

Ramón Acín, escritor: “Recoge nuestro pasado queriéndose convertir en una lente útil para quien acceda a su lectura”
Bajo el título ‘Las historias de la Historia’, en su sorprendente nuevo libro Ramón Acín se revela como un generoso viajero físico y de papelDe literatura amiga, cómplice y sincera, entre novelas, dietarios y ensayos, cuentos y relatos, Ramón Acín es un imprescindible de nuestra narrativa y sociedad, sea por sus textos, sus análisis o por esa continuada invitación, empática e infatigable, al poner en valor historias, voces y discursos para hacernos más lúcidos y humanos desde el poderoso artefacto de las Letras. Nos reunimos con él por la salida de su nuevo volumen ‘Las historias de la Historia’ (Prensas de la Universidad de Zaragoza), que este fin de semana ha sido presentado en la Feria del Libro de la capital aragonesa. “Resulta, cuando menos, extraño hablar de uno mismo, de lo que se es e, incluso, de lo que escribe o del por qué se escribe. Son los demás quienes socialmente nos definen. Siempre somos, en gran medida, la mirada que de nosotros tienen los ‘otros’: familiares, amigos, conocidos… Así, en parte, nos construimos, pero contestando a la pregunta: Escribo narrativa, ensayo, soy viajero físico y, desde la adolescencia, un viajero de papel, es decir, me considero un lector empedernido”.
-Usted continúa (porque no vuelve, ya que nunca se había ido) con ‘Las historias de la Historia’.
-Sí, hace un par de años me prometí no escribir más, porque el mercado está inundado y casi no da abasto en sus salidas por la acumulación. Pero, para mí, escribir ya casi es una forma de vida, una adicción indispensable. Sin embargo, ‘Las historias de la Historia’ no nace de la firme convicción de escribir, de una idea generada y masticada, nace del azar. Como ya crio canas y quiero dejar el camino expedito a los hijos, decidí romper todas las fichas de lectura y cuadernos de citas que he ido acumulando a lo largo de mi vida como crítico literario y como lector. En ese proceso, la curiosidad propició alguna relectura de esas fichas y saltó la libre de un posible libro que viajase a caballo de ese acumulo de lecturas. Lecturas que recogen mi travesía por la literatura y en pos de la literatura.
-Y se reafirma que lo suyo son ‘Viajes de papel’, como los tigres, y perdone el chiste fácil. Porque, como usted mismo dice, toda lectura acaba siendo un viaje.
-Sí claro, porque leer es viajar. Leer es un gran viaje hacia los ‘otros’, hacia su mundo y experiencias, con las penalidades y las alegrías que en éstas se encierran. Leer es aprender en los demás con lo que te cuentan y ofrecen las vidas que edifican las historias de las novelas. Leer también es vivir otras vidas y, al igual que la vida es viaje, la lectura también lo es, aunque el territorio, su atmósfera y cuanto contienen descanse en papel. Leer incide en los sentidos además de en el ánimo. Siempre son viajes con los que se aprende. Como la vida misma.
-Un recorrido particular que anhela ser colectivo.
-Claro, ‘Las historias de la Historia’ son resultado de mi travesía a vueltas con los libros, de las lecturas ejecutadas a lo largo de la vida que provienen de otros y que, al recuperarlas ahora, caminan hacia el lector. Y que dada la temática histórica en la que descansan, desde el siglo XIX hasta la actualidad, pueden servir, cuando menos, para tener una pequeña información sobre nuestro pasado. Sí, el libro tiende hacia lo colectivo, va en busca de lectores con el propósito de que sea útil, enseñe e, incluso, divierta.
-Repleto de experiencias y emociones, muchas sentimentales.
-Toda novela contiene un arsenal acerca de las cosas de la vida. La vida es íntima a la vez que colectiva. La vida está llena de experiencias y emociones, la edificamos gracias a ellas. Y las novelas reproducen todo un alud de emociones, sentimientos, situaciones, ambientes y experiencias. Leer novelas es apropiarse de todo ello, comulgando en aras del bien o ayudándonos desechando el dibujo del mal. Ambas perspectivas sirven por cuanto apuntalan nuestra trayectoria. Y si ‘Las historias de la Historia’ son resultado de las muchas novelas leídas deben reflejar todo ello. Claro, es un reflejo particular, asentado en una sentimentalidad y en un gusto propios. Sí, ‘Las historias de la Historia’ acoge mi sentimentalidad y mis preferencias lectoras, es una visión particular que, al menos eso espero, beneficie al lector.
-Con muchas confesiones sinceras.
-Por supuesto, Ramón Acín lector, profesor, crítico y escritor está en ‘Las historias de la Historia’. Muestro mis vergüenzas al aire, sin duda, me define como lector y, sobre todo, como ser social en la sociedad occidental y, más en concreto, en la española. ‘Las historias de la Historia’ hablan de mi personal percepción de España a través de las muchas historias que se encierran en las novelas leídas, novelas que tratan de cómo hemos sido, de como nos vemos, de cómo cambiamos, de algunos aspectos que nos definen, de nuestra Historia, en suma. La Historia más cercana y sobre todo más reciente está en la base del libro y tiende a la pluralidad porque plurales son las visiones que nos han llegado a través de las novelas citadas y, por supuesto, por mí devoradas.
-Donde el pasado y su necesidad de memoria se visten de traje.
-Somos memoria. El presente es un instante que se hace memoria y el futuro tan sólo un quizás. El pasado define. El pasado nos construye. La mirada sobre el pasado, recobrada, ayuda al caminar, actúa de guía. Por eso, la Historia está tan presente y es tan protagonista en este libro. Claro, de una forma parcial, porque es imposible armar una trama con todas las aristas que define a España y la sucesión de sus tiempos. En ‘Las historias de la Historia’ me acojo al lazarillo del pasado, a lo que significó lo acontecido, a cómo nos modeló, a cómo influyeron los cambios en quienes vivimos en este hermoso país. Y todo ello visto desde la arista de la convulsión, de la confrontación bélica, desde los sucesos transcendentales que han recuadrado a España. Sin conocer su pasado, tan olvidado hoy día, sin asumirlo con sus hieles o sus alegrías como se pretende desde las esferas políticas enfrentadas, no hay posibilidad de ser ciudadano, ni de ser partícipe de un país. Conocer la Historia es la clave para evitar manipulaciones, tan presentes y activas en nuestros días.
-Memoria e imaginación, absolutamente necesaria para ver lo real, que decía Paul Auster.
-Siempre he pensado que la imaginación atempera la parte más dura que destila la memoria sobre todo si ésta tiende a la acidez. La imaginación dulcifica lo acibarado e, incluso, lo inhumano. Acercarse a la Historia a través de la imaginación que aporta la literatura evita los nubarrones y los rayos del desatino y del odio. Porque nuestra Historia está llena de cainismo o de una continua animadversión que lleva al enfrentamiento, a la sangre fratricida. Nada mejor que observar las tres guerras carlistas durante el siglo XIX o la Guerra Civil en el XX por no seguir citando más circunstancias de violencia. La copa de nuestra realidad es amarga en suma y gracias a la imaginación fusionada con la realidad puede sobrellevarse, empujar a la reflexión y conseguirse la comprensión.
-Y con ecos y conexiones literarias y de estilo.
-Claro, mi visión personal aduciría de cojera partidista si no la acompañase de citas. Citas, por supuesto, de índole varia: filosóficas, críticas, comprensivas, suavizantes… y hasta edulcorantes según el momento tratado. Están traídas a colación para apuntalar reflexiones. Reflexiones derivadas de los sucesos acontecidos, entrevistos o vistos gracias a las lecturas de las historias que pueblan las novelas de los escritres que han incursionado en nuestro pasado. Y, junto a estas citas, otras que van más allá de la simple compañía, lanzadas por ensayistas y pensadores, que, al hablar del ser humano, ayudan a perfilar las actuaciones éticas, morales y sociales en momentos de violencia, de euforia, de convulsión, de sangre, de muerte...
-Y una apuesta por la ‘relectura’ como concepto y actitud.
-Debemos conocer el pasado. Sólo conociéndolo evitamos convertirnos en robots, en zombis dirigidos, sin alma y asentados en las consignas y los esloganes. Leer y releer a fondo las historias que otros levantaron leyendo lo acontecido y reflexionándolo, evita tales posturas simplistas, mecánicas, desnaturalizadas y sin cabeza en estos tiempos de información sesgada y dada al bulo. Conocer para saber juzgar con cabeza y no con las tripas.
-‘Las historias de la Historia’: Vueltas de tuerca y virtuosos discursos que son ensayos.
-Bueno, confieso que no sé a qué género literario atenerme con ‘Las historias de la Historia’. En apariencia, parece un ensayo, pero tiene mucho de narración, de historia, de viaje, de sentimiento personal, de meditación… y, por supuesto, de apropiación, porque son muchos los autores a los que debo el texto. No concibo ‘Las historias de la Historia’ sin todo lo anterior. El libro si se sostiene será gracias a las muchas novelas leídas, a las reflexiones de los pensadores que me han acompañado en el viaje de mi permanente condición de lector y viajero físico, a la meditación del placer de quienes me abrieron los ojos contando tramas con la Historia al fondo. Sí, un libro con discurso, repleto de discursos.
-En definitiva, ¿qué recoge este nuevo volumen?
-Recoge nuestro pasado queriéndose convertir en una lente útil para quien acceda a su lectura. Una lente/documento que busca convertirse en colectiva. Conseguirlo ya es harina de otro costal.
-¿De qué capítulo o sección se encuentra más orgulloso?
-Quizás, desde una implicación más personal, destacaría el capítulo destinado a la guerra civil y sus secuelas, parcelado autonomía por autonomía. Y desde la implicación vital, por vivida y sufrida, el dedicado a los tiempos de la Transición española que no fue tan modélica y rupturista como se predica.
-¿Una parte que recomiende a la gente con más pulmón y más joven de espíritu?
-Los fragmentos dedicados a las incertidumbres y las mudanzas, algunas impresentables como la corrupción, habidas en el último tercio del siglo XX en España.
-¿Y otra que ponga en valor para los desencantados?
-Ni siquiera la utopía en estos momentos que vivimos donde campa la dejación, el mundo digitalizado ahíto de prisas y propenso a la información (si existe) superficial, puede evitar el desaguisado. Espero que el desencanto no lleve a la inercia, sino a la reflexión. Por eso, si se desea meditar en aras de una modificación del desaguisado, lo mejor conocer lo acecido. Es decir, que lean varias de las novelas de las que se habla en ‘Las historias de la Historia’.
-Cogiendo a Walter Benjamin de la mano y delante de nuestro espejo, ¿letras y ficción nos salvan de la barbarie?
-La literatura posee mucho de lección y de esperanza. La literatura llena huecos, incluso los no existentes e inventados. La literatura puede mostrar tanto el lado oscuro de la vida, como el lado opuesto de la vida, además de ésta.
-En tiempos de distopía, autocensura y quema de libros, ¿cuál es la peor barbarie del ser humano?
-El desconocimiento donde hace nido el odio y la violencia. El alegre disparate del no saber. La autosuficiencia de los estúpidos. Y todo ello unido a la jeta de los camaleones a los que solo les interesa el medro.
-Recuerda a José Saramago en sus textos, cuánto se le echa de menos.
-Fuimos amigos, imagínate. Por suerte, me acompañan y asisten varios de sus libros. Con ello, sigue estando a mi lado.
-Al final de su lectura (y viajes) nos reafirma en eso de “España es diferent”, que decía McNamara: “La solución es sencilla, con peineta o con mantilla”.
-España es diferente en muchas cosas. Buenas y malas. Pero sobre todo, a pesar del pacto o consenso, fue diferente durante la Transición por aquello del olvido y la amnesia colectiva.
-¿Un deseo para mejorar la salud de la Historia de nuestro país?
-La lectura, el conocimiento y evitar arrojar el odio y el uso partidista de la infamia sobre todo.