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Miguel Falomir, director del Museo Nacional del Prado: “El del Prado es quizá el único pacto de Estado duradero que ha tenido este país” Miguel Falomir, director del Museo Nacional del Prado: “El del Prado es quizá el único pacto de Estado duradero que ha tenido este país”
Miguel Falomir, director del Museo del Prado, durante su visita a Teruel el pasado 30 de noviembre. M. Artigas

Miguel Falomir, director del Museo Nacional del Prado: “El del Prado es quizá el único pacto de Estado duradero que ha tenido este país”

El valenciano visitó Teruel con motivo de la exhibición de una de las obras maestras de Tiziano
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Miguel Falomir (Valencia, 1966) se licenció en Historia del Arte con premio extraordinario en 1989 y está vinculado al Museo Nacional del Prado de Madrid desde hace más de veinte años, cuando comenzó a trabajar en 1997 como Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700). En 2015 fue nombrado director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, y desde marzo de 2017 es director de esta pinacoteca. También es miembro del Comité Científico de la Fundación Tiziano, admirador confeso del pintor veneciano y uno de los mayores expertos mundiales sobre su obra. El pasado miércoles visitó Teruel para ofrecer una conferencia y asistir a la inauguración de Venus recreándose con el Amor y la Música, lienzo de Tiziano que podrá admirarse en el Museo Provincial hasta el 24 de noviembre gracias a una cesión del Prado con motivo de su 200 aniversario. 

-Estamos ante una obra maestra del arte occidental, pero, ¿en qué debe fijarse quien venga al Museo a ver el lienzo de Tiziano? ¿Con qué talante hay que acudir?

-Lo más importante es que venga dispuesto a disfrutar. Lo que va a ver es una obra de arte que, por un lado, creo que satisface plenamente los sentidos, porque es un cuadro bellísimo donde puedes fijarte en la variedad del colorido o en cómo se recrean las texturas de la seda o de la piel humana... Pero también es una obra muy moderna en el sentido de que es una obra muy abierta. Invita a cada espectador a imaginar la historia que hay detrás del cuadro. Lo que vemos ahora es una estancia, una balconada, probablemente de un palacio, donde frente a una paisaje de fondo en el que unos enamorados se pierden en la lejanía, tenemos a un joven músico que está mirando a una mujer desnuda, mayor que él... Solamente pensar en cómo se ha llegado a ese instante y qué historia encierra detrás ya hace que la obra sea extraordinariamente abierta y sugerente. Tiene un componente erótico muy claro que además Tiziano intenta hacer más patente y exacerbar, con el hecho de contrastar la figura de la mujer desnuda con la del hombre vestido, o dirigir la mirada del músico, que yo me atrevería a decir que es de deseo claro, ya que no mira la cara de la diosa, sino su pubis. Y cabe imaginar que la diosa Venus, un instante antes de esta escena, estaba mirando el rostro del músico pero ha sido interrumpida por Cupido que le está susurrando algo al oído que capta su atención. Y también es importante que el espectador reflexione sobre algo; una de las grandes contribuciones de Venecia y de Tiziano a la historia de la pintura; el desnudo femenino tumbado. Sin estas obras nunca hubieran existido la Venus del espejo de Velázquez, la Maja desnuda de Goya, la Olympia de Manet o los desnudos de Picasso, que sentía absoluta veneración por Tiziano y, en concreto, por esta Venus recreándose con el Amor y la Música. De hecho la parafraseó en los años 30 y 40, durante los que pintó muchas obras con desnudos tumbados junto a músicos vestidos. Este cuadro fue muy importante en su momento y tuvo un impacto enorme en la historia de la pintura occidental, y a día de hoy sigue siendo una invitación de la imaginación de los espectadores. 

-¿Esta Venus es muy característica de Tiziano o supone algún tipo de anomalía en su obra?

-Sin duda es muy característica del veneciano. Tiziano siempre ha sido celebrado entre otras cosas por ser el pintor erótico más influyente de la historia. 

-¿Ha tenido tiempo de ver la exposición de artistas turolenses Vadevenus inaugurada al mismo tiempo que se abrió la exhibición del Tiziano?

-Sí, he podido verla y he encontrado algunas imágenes que me han gustado particularmente. La fotografía (de Leo Tena) que reinterpreta el cuadro en clave moderna me ha perecido muy sugerente y muy inteligente. 

-¿Ese tipo de cosas no le parecen una frivolidad a un experto en Tiziano como usted?

-No, no, para nada. Cuando Tiziano pintó esta obra no creo que estuviera pensando que estaba haciendo un tratado sesudo de pintura. Yo creo que ese carácter lúdico que tiene la pintura es muy importante. Lo tenía sin duda Tiziano y lo tienen también los artistas contemporáneos. 

-Para celebrar su bicentenario el Museo del Prado ha llevado 12 de sus obras más importantes a 18 museos por toda España. ¿Por qué han elegido a Teruel entre ellos?

-La idea de este proyecto es llegar a donde el Museo Nacional del Prado habitualmente no suele llegar. No se trata de hacer números, porque si nosotros hubiéramos querido hacer números en lugar de Teruel hubiéramos ido a Zaragoza, en lugar de ir a Castellón hubiéramos ido a Valencia, y en lugar de ir a Cadaqués hubiéramos ido a Barcelona... Hemos intentado ir a aquellos lugares donde realmente menos está habitualmente el Prado. En el caso de Teruel nosotros solo tenemos una pintura en depósito (Los Amantes de Juan García Martínez, que puede verse en el Mausoleo) y no solemos venir con asiduidad, y aquí hay un museo fantástico que satisface todos los requisitos que necesita una obra como esta. 

-Aunque solo lleva dos años y medio al frente del Museo del Prado, ¿qué balance hace de este tiempo? ¿Qué se ha conseguido y que se está en vías de conseguir?

-Lo principal para mí han sido dos grandes proyectos. Por un lado el bicentenario, que sinceramente creo que está funcionando muy bien, vamos a cerrar con record de visitantes y la reacción del público está siendo muy positiva. Creo que todo el mundo sabe que cumplimos 200 años y que la idea de que somos el museo de todos ha calado en la sociedad. Y el otro gran proyecto, que todavía no ha podido ser materializado, es el Salón de Reinos. Ahí tenemos el gran reto para el Museo del Prado para los próximos años, que es el de cerrar su expansión mediante la incorporación del edificio con el proyecto de Foster y Rubio, y estamos pendientes de los Presupuestos Generales del Estado. Los fallidos Presupuestos contemplaban la línea de financiación y confío en que los próximos sigan contemplándola y podamos empezar las obras el año que viene. 

-El cargo de director del Prado lo decide el Consejo de Ministros a propuesta del Ministerio de Cultura. ¿Eso significa que está tan sujeto a la inestabilidad y a la volatilidad de los gobiernos como otros puestos clave en el ámbito de la cultura?

-El Prado se beneficia desde finales de los años 90 de un pacto de Estado, probablemente el único pacto de Estado realmente eficaz y duradero que ha habido en este país, que consiste precisamente en eso, en mantener al Prado al margen de las contingencias políticas. 

Es verdad que el director del Prado es director general del Gobierno, porque está así previsto, pero yo fui nombrado con el gobierno anterior, me he mantenido con este, y presiones políticas o sugerencias sobre lo que hay que hacer no he recibido nunca ninguna, ni de un lado ni de otro. En ese sentido hay que reconocer que existe gran tranquilidad a la hora de trabajar. 

-¿El Prado es la demostración de que los entes y las instituciones funcionan mejor cuando la dirección depende de criterios profesionales y no políticos?

-Yo creo que es un ejemplo excelente de que cuando se alcanzan este tipo de consensos de Estado, que además insisto en que han respetado escrupulosamente todos los partidos, los resultados acaban siendo visibles. 

-La exposición del V Centenario de El Bosco, en 2016, fue la más visitada de la historia de El Prado. Sin embargo, usted ha dicho que no la repetiría. ¿Cómo se conjuga la labor cultural del Prado con la turística?

-Hay determinados museos que se han convertido en destinos turísticos de masas, como es el caso del Prado. Es un fenómeno relativamente reciente, la gente siempre ha ido a los museos pero no en avalancha, esto ha empezado a suceder en las últimas dos décadas quizá. Y uno de los grandes retos que tienen ante sí este tipo de museos es seguir haciendo compatible una visita agradable y tranquila con esa afluencia cada vez mayor de visitantes. Evidentemente como gestores culturales no podemos quejarnos de que cada vez venga más gente a nuestras instalaciones, pero es un problema que hay que resolver. Y no tiene una solución fácil, porque el público es soberano y tú no puedes decirle cómo tiene que visitar el museo. Si cada uno de mis tres millones de visitantes estuvieran el mismo tiempo en el museo, el mismo tiempo delante de cada obra y el mismo tiempo en cada sala sería muy fácil, con un algoritmo matemático todo estaría muy organizado y pautado. Pero la realidad es que hay gente que está media hora en el Prado y otros que pasan ocho horas. Gente que está tres segundos delante del Jardín de las Delicias y gente que está cinco minutos. Incluso en el Louvre, que es el museo más visitado del mundo, hay galerías completamente vacías mientras que en algunas salas no se puede entrar. 

-¿Qué se está haciendo desde el Museo del Prado para alcanzar esa conciliación?

-Hay herramientas como ampliar los horarios de visita, pero el Prado ya abre siete días a la semana de 10 a 20 horas, así que en eso tenemos poco margen. Lo que sí hace tiempo que estamos empeñados es en, por lo menos, poner medios para que la visita sea relajada y placentera. Uno de ellos es prohibir tomar fotografías. 

Yo sé que es una decisión que no gusta a mucha gente, hay quien me escribe diciéndome que soy un troglodita y que estamos en el siglo XXI, pero también hay cada vez más gente que lo agradece, que agradece poder pasear por las salas del Prado sin las molestias que ocasiona tener a muchas personas alrededor haciendo fotografías. Evidentemente la prohibición no tiene que ver con motivos económicos, porque la colección entera del Museo del Prado te la puedes descargar gratuitamente en alta definición. 

Pero esa medida, además de evitar que en ocasiones aquello pueda convertirse en un circo, es una invitación a la gente para que mire las obras con sus ojos, en lugar de hacerlo a través del objetivo de una cámara. 

Vínculos con Andorra: la casa en la que se leía el New York Times y el Cierzo andorrano

El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, tiene vinculación con la provincia de Teruel, y es que fue yerno de Ángel Alcalá (1928-2017), humanista y escritor andorrano, catedrático de la Universidad de Brooklyn, Hijo Predilecto de Andorra y Medalla de San Jorge de la Diputación. Miguel Falomir disfrutó entre 1994 y 1995 de una beca Fulbright en el Instituto of Fine Arts de la Universidad de Nueva York. En esa ciudad, en la que estaban afincados los Alcalá, conoció a Coco, la hija de Ángel, con la que se casó en 1995. Miguel Falomir recuerda que su suegro no solo había nacido en Andorra –localidad que visitaba casi todos los años–, sino que ejercía de turolense orgulloso. El director del Museo del Prado lo atestigua con una anécdota: "Cuando le conocí me llamó mucho la atención que en su casa de Nueva York se recibía el New York Times y Cierzo, el boletín informativo que edita Andorra". 

La familia ha instituido una beca anual para estudiantes andorranos cuya primera edición se concedió a Marcos Gracia el pasado septiembre.