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“Victoria apostó por aplazar un derecho que Clara creía irrenunciable” “Victoria apostó por aplazar un derecho que Clara creía irrenunciable”
Lafuente recrea con rigor un momento vital de nuestra historia. © Carlos Ruiz

“Victoria apostó por aplazar un derecho que Clara creía irrenunciable”

Planeta presenta ‘Clara Victoria’ de Isaías Lafuente, un apasionante texto sobre los derechos constitucionales
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Se declara como hombre feliz dedicado al periodismo. “Hace 35 años entré en la SER como becario y aquí sigo. Como biografía es muy aburrida, pero todo está siendo muy divertido”. Isaías Lafuente estrena Clara Victoria (Editorial Planeta), un completo y apasionante volumen sobre la crónica del debate que cambió la historia de las mujeres: Clara Campoamor en su defensa del derecho al voto para las mujeres, frente a un Parlamento de 470 varones y otra mujer, Victoria Kent, que se mostró partidaria de posponerlo. Al texto le acompañan unas preciosas ilustraciones de Helena Pérez García.

-Historia y crónica periodística la suya.

-El interés y la curiosidad por la historia la he tenido siempre. Me lancé a escribir porque vi posible acercarme al pasado con las herramientas del periodismo: hacer las preguntas básicas, bucear en las fuentes, contrastar datos y elaborar con todo ello una crónica. En el día a día los periodistas vamos escribiendo la historia, pero nos falta perspectiva. Cuando viajo al pasado, la perspectiva es mucho mejor.

-Como usted apunta, Clara Campoamor lidió la batalla de los prejuicios.

-De los prejuicios hacia las mujeres, especialmente. Vivieron durante siglos apartadas de la vida pública y de la vida política. Tuvieron vetados casi todos los caminos durante mucho tiempo: la educación, el trabajo, los negocios y hasta la gestión plena de su propia existencia. Su nivel de ciudadanía era el mismo que el de las personas incapaces o menores de edad. Y se consideraba normal, natural.

-Y quizá también otra mucho más profunda aún, la del miedo.

-El miedo en lo político nacía precisamente del prejuicio. Las mujeres estaban sometidas a la influencia de la Iglesia y de maridos influidos a su vez por la Iglesia. Y muchos creían que si votaban esa influencia derechizaría la República y podría acabar con ella. La historia demostró que no fue así. Con el voto de las mujeres ganaron las derechas de la CEDA en 1933 y el izquierdista Frente Popular en 1936.

-Su volumen es riguroso y fruto también de la investigación.

-Cuento los hechos tal y como sucedieron y quedaron reflejados en los Diarios de Sesiones de aquellas Cortes Constituyentes, en los periódicos de la época, en las propias memorias de Clara Campoamor y de otros protagonistas.

-Usted desmiente la manipulación de los hechos sucedidos aportando datos de manera bien clara.

-Es que me indigna que casi un siglo después algunos, especialmente dirigentes políticos, siguen sosteniendo teorías que desmienten los datos conocidos. Que el PSOE se opuso al sufragio, cuando aportó más de la mitad de los votos que lo sacaron adelante; que Clara Campoamor lo logró con el apoyo de los liberales y la oposición socialista, cuando fue justo al contrario; que la socialista Margarita Nelken votó en contra, cuando ni siquiera estaba en las Cortes cuando se discutió... Mentiras difundidas por ignorancia supina o por mala fe. Cualquier opción es mala.

-Ante Victoria Kent, Clara Campoamor estuvo, como se suele decir, sola ante el peligro.

-Bueno, sola entre los suyos, los diputados de su partido y los de los otros grandes partidos republicanos. Pero consiguió convencer a otros 160 diputados de otras formaciones que sí la apoyaron. Ella fue la voz de la conciencia de aquellas Cortes. Estoy convencido de que, de no haber estado allí, el sufragio quizás no hubiera salido adelante.

-Ambas bebían de las fuentes de la pensadora Concepción Arenal.

-Ambas son mujeres impresionantes. Su republicanismo, su progresismo, sus convicciones democráticas y feministas, su valía profesional y personal eran indudables y semejantes. Y sí, ambas tuvieron como referente personal y público a Concepción Arenal. Solo se separaron en ese momento crítico del debate sobre el sufragio. Victoria Kent apostó por aplazar ese derecho, mientras Clara Campoamor creía que su concesión inmediata era irrenunciable, porque no se podía construir una república democrática sin contar de nuevo con la mitad de la ciudadanía. Creo que Victoria no supo leer el momento histórico que estaban viviendo ni el papel que ella, en justicia, debía jugar en él. No estuvo a la altura del momento histórico ni de su trayectoria ni de sus convicciones.

-¿Qué símbolos positivos y universales aportaba el debate?

-La defensa de la igualdad, la ampliación de derechos, el reconocimiento de una España diversa, la separación de la Iglesia y del Estado, la conquista de una modernidad que no acababa de llegar, en fin. Pero todo eso se produjo en momentos convulsos en Europa. En el tablero las democracias consolidadas se enfrentaban a la expansión de dos regímenes totalitarios. Nuestra democracia no tuvo tiempo de madurar y aquí cayó ante un fascismo que sobrevivió a la caída del fascismo. No tuvimos buena suerte.

-Diputada en las primeras Cortes republicanas, Campoamor estuvo en la comisión que elaboró el proyecto constitucional, única mujer entre veinte hombres.

-Sí, ella quería participar en la elaboración de la Constitución en primera línea y desde el primer momento. Y el Partido radical se lo permitió. Es la única mujer en nuestra historia que ha hecho una cosa semejante. En el 78 siempre hablamos de los siete padres constituyentes. No hubo madre en esa comisión constitucional. La del 31 sí que tuvo madre.

-El voto de las mujeres se salvó sin los votos de la derecha y sin los votos de los demócratas republicanos.

-Los tres grandes partidos republicanos, el de Azaña, el Partido Radical Socialista de Victoria Kent y el Partido radical de Clara Campoamor la dieron la espalda. Prometieron en la campaña electoral el voto a las mujeres y después se revotaron. La derecha no republicana votó en principio el sufragio, pero abandonaron las Cortes tras la discusión de los artículos referidos al Estado laico y no estuvieron presentes en un debate crucial que se celebró el 1 de diciembre de 1931. Allí se intentó colar una disposición transitoria para aplazar el voto en unas elecciones generales hasta que no se renovasen todos los ayuntamientos. Esa votación se ganó solo por cuatro votos y sin el apoyo de esa derecha. Si hubiera salido adelante, las mujeres españolas no habrían votado en unas elecciones generales hasta 1977.

-En los siguientes meses, Campoamor participó en todos los debates de artículos constitucionales más allá del voto: trabajo, matrimonio, vida civil, pública, etc.

-Eso es muy importante. Porque decir que Clara Campoamor consiguió el sufragio para las mujeres españolas es un titular reduccionista. Ella participó en la discusión de todos los artículos que consagraban definitivamente la igualdad plena entre hombres y mujeres. Todos los derechos recogidos en nuestra constitución vigente ya estaban en la de 1931. Y en todos participó activamente Clara.

-Y justo hace 90 años, Clara Campoamor rogó al ministro de la Gobernación abolir la prostitución reglamentada.

—Sí. Y lo hizo con un argumento demoledor teniendo en cuenta que el 80% de las mujeres que ejercían la prostitución eran menores de edad: es una crueldad que las leyes protejan al menor y le priven de capacidad hasta para firmar un contrato o disponer de bienes propios y en cambio no protejan a las mujeres cuando se las trata como mercancía.

-En su volumen reconstruye con astucia ese clima que rechazaba cualquier derecho para la mujer.

-Lo que más sorprende es ver cómo diputados reputados intelectualmente, como Roberto Novoa Santos, defendieron que las mujeres no podían votar porque eran seres histéricos. Hubo otro que creía que esa incapacidad desaparecía con la menopausia, así que ellos votarían a los 23 años y ellas a los 45. Estas cosas se escucharon en un parlamento en que estaban Unamuno, Ortega y Gasset, Marañón, Azaña, Fernando de los Ríos, etc.

-Y Clara fue un referente sufragista internacional.

-Sí, gracias a una circunstancia que puede considerarse una rareza. El decreto que convocó las elecciones a las Cortes Constituyentes permitió a las mujeres entrar en el parlamento, pero no las permitió elegir a quienes iban a entrar en el parlamento. Esta circunstancia chusca convirtió a Clara Campoamor en la única sufragista del mundo que defendió y consiguió este derecho desde la tribuna parlamentaria. Otras sufragistas, en Inglaterra, en Estados Unidos, en otros países, empujaron desde las calles, jugándose la libertad y, a veces, la vida, para que parlamentos de hombres aprobasen este derecho. La única mujer que lo logró desde su escaño es Clara Campoamor.

-En estas, defina feminismo, y su esforzada cultura que también remarca en su texto.

-El sustantivo despista, porque muchos —y muchas— siguen creyendo que el feminismo es una especie de lobby que pretende privilegios para las mujeres. Y no es así. El feminismo defiende la igualdad plena entre hombres y mujeres. Punto. Creo que quien es feminista no tiene que explicarse mucho. Los que deben explicarse son los que no creen en esos valores. Y no son pocos.

-¿Un subrayado de la memoria que hace su libro sobre estos importantes hechos para las nuevas generaciones y los tiempos tan líquidos que atravesamos?

-Pues creo que es muy interesante mirar lo que ocurrió hace casi un siglo con nuestra mirada actual, para comprobar que derechos que se conquistan con años y años de luchas pueden ser dinamitados de la noche a la mañana, que es lo que sucedió con el golpe de Franco, la guerra y cuarenta años de dictadura que condenaron a las mujeres a vivir de nuevo en el pasado tras haber pisado durante cinco años terrenos de libertad que nunca habían disfrutado. Así que tomemos nota.