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Miguel Labay recuerda en ‘Calante’ la relación entre Elvira de Hidalgo y Maria Callas Miguel Labay recuerda en ‘Calante’ la relación entre Elvira de Hidalgo y Maria Callas
Imagen del libro ‘Calante’, en la que aparece Elvira de Hidalgo posando

Miguel Labay recuerda en ‘Calante’ la relación entre Elvira de Hidalgo y Maria Callas

DIARIO DE TERUEL regala este domingo el relato con motivo de la inhumación de la soprano
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El calor en Atenas lo inundaba todo. Doña Elvira maldijo el horrible agosto que estaba soportando. Se encontraba cansada. El trabajo del día la había agotado para casi nada: mediocridad. Eran las seis de la tarde. Llamó con la campanilla de plata a su fiel Andrea y le pidió que le trajera un té helado. Encendió el enésimo pitillo, se desparramó en el sofá, puso en marcha el ventilador y aceptó de buen grado el vaso de té con hielo que le sirvió su dama de compañía. Como se conocían bien, había añadido una copita de vino de nueces, que se hacía traer desde su España natal. Que no me moleste nadie, querida Andrea, me he esfumado, nunca mejor dicho, desde este momento.

Así comienza Calante, el relato novelado que el doctor Miguel Labay ha dedicado a Elvira de Hidalgo y Maria Callas. Dos divas del canto que mantuvieron una especial amistad desde que se conocieron en el Conservatorio Superior de Atenas. Maestra la primera y alumna la segunda, su relación no solo técnica, sino humana, se prolongó durante toda su vida. 

Con tono didáctico y una precisión informativa pasmosa, Calante hace una radiografía de la exitosa trayectoria de ambas y detalla cómo la falta de cariño de Callas por parte de su familia, así como la escasa relación con su madre, hizo que Hidalgo “prácticamente la adoptara como hija”, detalla Labay. “Era su compañera, su amiga, su confidente, lo que, en definitiva, sería una madre”, añade. 

Hidalgo nació circunstancialmente en Valderrobres en 1891, porque aunque su madre era natural del municipio del Matarraña, la familia residía entonces en Barcelona. Fue allí donde se desplazaron tras el nacimiento de la pequeña, y donde años más tarde empezaría su carrera.

El padre de la soprano regentaba un estanco en la Ciudad Condal, propiedad de la afamada Maria Barrientos, que al conocer la calidad de la voz que Hidalgo tenía, no dudó en enseñarle y sacarle partido. En ese momento comenzó la trayectoria de la soprano, que debutó con apenas 16 años en el Teatro di San Carlo de Nápoles, interpretando la Rosina de El barbero de Sevilla, y que llegó a compartir escenario con Miguel Fleta, Enrico Caruso o Giacomo Lauri-Volpi, entre otros.

Fue compañera de las mayores figuras de principios del siglo XX, siendo ella una más. Sin embargo, antes de cumplir los 40 años, ella misma quiso poner punto y final a su carrera. Explica Labay que Hidalgo se retiró de los escenarios “en plenitud de sus condiciones”, pero “harta de las ataduras de los teatros”. “Era una mujer que le gustaba disfrutar, fumar, y ese ritmo de vida no se lo permitía, por lo que se dedicó a la enseñanza”, continúa.

Así fue como la soprano llegó a ser profesora en el Conservatorio Superior de Atenas, donde conoció a María Callas. Una joven de apenas 16 años, con una voz excepcional “pero sin técnica”, comenta el autor, “por lo que fue Hidalgo quién le enseñó todo, no solo en las aulas, sino también con clases particulares en su casa”. Desde ese momento la relación entre ellas “en el cariño y el respeto”,  comenzó a forjarse, dice Labay. 

Maria Callas nació en Nueva York en 1923, aunque el divorcio entre sus padres hizo que se trasladara a vivir a Atenas junto con su madre y su hermana. Tras las enseñanzas que Hidalgo le ofreció y el éxito que comenzó a cosechar sobre los escenarios, decidió emprender vuelo a Estados Unidos, en contra de la opinión de su maestra, que sin embargo, la dejó marchar.

En ese momento sus caminos se separaron, aunque su amistad continuó. Callas, tras su recorrido por las Américas, decidió volver a Europa. E Hidalgo se trasladó al Conservatorio de Ankara donde estuvo como profesora durante unos años, hasta que finalmente el Teatro de La Scala de Milán, asociado al Conservatorio Superior de Canto de Milán, le ofreció un puesto vacante desde hace muchos años, porque no encontraban una figura de su talento.

Pese a la distancia, Labay recuerda que ambas siguieron quedando en los estrenos de Callas para preparar las piezas. Hidalgo la seguía tras los escenarios para aconsejarle y mantener la relación. Hasta que la joven cantante falleció prematuramente con apenas 53 años en extrañas circunstancias. Su maestra y amiga continuó su vida en Milán, hasta que también expiró, apenas tres años después.

 

Homenaje a una diva

Explica Labay que su interés por Elvira de Hidalgo comenzó cuando era pequeño, “con los antiguos discos de piedra que iban a unas 77 revoluciones por minuto” que tenía su abuelo, y en los que escuchó su voz, que ya le llamó la atención. A Maria Callas también la empezó a seguir, y por suerte, a los 12 años pudo conocerla en un recital en el Teatro Coliseo Albia de Bilbao.

En el año 2013, el interés del doctor por la música y la ópera lo llevó a escribir sobre estas dos afamadas divas. Durante más de cinco años estuvo escribiendo lentamente su relato, aunque en los últimos ocho meses, cuando se enteró que los restos de Hidalgo iban a ser trasladados a su Valderrobres natal, se apresuró en finalizarlo.

Para Labay este libro es “una ofrenda personal” a Elvira de Hidalgo, a María Callas, al Ayuntamiento del municipio y a la Fundación Valderrobres Patrimonial. De esta última, el autor alaba su labor, gracias a la cual, los restos de la soprano que iban a ser depositados en una fosa común en Roma, podrán descansar en la tierra que la vio nacer. El libro será regalado este domingo con DIARIO DE TERUEL, coincidiendo con el enterramiento de los restos de la soprano en la capital del Matarraña.