que lo que nos quedan son las imágenes de las decapitaciones, de los gays ejecutados tirándolos al vacío desde lo alto de un edificio... eso impacta mucho, pero la realidad es la que es. Quiero pensar que todo será juzgado algún día y sus responsables sean condenados, porque no se puede permitir que un régimen que ha usado armas químicas quede impune, como no se puede permitir que lo que está pasando en Ucrania quede impune. Si no, es un mensaje a los estados del futuro negativo, que pueden hacer lo que quieran, que no habrá consecuencias...

-Pero el Estado Islámico se expandió enormemente...

-El Estado Islámico y el régimen sirio nunca colisionaron. El Estado Islámico se expandió hacia zonas donde no existía el régimen sirio, hacia zonas controladas por los rebeldes. Cuando llegó allí, el Estado Islámico asesinó a los rebeldes sirios. Y cuando Rusia decidió intervenir en el año 2015, sus bombardeos se concentraron siempre en las zonas del oeste del país donde los rebeldes más o menos radicales luchaban contra el régimen sirio, aunque Rusia lo que decía es que estaba luchando contra el Estado Islámico. Yo como secuestrado estuve en Alepo y después en Raqqa. En Alepo, el Estado Islámico compartía el espacio con las milicias rebeldes. Allí los bombardeos eran constantes, no había electricidad ni comida, pero a finales de 2013 el Estado Islámico se enemista con las facciones de los rebeldes sirios, porque precisamente los rebeldes les acusan de tener infiltrados del régimen sirio. En ese momento nos trasladan a Raqqa, que es la capital del Estado Islámico. Allí no pasaba nada, había comida de sobras y luz las 24 horas del día. No había bombardeos. Puedo constatar, por tanto, que el régimen sirio dejó hacer.

-¿Qué ha quedado del régimen sirio?

-Tampoco lo puedo decir, porque yo he vuelto a Siria para rodar el documental. Lo que sí me pareció es que había un ambiente de cansancio entre los árabes. Al volver me contaron algunos de los excesos a los que eran sometidos, como un librero que vendía libros y al que alguna vez lo encarcelaron. Otro señor me contaba que era imposible tratar con el Estado Islámico... en general la gente estaba muy cansada.

-¿Le costó volver a Raqqa para grabar este documental y hablar de su secuestro?

-No. Yo no me considero una víctima del terrorismo. Víctima del terrorismo es Miguel Ángel Blanco o un concejal del País Vasco a quien sacan de su vida normal y lo meten en un zulo y, de repente, su vida se da la vuelta. Eso es un trauma que no puedes esperar. Yo he trabajado durante muchos años expuesto a la violencia, por eso yo digo que más que una víctima del terrorismo yo lo que he tenido es un accidente laboral. Es muy traumático, cierto, pero tenemos una cierta preparación psicológica para esto. Era algo que podía pasar.

-¿Qué sensaciones tuvo al volver a Raqqa?

-Me sorprendieron las sensaciones que tuve al volver a la casa donde me mantuvieron secuestrado, una casa al lado del río Éufrates. Cuando yo estaba allí secuestrado nunca pude llegar a la otra orilla del río; era un río que bajaba denso y que era un lugar muy espeso. Siempre pensé que si intentaba escapar no llegaría, porque era un lugar muy expuesto. Además, estaba muy débil (perdí 20 kilos). Cuando volví era mayo y hacía mucho calor, mientras que cuando estuve secuestrado era enero. Al volver, lo único que me apetecía era meterme en el agua. Fue sorprendente llegar a la orilla y ver que había una playita y un embarcadero.

-Una visión completamente distinta de lo que había vivido.

-Totalmente distinta. Después del secuestro estuve trabajando la situación del secuestro con un profesional y ahora lo veo como gajes del oficio.

-Estuvo secuestrado con otros dos periodistas españoles, Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa y con otras personas más, algunos de los cuáles fueron ejecutados por los secuestradores.

-Sí, con otros periodistas y cooperantes. Algunos de ellos fueron ejecutados, incluyendo el que considero mi mejor amigo, Steven Sotloff, un periodista estadounidense con cuyos padres mantengo una relación bastante fluida todavía, como también la mantengo con la madre de James Foley, que también fue ejecutado por el Estado Islámico. De hecho ahora voy a participar en un maratón que se organiza cada año en su memoria.

-¿Durante su secuestro pensó en algún momento que podría morir?

-Yo siempre pensé que nos salvaríamos todos, aunque no fue así. También sabía que los países más mal vistos por el Estado Islámico eran Estados Unidos y Gran Bretaña, por el enfrentamiento que tienen con movimientos extremistas yihadistas y por como estos países gestionan este tipo de incidentes.

-¿Qué cambió en la situación para que empezara a ejecutar a los secuestrados?

-A mí me liberaron en marzo y la ejecución de James fue en verano. En el momento en que me liberaron a mí no había empezado a intervenir en Siria la coalición internacional. Empezó precisamente en las fechas de la ejecución. Creo que si hubiéramos tenido que esperar tres o cuatro meses más, no hubiéramos corrido la misma suerte. Una vez que la coalición internacional declaró la guerra al Estado Islámico ya no hubiera habido nada que hacer.

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