Ramón Acín, escritor: “La existencia debe afrontarse de frente, sin tapujos y sin trampantojos”
‘Vida’, un lúcido libro de relatos que se acerca a la existencia humana“Resulta difícil hablar de uno mismo sin caer en la presunción. Dejémoslo en una suma donde cabe el profesor que fuí (ahora estoy jubilado), el escritor que pretendo ser, el crítico literario al que le gusta leer y el ensayista al que le preocupan ciertas cosas del mundo de la cultura. En cuanto a lo humano y vital: vivir y dejar vivir, leer, viajar para ir más allá de mi ombligo y aportar lo que pueda para esta sociedad cada vez en mayor grado de descomposición”. Así se presenta el autor oscense Ramón Acín, que acaba de publicar ‘Vida’, su último volumen de relatos, un apasionante viaje emocional desde la palabra, de firma firme y amplio espectro humano y vital.
-Aún más si cabe, ahora toca mostrarse desde la ‘Vida’.
-‘Vida’ es un libro de relatos que indaga precisamente en lo que anuncia el título. Es un indagar por las muchas aristas de la existencia, desde la panorámica de lo colectivo hasta la mirada de lo íntimo. Un indagar que bucea en nuestro pasado, en especial, en el más trágico, y a la vez, según relatos, un indagar que se interna también en el presente. Un indagar que pretende ejercer la costura sobre las muchas heridas de la existencia, porque la escritura posibilita la reflexión y la comprensión sobre aquello que nos duele, nos es incomprensible o, entre otras muchas cosas, que nos turba.
-Vida para vivirla (hasta ahí el bolero de Los Panchos), saberla, y estar en ella, sugiere.
-La vida es viaje. Se nace para morir y entretanto hay que vencer los obstáculos que a uno le salen al encuentro y, sobre todo, gozar de las alegrías que sazonan la existencia. Para vivir de verdad es necesario saber lo que se vive y porque se vive. No hay más cera. Sólo queda estar en ella con ética, con alegría y optimismo, al tiempo que con la mirada atenta, meditando sobre cuanto acontece. Conociendo y cavilando sobre la vida, esta deja de parecer tan despiadada como parece. Saber evita el desconcierto.
-Sin simulación ni disimulo.
-Simular difiere de vivir y disimular no lleva a ninguna parte. La vida es para quien es. Como la muerte, su final. De nada sirven los paños calientes. Por eso, la existencia debe afrontarse de frente, sin tapujos y sin trampantojos. Vivir de frente expande la alegría, evita los miedos y lima las aristas.
-El vivir como ocupación.
-Toda ocupación ayuda. Y lo hace en varias direcciones, desde lo personal a lo social. La vida se construye sobre el acicate. Una vida sin ocupación se convierte en monotonía, está privada de estímulos y carece de alicientes. Además, la ocupación o el trabajo permiten que lo íntimo se funda con lo colectivo.
-Y las virtudes como latido y criterio en la cultura de lo honesto.
-Bueno, entramos en territorio minado. Las virtudes están muy bien y son necesarias, pero también hay que evitar que se carguen en exceso de ciertos sesgos, incluido el religioso, porque, entonces, su cara ya no parece tan hermosa. Todo en su justa medida, sin desmesura, porque es muy peligroso que la balanza se incline mal. Pero sí, el lado bueno de las cosas siempre será necesario para que la condición humana no pierda el pie necesario gracias al cual las circunstancias, los hechos, las creaciones… caminan de forma recta, honrada, cabal y lógica. Algo de ello hay en ‘Vida’ cuando abordo las virtudes cardinales y sus contrarios, los pecados capitales que nos inculca la religión.
-Cuatro patas tiene esta mesa: desafuero, hecho, desliz y desasosiego.
-Sí, en mi libro de relatos, son las cuatro formas de acercarme a la existencia humana, que es inabarcable. Generalmente lo hago más desde la sombras que desde las luces. Sin duda, porque al reino de las sombras pertenecen actuaciones disparadas por la violencia, enmarcadas en la culpa, agitadas por la turbación, emanadas del peligro, vestidas por la crudeza y casi siempre a caballo de pensamientos nada saludables. Ver desde el otro lado de la luz, auscultar las sombras de la condición humana ayuda mucho a comprender nuestra existencia y su modo de desarrollarse a manos de las personas.
-“Elige la mejor manera de vivir; la costumbre te la hará agradable”, se disputaban Pitágoras y Epicteto.
-La costumbre, la rutina, la repetición… no son las más acertadas compañeras si siempre se acude a ellas. Claro que lo conocido, lo habitual, lo practicado (eso puede definir a la costumbre) evitan el fallo. Persistir en lo sabido o practicado es un buen apoyo, que además resulta agradable porque no conlleva riesgo ni tampoco incomoda. Pero la vida reducida a rutina es una muerte en vida, carece de aliciente, priva de la lucha diaria, del sabor de lo ignoto, del placer de lo inexplorado, del misterio. La vida posee muchos rostros y las personas necesitamos de ellos. Por tales sendas caminan bastantes relatos de ‘Vida’.
-Además, nuestro Baltasar Gracián afirmaba que la costumbre “disminuye la admiración, y una mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia envejecida”.
-Claro. Gracián, gran autor de cabecera para mí, no suele errar y casi siempre da en el clavo. La novedad es clave porque es fuerza vital para cualquier persona que se precie de serlo. Creo que los seres humanos estamos ávidos de novedad, que amamos el exotismo, que disfrutamos con el misterio, que necesitamos el cambio... tal vez porque la existencia es todo eso. Se viaja por la vida mientras se vive, y viajar, además de cubrir etapas y consumir tiempos, también supone sumar paisajes y paisanajes, hollar espacios, ejecutar acciones. Somos tiempo y viaje. Finitos, claro.
-Contradicción: ¿Dónde poner el guion, antes o después de la ‘a’?
-Ambas me sirven. Si la pregunta se refiere a mi condición de escritor, sin duda antes de la ‘a’. Soy adicto a la escritura, porque escribir conlleva para mí el hecho de elucubrar acerca de aquello que no comprendo o que desconozco. Supone, pues, una forma de búsqueda. Y en cuanto colocar el guion después de la ‘a’ también, porque ambas formas, dicción y contradicción, contienen el término “hablar”, clave del ser humano, tanto en sus relaciones como en sus actuaciones. Por otra parte, la contradicción conlleva también la duda y dudar es básico para todo en esta vida.
-Así es. Además, para Einstein, hay dos maneras de vivir la vida: “una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro".
-Soy más de la segunda posibilidad, aunque, en ocasiones, cambiaría el concepto “milagro” por el de “absurdo”. Sí, vivir es milagroso, pero si ese vivir carece de incentivos, tal como ya he dicho, entonces se queda vacía de milagros y de casi todo.
-Eso requiere, mínimo, salir de uno mismo, al menos al portal o hasta la acera.
-Claro, por muy importante que sea “conocerse a uno mismo”, también es vital conocer el entorno. Somos seres necesitados de los demás, convivimos por necesidad y hasta tal grado llega esta que, junto a lo que somos en nuestro interior, también somos lo que los otros dicen de nosotros. Somos y a la vez vivimos en los demás.
-Ya lo dice bien usted en su libro: “El afecto y el ego son incompatibles”.
-El ego es necesario para desarrollarse, pero nunca debe invadir la esfera del prójimo. Hoy, sobre todo en la cultura, el ego está haciendo estragos, privando del ejercicio del afecto. Una realidad que se observa también, pero sin tanta visibilidad, en el territorio común.
