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Minas de Teruel, vestigios de un pasado Minas de Teruel, vestigios de un pasado
En el Aljezar de la Solana de las Piedras de Escorihuela se explotaba el yeso, aunque este no es el único aljezar de la zona, pues había varios a lo largo del valle medio del Alfambra. C.E.E.T.

Minas de Teruel, vestigios de un pasado

El Centro de Estudios Espeleológicos investiga las minas de la provincia
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Con el objetivo de poner en valor el pasado minero de la provincia de Teruel, un equipo de investigadores del Centro de Estudios Espeleológicos Turolenses trabaja actualmente en la catalogación y topografiado de una treintena de minas abandonadas hace más de 50 años. Pretenden recuperar información inédita y desconocida de diferentes cuevas del territorio turolense y recopilarla en una publicación de gran formato que se publicará en un plazo de uno o dos años.

“Nos dimos cuenta de que aparte de que en Teruel hay muchas cuevas y simas, en el siglo XIX se abrieron cantidad de minas”, explica el vicepresidente del Centro de Estudios Espeleológicos, Juan Carlos Gordillo. La ciudad en aquella época, “se conocía por la minera y por el carbón, pero también se explotaron infinidad de minerales como Plomo, Zinc, Manganeso, Barita, Azufre o Antimonio”, añade.

Pese a la gran cantidad de minas que existen en la provincia, la publicación se centrará en unas 30 con representación de diferentes materiales. Para ello, el equipo de investigadores trabaja realizando un minucioso estudio con la tipografía, el mineral que se extraía de cada una de ellas, fotografías, topografías e incluso hablando con antiguos trabajadores de las minas.

Según detalla Gordillo, es importante llevar un correcto procedimiento de trabajo, para evitar riesgos y obtener el máximo de información: “Nosotros cuando vamos a estas minas hacemos dos equipos, uno de exploración y otro de topografía”.

De esta manera, el equipo de exploración va delante con medidores de gases, para medir los niveles de oxígeno, monóxido de carbono, metano y ácido sulfhídrico. Detrás, va el equipo de topografía, que se encarga de hacer el levantamiento topográfico y de medir la largura, anchura y altura de las galerías para elaborar la topografía.

Las minas

Por el momento, el equipo de investigadores lleva catalogadas una veintena de cuevas, como la Mina de la Zoma, de la que se extraía Barita, o la Mina Resurrección de Linares de Mora, que tenía Plomo y Zinc, aunque siguen con el trabajo de campo. 

Además, teniendo en cuenta que las minas también se utilizaron como conducto para trasvasar agua, también se estudiarán caños de agua como la Mina en Alacón, el Nacimiento del Caño  en Cuevas de Almudén o el Subterráneo de la Cava, en Camarillas.

En estos momentos, trabajan en las Minas de Libros, de las que se extraía Azufre, en las Mina de Santiago de Albarracín, de las que se sacaba hierro y en la Mina de Manganeso de Camañas, en el Cerro del Hierro.

De estas tres, Gordillo distingue las Minas de Libros como “las más espectaculares que hay en cuanto a minería”. Y eso que apenas llevan unos tres kilómetros de galerías topografiadas.  

Esa mina se empezó a explotar en 1777 y permaneció abierta hasta mediados del siglo XX. “Fue la mayor producción de Azufre de la época”, dice el experto. Incluso su material se utilizó para elaborar la pólvora que se utilizó en los Sitios de Zaragoza de la Guerra de Independencia. Y ahora apenas quedan las marcas de los raíles.

De esta, destaca también la zona de los Olmos, donde una vez extraído el Azufre, lo metían en hornos para que la piedra de Azufre supurara el material. Después, se recogía en gavetas para comercializarlo. “Todo eso está allí, es una pasada, hay una plazoleta con unos 20 hornos”, comenta el experto.

Respecto a la Mina de Santiago de Albarracín, Gordillo relata que lo curioso de esa mina es que, además de explotar hierro, también se extraía Cinabrio, con el que se conseguía Mercurio. “De esa mina tenemos noticias que dicen que se extrajeron hasta 100 kilos, pero no sabemos si fue de Mercurio o de Cinabrio”, indica. Se trata de una galería escalonada, que desciende hasta cerca de 60 metros, y a partir de ahí, están las galerías horizontales.

En la última que trabajan actualmente, la Mina de Manganeso de Camañas, se comenzó a explotar en el siglo XIX, y estuvieron en activo hasta mediados del siglo XX, cuando se abandonaron. En ella destacan varios pozos y numerosas minas, aunque las principales fueron la Mina Inocencia y la Mina Júpiter, que se juntaron para crear la Concesión Marte. 

Y ahí es donde los investigadores desarrollan ahora su trabajo. “Ahí estamos trabajando en unos pozos que podrían ser de ventilación o por donde sacaban el material”, dice Gordillo. “Faltan muchas infraestructuras, lo que dificulta la investigación”, añade.

Explica el experto que lo habitual cuando una mina cerraba era vender todo; madera, vigas, ladrillos, piedras, raíles y vagonetas. “En el famoso poblado de las Minas de Libros vendieron hasta los escombros”, asegura. El único lugar donde los investigadores encontraron una vagoneta fue en la Mina de San Miguel de Fuentespalda, de la que en su tiempo de funcionamiento se extrajo Bauxita.

Ya que todavía no está definida la fecha de publicación del libro que recopilará la información de estas y otras minas, Gordillo y su equipo ofrecen charlas y conferencias explicando los avances que llevan hasta el momento. Recientemente estuvieron en el CEA Ítaca de Andorra, y pretenden seguir ofreciéndolas en los lugares donde les interese.