Síguenos
“No es lo mismo hablar del cine aragonés que de talento aragonés” “No es lo mismo hablar del cine aragonés que de talento aragonés”
El cineasta zaragozano Ignacio Estaregui

“No es lo mismo hablar del cine aragonés que de talento aragonés”

El zaragozano afronta el año con el doble lanzamiento de ‘Rider’ y ‘Melchor’
banner click 236 banner 236

“Me llamo Ignacio Estaregui y no sé quién soy. Todavía intento encontrarme a través de las historias que puedo contar. Lo frustrante, quizá, es que el cine es un arte que necesita de mucha gente y muchos recursos para poder hacerse, y mi miedo es no poder completarme a través de todo lo que me queda por contar”. Su intrépido y contundente largometraje Rider ya se puede ver en Prime Video, y su único y delicado documental Melchor inicia su circuito por festivales. Dos perlas que dicen mucho sobre la salud de nuestro cine, y sobre el talento y oficio de un cineasta nada común: Ignacio Estaregui, forjado emocionalmente plano a plano, en diálogo continuo con la cámara y ante el espectador más exigente y honesto.

-Enhorabuena, pues su última película inicia su recorrido en plataformas con poderío y pulmón.

-Muchas gracias. La verdad es que ahora comienza la verdadera carrera de Rider, porque prácticamente todo el mundo tiene acceso a plataformas como Amazon Prime. Es ahí donde encontrará su público, donde las películas independientes y pequeñas tienen una segunda oportunidad, y una vida mucho más larga y duradera que la de su paso por salas comerciales, que al final depende del esfuerzo publicitario que se pueda hacer en su lanzamiento.

-¿Cómo surgió la idea de hacer ‘Rider’?

-Llegó antes el personaje que la trama. Durante varias noches seguidas me crucé con la misma Rider y comencé a preguntarme qué historia podía haber detrás de ella. Qué motivaciones o situaciones personales la habían podido llevar a migrar y estar a miles de kilómetros de su familia. En qué condiciones podía estar viviendo en esos momentos.

-¿Qué es lo que más le atrajo o le atrapó de su personal historia?

-Cómo lo más importante es salir adelante, pero no a costa de todo. Creo que la reflexión sobre cómo somos y cuáles son nuestros valores es lo más importante que tenemos. No sucumbir ante el atajo, ante la salida fácil y rápida, sino intentar solucionar nuestros problemas manteniendo la identidad y la honestidad ante ellos.

-¿Qué influencias cinematográficas se reflejan en su ‘Rider’?

-Creo que hay un triángulo de películas con las que Rider emparenta de manera directa: Locke, Take Out y Vida y muerte en un almacén. De Locke, de Steven Knight, toma su estructura y concepto: en tiempo real contemplamos el arco de transformación del personaje protagonista a través de las llamadas telefónicas que debe hacer para resolver problemas urgentes. De Take Out, de Sean Baker, me gusta cómo capta la atmósfera de la ciudad y el anonimato del personaje principal, a pesar de estar rodeado de gente, ruido y vida. Y de Vida y muerte en un almacén, de Aysha Rafaele, queríamos continuar el diálogo y el debate sobre el trabajo precario, basado en un nuevo modelo de consumo.

-¿Cómo fue el trabajo coach con su gran y generosa protagonista Mariela Martínez Campos?

-Trabajar con Mariela fue una de las mejores experiencias que he tenido como director. Ella es natural de Venezuela y lleva viviendo en España desde 2018, pero previamente vivió durante unos años en Buenos Aires. Por eso, los problemas de la protagonista resonaban en su interior, y fue muy fácil que se adaptara al personaje. Y, como bien dices, fue muy generosa, porque el papel requería un gran esfuerzo físico.

-¿Cuánto hubo de improvisación y cuánto de pauta?

-Más que improvisación, a mí me gusta creer que es trabajo de mesa, trabajo previo. Creo mucho en que los actores y actrices acaban construyendo el personaje, y que en función de su propio carácter se acaba moldeando el del protagonista. Así que lo que hicimos fue hablar mucho y trabajar el personaje antes de llegar al rodaje, donde sabíamos que el margen para la improvisación era prácticamente nulo, dadas las peculiares circunstancias que apremiaban concluir a tiempo y optimizar cada recurso que teníamos disponible.

Póster oficial de 'Melchor'

-¿Cómo se tomaron las decisiones sobre el tono y el estilo visual del film?

-El tono y el estilo visual es algo que también trabajamos bastante junto con el director de fotografía, Adrián Barcelona. No puedo negar que estábamos condicionados por el ajustado presupuesto que teníamos, así que intentamos hacer de la necesidad virtud y dotar al filme de ese aspecto crudo, realista, nocturno, de humo y neón que tienen las calles. Por otra parte, como director tuve claro que no quería una película donde el artificio dominara la acción; es decir, huí de movimientos de cámara innecesarios, de zooms, de drones, y trabajamos en favor de la historia.

-Fresca, moderna y joven, ¿cómo conecta ‘Rider’ con el público actual?

-Tengo la suerte de ser docente y estar en contacto con gente joven, de palpar sus preocupaciones, y creo que eso también influye en mi visión de la vida y en las historias que quiero contar. Así que sí, de manera deliberada, he intentado narrar esta historia desde un punto de vista con el que la gente joven pudiera conectar al ver la película. Al mismo tiempo, por mi manera de ser y de ver la vida, creo que también hay un componente clásico en la forma de contar. No sé cómo conviven las dos cosas a la vez, supongo que por estar en esa edad bisagra entre lo viejo y lo nuevo.

-Cambiemos de tercio. ¿Qué lugar ocupa el documental ‘Melchor’ dentro de su filmografía?

-Ocupa un lugar muy importante por el carácter personal que tiene este proyecto. Hay historias que buscas -que suelen ser la mayoría- e historias que te encuentran a ti, y esta es una de ellas. Creo que por eso tiene tanta fuerza. Empezó como una historia pequeña y personal, pero conforme el público ha llegado a ella me ha hecho ver que toca temas universales y acaba conectando con todo el mundo. La verdad es que estoy muy orgulloso de este proyecto.

-Melchor, todo un icono, tratado con originalidad y empatía máximas.

-Creo que uno de los posos que deja este cortometraje documental es el ser testigos de la enorme generosidad de toda una generación. Creo que esto se está perdiendo, que la sociedad se está volviendo cada vez más individualista, y saber que todavía queda gente que piensa antes en los demás que en sí mismos es algo que celebrar.

-Y el descubrimiento de todo un gran intérprete.

-Claro, mi padre es todo un personaje. Siempre me ha apoyado y ha sido mi fan número uno, siempre incondicional. Verle con la moral por los suelos después de tanto tiempo luchando contra la enfermedad me hizo querer devolverle tanto cariño y apoyo en forma de este proyecto. Y como he dicho antes, creo que mi padre, sin ser ejemplo de nada, acaba representando de manera natural y totalmente altruista unos valores que no se deben perder.

-¿Y cómo valora usted el peso sentimental de la familia en toda su historia?

-Para mí, la familia -imagino que como para mucha gente- es algo fundamental. Yo he tenido la suerte de tener una familia estructurada, donde nos hemos podido apoyar los unos a los otros, y para mí lo más importante es intentar transmitir eso a las nuevas generaciones, en este caso en concreto, a mi hija.

-¿Considera ‘Melchor’ como un cruce de caminos padre-hijo o más un retrato desde lo generacional?

-Es curioso, porque yo siempre he estado muy unido a mi padre. Quiero decir, no ha sido un trabajo donde yo me reencontrara con él; simplemente hemos podido pasar mucho más tiempo juntos. Y claro, es mi padre, yo lo conozco y sé cómo es, y la relación que tenemos entre los dos. Por eso creo que son los espectadores los que pueden verlo de otra manera, como ese retrato generacional donde padre e hijo comparten en pantalla la ilusión de superar un problema a través de una pequeña esperanza.

Estaregui con Mariela Martínez en el rodaje de 'Rider'

-¿Cuánto tiempo duró el rodaje del documental? ¿Cómo fue?

-El rodaje abarcó todo un año, desde febrero de 2024 hasta enero de 2025. Él tenía la esperanza de que, durante todo ese año, le creciese la barba para encarnar a Melchor sin recurrir a una barba postiza. Todas las semanas realizábamos la foto para documentar el proceso de crecimiento, y a lo largo del año grabamos unas diez entrevistas en las que íbamos contando el proceso, su anhelo y las ganas de conseguir su meta.

-¿Cómo equilibró lo íntimo y lo universal en la narración? ¿Recuerda sus dilemas y decisiones tomadas?

-La verdad es que es una fina línea, que al principio no veía. Es decir, te preguntas: ¿a quién le va a interesar la vida de mi padre? ¿No es demasiado personal como para que le pueda gustar a otras personas? Y sin embargo, como he dicho antes, creo que es todo lo contrario: cuando hablas desde el corazón, lo local acaba siendo universal. Pero no fue hasta que lo vieron terceras personas cuando yo me di cuenta del verdadero valor de esta historia. Y respecto a los dilemas, pues sí, claro, hay cosas que se han quedado en la sala de montaje.

-Varios son los mensajes humanos que lanza usted desde su nuevo trabajo…

-Principalmente, el de seguir luchando, como dice él al final del corto. Cuando uno ya está cansado y abatido de tener que luchar contra el cáncer, de repente algo nimio, algo aparentemente pequeño, se puede acabar convirtiendo en un motor de esperanza y de lucha descomunal. Tener un objetivo en la vida, a su edad y en su estado, le procuró un empujón en el ánimo mucho más importante que cualquier medicación.

-¿Qué aprendió personalmente de la experiencia de rodar ‘Melchor’?

-Lo más importante, sin duda, es encontrar la verdad. Como he dicho antes, como creador siempre estás buscando historias que contar, aunque luego intentes verte reflejado en ellas. Pero cuando encuentras una historia como esta, con tanta verdad, es cuando te dejas ver como eres, aunque eso suponga exponerte ante los demás.

-¿Qué recepción comienza a tener este estupendo documental en festivales y entre el público cercano?

-Estoy muy agradecido y sorprendido, porque está funcionando muy bien. Ha sido seleccionado incluso en festivales de cortos generalistas, donde un documental tiene mucho más difícil hacerse un hueco. En definitiva, uno cuenta historias para que otros las puedan ver, leer o escuchar, y no hay nada más bonito que compartir tu trabajo con el público. Cuando lo he podido ver con gente y, al terminar la proyección, alguien se acerca emocionado y me dice que le ha llegado muy adentro por alguna experiencia personal que ha tenido, eso no está pagado.

-¿Qué cineastas del cine clásico y contemporáneo considera sus referentes?

-Siempre me he considerado un espectador ecléctico, al que le gusta tanto el cine clásico como el contemporáneo. Como decía Polanski, no hay películas nuevas o viejas, sino películas que has visto o que no has visto. Así que tengo un batiburrillo importante de referencias, desde Brian De Palma hasta Steven Soderbergh, pasando por Sidney Lumet.

-Cite dos o tres de sus películas preferidas.

-Atrapado por su pasado, Veredicto final y Rocky. Son las tres películas que me obsesionaron durante mucho tiempo y despertaron en mí la vocación de dirigir cine. Supongo que lo que me atrae de ellas es que están protagonizadas por antihéroes, personajes con los que, por supuesto, me siento más identificado.

-¿Se siente parte de una nueva generación de cineastas aragoneses?

-Siempre ha habido talento, pero es verdad que actualmente hay una serie de directoras y directores aragoneses que están contando historias con una voz propia muy poderosa y que, además, llegan al gran público y tienen su reconocimiento en forma de premios. Lo que no podemos permitir es que ese talento aragonés tenga que irse fuera de Aragón para producir sus historias. Es decir, no es lo mismo talento aragonés que cine aragonés. Por supuesto que me siento parte del cine que se hace en Aragón, aunque mi apuesta sea la de seguir haciendo cine desde aquí, consciente de la dificultad añadida que eso supone.

-Corto, largo, documental… ¿en qué género o formato se encuentra más cómodo?

-Cada historia acaba encontrando el continente o el recipiente en el que encaja mejor. Ahora que ya he pasado por todo -cortos, largos, ficción y documental-, puedo asegurar que cuando estás inmerso en la escritura, el rodaje o la producción de cada uno de ellos, te desvives por lo que estás haciendo, sin importar su dimensión.

-¿Qué le obsesiona como narrador?

-Nunca me he considerado un autor; siempre he creído que era más un artesano. Pero es verdad que hay temas de los que no puedes huir, aunque sea de forma inconsciente. Creo que la identidad y la amistad son los dos que más se han repetido en mis trabajos.

-¿Cuál ha sido la decisión más arriesgada que ha tomado como director en toda su filmografía y oficio?

-Uno no rueda las películas que quiere, sino las que puede. Como dice Rodrigo Cortés, la naturaleza de un guion es no hacerse, y que pueda rodarse es prácticamente un milagro. Y que de ahí salga una buena película, le ocurre a una de cada cien. Las películas que no he hecho son como la antimateria: están aquí con nosotros, pero no se les puede ver. Siempre han sido proyectos mucho más ambiciosos en lo presupuestario. No estoy diciendo que las películas que he hecho no me representen, en absoluto, porque creo que en el fondo precisamente me acaban definiendo como persona. Soy alguien tenaz y perseverante. A fin de cuentas, ¿como meter a diez baturros en un 600? Diciéndoles que no caben.

-¿Qué importancia tiene para usted la relación con el espectador? ¿Qué es lo primero que considera y valora?

-Es difícil esta pregunta. Por un lado, tienes que tener siempre presente al público, porque, a fin de cuentas, cuentas historias para que otros las puedan ver. Pero, sin embargo, hay muchísimos ejemplos de todo lo contrario: solo pensando en tu visión, acabas siendo valorado por el público. Quiero decir… Santiago Segura tiene muy claro que sus películas las hace por y para el gran público, que precisamente está esperando eso de él. Y eso me parece maravilloso, porque creo que es un genio de la producción. Sin embargo, hay otro tipo de directores que acaban teniendo el reconocimiento de la crítica y que no piensan en absoluto en el público, sino que se centran en su manera de ver el mundo, única y diferente. Y creo que, a la larga, son esas obras las que acaban trascendiendo precisamente por no haber pensado en el público.

-¿Cómo maneja las críticas cuando las lee o escucha, tanto las positivas como las menos?

-De José Luis Gil aprendí algo muy importante: que las críticas no las controlas tú, y que para ti debe quedar el viaje y la experiencia de haber hecho algo en lo que crees y por lo que ha merecido la pena invertir tanto tiempo y esfuerzo. Es imposible abstraerse de ellas, y más cuando todo el mundo hoy día hace pública su opinión. Tampoco creo que mi obra, de momento, sea tan trascendente como para darle valor a lo que alguien pueda decir sobre ella. Pero bueno, cuando haces algo, te expones, y hay que cargarlo en la mochila y soportar el peso en el siguiente trabajo.

-¿Cómo ve el futuro del cine independiente en España? ¿Es otra cultura emprendedora del riesgo, francotiradores de la imagen?

-La democratización de los medios ya está aquí, entre nosotros desde hace tiempo. Pero es fascinante cómo incluso el acabado final de una producción independiente va a estar a la altura de una gran producción dentro de poco, y más con la Inteligencia Artificial, que es algo contra lo que tampoco se puede luchar. Por supuesto, creo que hay que legislarla muy bien y saber hacer un buen uso de ella.

-Y para terminar, si pudiera resumir su forma de entender el cine en una sola palabra, ¿cuál sería?

-Pasión.