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Marta Fresneda esculpe los ‘Rostros del otro’ para provocar una reflexión sobre integración Marta Fresneda esculpe los ‘Rostros del otro’ para provocar una reflexión sobre integración
Marta Fresneda besando una de las esculturas de la exposición, titulada ‘Theo’

Marta Fresneda esculpe los ‘Rostros del otro’ para provocar una reflexión sobre integración

El Museo de Arte Sacro de Teruel expone el último proyecto artístico de la artista sevillana
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El cincel y la radial de la artista sevillana Marta Fresneda alterna su naturaleza dura e inquebrantable para hacer saltar lascas de la piedra y noquear conciencias sin ninguna piedad, con esa otra suave y amablemente firme con la que da forma a volúmenes orgánicos y a la dignidad humana a través del arte. Lo hacen de forma casi inconsciente, de manera simultánea podría decirse si tal cosa fuera posible, porque esa dignidad humana, esa reivindicación tan legítima como utópica, se ha convertido en una auténtica obsesión para Fresneda.

Desde que la andaluza afincada en Florencia (Italia) entró en contacto con el alabastro del Bajo Martín, a través de una de las residencias artísticas organizadas por el Centro Integral para el Desarrollo del Alabastro de Albalate del Arzobispo, no ha dejado de realizar proyectos artísticos vinculados de algún modo con la provincia de Teruel.

El último de ellos es Rostros del otro, un proyecto de largo recorrido que todavía está en proceso de producción, y que ahora mismo puede verse expuesto en el Museo de Arte Sacro de Teruel, donde no es la primera vez que Fresneda hace convivir sus piezas rabiosamente contemporáneas con las de hace cinco siglos de su colección permanente. En todas ellas el ser humano es el auténtico centro.

Retrato de Enzo

Rostros del otro estará en el MAST hasta el 30 de junio, y reune una serie de retratos en altorrelieve de personas -reales y conocidas por la autora- con anomalías faciales o corporales como consecuencia de enfermedades o síndromes genéticos o congénitos. Esas diferencias se ponen bien de manifiesto en las piezas de Marta Fresneda, como una crítica a los prejuicios morales de la sociedad hacia lo diferente. Se trata de un proyecto a caballo entre la medicina, la ciencia y el arte, que Fresneda ha llevado a cabo en colaboración con el doctor Galluccio.

Muchos de los trabajos anteriores de Fresneda -Salir del colapso- están directamente relacionados con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y aunque Rostros del otro tienen que ver con el primero de esos derechos, el que asegura que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, su pulsión no tiene que ver con ella. “En este caso el proyecto nace de una serie de experiencias personales que me hacen reflexionar sobre la inclusión de determinadas personas en nuestra sociedad”, explica Fresneda. “Aquellos que presentan una diferencia física importante, o a veces no tanto, provocada por algún tipo de enfermedad, les hace ser mirados como diferentes, con rechazo, miedo e incluso odio. Con lástima, en el mejor de los casos”.

‘Santuario’, retrato de un enfermo de Corea de Huntington juvenil

Esa reflexión le ha llevado a crear 16 esculturas cuyo título corresponde a la persona que posó para Marta Fresneda, cada una de las cuales muestra las diferencias en el rostro que provocan determinadas dolencias, cuidadosamente desarrolladas y explicadas en el catálogo de la exposición. Glucogenosis tipo VI, Fenilcetonuria, sindrome del alcoholismo fetal, síndrome de Noonan, Psoriasis pustulosa, Corea de Huntington juvenil, vitíligo o microcefalia, entre otros muchos términos médicos, son lo que son explicados y recreados a través de las piezas de Fresneda.

Los retratos, que tienen la forma de un retrato pictórico pero con el volumen correspondiente, están realizados con materiales reciclados, tanto las maderas, como los metales o las diferentes piedras esculpidas, procedentes de retajos o de restos de otras esculturas, o refundiciones de bronce incluso. “No solo me gusta reusar material de desecho, porque conceptualmente forma parte de mi discurso”, explica Fresneda. “En este caso además es una metáfora de los desechos de la sociedad, que es a lo que en muchos casos la sociedad condena a ser a estas personas, por ser diferentes”.

La escultura ‘Javi’ está realizada en bronce refundido

Las dieciséis historias que cuenta la exposición de Fresneda -en nombre de la de muchos miles de personas- son historias reales con las que la autora ha mantenido un contacto real. La sevillana explica el proceso: “Me costó encontrar contactos personales con personas que estuvieran dispuestas a hablar de su enfermedad y posar para una escultura. Lo hice a través de fundaciones y asociaciones pero en general las personas no querían exponerse, precisamente para evitar el rechazo al que se ven sometidas”. “Por fortuna también encontré gente que no le importaba exponer su rostro, que deseaba hacerlo, incluso, porque entendían igual que yo que podía ser sujeto de arte como cualquier otro rostro”.

El arte, lo mismo que el cine o la publicidad, perfecciona los detalles del rostro y del cuerpo hasta aproximarlo al canon de belleza idea, despreciando lo diferente. Excepto cuando pintores como Goya lo hicieron precisamente para burlarse de determinadas personalidades, nunca un rey o un caballero era pintado bizco o patizambo aunque lo fuera, sino que esos detalles se eliminaban, se disimulaban, se obviaban.

Fotografía de la escultura policromada ‘Pablo’

Marta Fresneda sitúa sus retratos entre marcos y con ropajes que sugieren que los retratados son grandes personalidades -al menos son igual de grandes o de pequeñas que el resto de personas- pero los representa sin disimular esos detalles faciales que revelan aquello que sufren. Y conservando toda la dignidad que les confiere su naturaleza humana. La artista indaga en su interior y refleja exactamente esa categoría humana. Pone de manifiesto lo ridículo que resulta fundamentar esa humanidad en un cráneo más grande o más pequeño, un labio más grueso o más fino o unas capacidades cognitivas más o menos desarrolladas.

Fresneda ha estado en contacto además con doctores especialistas en los síndromes y enfermedades sobre las que ha trabajado: “Para entender al otro tengo que entender su enfermedad a nivel médico, tengo que comprender sus características anatómicas”, explica. “En este caso cada escultura debe aportar información científica, porque al final es la que te da la clave sobre la realidad de la que hablo, que esa persona del retrato es, en esencia, exactamente igual que tú”.

‘Elsy’, retrato de la microcefalia

La exposición finaliza con una instalación, Escombro, que está formada por bolos de alabastro el aparente desorden, que también funciona como una especie de metáfora sobre el rechazo y el abandono. Un bolo de alabastro antes de ser desbastado y refinado tiene el aspecto de una piedra inútil y absurda, pero un escultor -como Marta Fresneda- es capaz de convertirla en una obra de arte excepcional y única, con un trabajo que empieza, precisamente, superando el borde rugoso y polvoriento del bolo y sacando a la luz su interior.

Entre las historias de las que habla Rostros del otro las hay que encogen el corazón. La Fundación Juan Bonal es una institución cuyos orígenes están en Zaragoza y que se dedica a recoger niños abandonados y darles una segunda oportunidad. Una de estas personas es Rabí, ya fallecido, cuyo rostro forma parte de la exposición. Rabí fue un niño abandonado nada más nacer, envuelto en su propia placenta, en un contenedor de basura frente a un orfanato. Fue encontrado vivo, pero las ratas se habían comido la placenta y sus ojos. Según explica Fresneda en el catalogo de la exposición, fue sometido a numerosas operaciones para mejorar su calidad de vida. Fue un niño con fortaleza física pero con muchas enfermedades. “La infancia lo condenó a ser una persona incomprendida, salvaje y muy, muy solitaria, desarrollando una serie de conductas y enfermedades que le condicionaron la vida”.

La escultora no rehuye la polémica con piezas como ‘La niña que no nació’

En una de las piezas de la exposición Rostros del otro, Marta Fresneda, con profundas convicciones religiosas, no esquiva la polémica. Se trata de la pieza titulada La niña que nunca nació. Está dedicada a los embarazos en los que a partir de la semana 10 son detectados síndrome de Down, como consecuencia de lo cual no se llevan a término. “Del 100% de los niños con Down en España aproximadamente el 90% o el 95% no están naciendo, porque ofrecen a la madre la posibilidad de abortar”, explica Fresneda. “Eso me hace preguntarme si la medicina está actuando a favor de la humanidad o realmente en contra de esta”.

Imagen de la escultora con un buril eléctrico tallando el volumen

En su catálogo artístico Fresneda cita a Agustín Matía Amor, director gerente de la organización Down España, con una frase que fue publicada en una entrevista para la BBC News y que, como poco, hace inevitable una reflexión: “La sociedad en general asume que la discapacidad intelectual es el gran obstáculo para una vida plena, y acepta de forma bastante natural que una persona con síndrome de Down en el fondo es una persona menos digna de vivir”.