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Una marea de ciclistas  y aficionados inundó la carretera al Pico del Buitre para ver llegar al pelotón de La Vuelta Una marea de ciclistas  y aficionados inundó la carretera al Pico del Buitre para ver llegar al pelotón de La Vuelta
La escultura metálica que recordará el paso de la Vuelta sirvió como ‘photocall’ a grupos de ciclistas. Bykofoto/Antonio García

Una marea de ciclistas y aficionados inundó la carretera al Pico del Buitre para ver llegar al pelotón de La Vuelta

Neveras, banderines, globos y música amenizan la espera a los corredores en una jornada soleada
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Javier Gascó

Un mar de ciclistas y aficionados. Eso era la carretera que subía desde hasta el Pico del Buitre durante la mañana de ayer. Los más valientes afrontaban la ascensión a la meta de la sexta etapa desde mucho antes del comienzo del puerto, para emular lo que horas más tarde iban a hacer sus corredores favoritos. Otros, los más madrugadores, aparcaban su coche en la zona alta de Javalambre para hacer el recorrido por partida doble, una de bajada y otra de subida. Todos ellos pedaleaban sustentados por los ánimos de centenares de aficionados que, bien preparados para la ocasión con víveres suficientes, aguardaban la llegada de la gran ronda española mientras hacían tiempo observando la escalada de coches y bicicletas hasta la cima. En lo más alto, aguardaban grupos y grupos de gente llegadas de todos los lugares del país para disfrutar de la segunda llegada en alto de la prueba ciclista más importante del territorio nacional. Las carpas luchaban contra el viento que soplaba -de manera tímida, eso sí- en los últimos kilómetros. Las neveras, llenas a primera hora de la jornada, se iban vaciando a medida que pasaban las horas y que las temperaturas bajaban, para robarle el protagonismo a los maillots y cedérselo a las chaquetas y sudaderas. Pero, pese a todo, nadie se quiso perder la victoria del estadounidense Sepp Kuss (Jumbo Visma) en lo alto del Pico del Buitre.

La travesía hasta lo más alto

Llegar hasta la meta era una auténtica travesía ayer por la mañana. Las grupetas de ciclistas aficionados se abrían paso entre camiones y coches de prensa y de la organización que, a ritmo de procesión, afrontaban el ascenso hasta la línea de meta. Eso sí, nadie protestaba por el caso. Más bien al contrario, la alegría y el ambiente festivo reinaba tanto en el puerto final como en los pueblos aledaños. Manzanera se ataviaba con banderines y globos; Torrijas también preparaba adornos de todo tipo para recibir al pelotón, con esprint especial incluido; y Arcos de las Salinas afrontaba su gran día del verano con las calles repletas de vecinos y veraneantes que, desde primera hora, sacaban mesas y sillas a la calle para disfrutar de las horas previas a la cita en un contexto jubiloso.

La situación se transformaba una vez iniciado el ascenso hasta el Pico del Buitre. Los diez kilómetros de subida hasta la línea de meta dejaban por el camino a los vecinos y veraneantes y se convertían en un camino idílico para ciclistas y amantes del deporte de las dos ruedas, que iban cogiendo posición para disfrutar del segundo paso de La Vuelta por esos parajes.

Las primeras ascensiones todavía permitían las bromas e incluso las fotografías entre los propios deportistas amateur. Algunos sonreían al paso de los coches, que trataban de no molestar en exceso para continuar su camino hacia las estrellas.

Los propietarios de las caravanas aparcadas en el inicio de la ascensión disfrutaban del ir y venir de ciclistas, mientras disfrutaban de la soleada jornada. Frente a la novedosa escultura de hierro ubicada en la falda del alto de Javalambre, aproximadamente en el segundo kilómetro del puerto, un matrimonio belga se ofrecía a tomar fotografías a los numerosos grupos que realizaban la primera parada ante el llamativo monumento. “Llevamos aquí desde ayer a las dos de la tarde y estamos haciendo una ruta por diferentes etapas de La Vuelta”, comentaba la pareja, que confiaba en que su compatriota Remco Evenepoel pudiese coronar en uno de los picos más altos de la provincia de Teruel.

Terminaban de hacer su pronóstico de la jornada cuando aparecía un nuevo conglomerado de gente sobre ruedas. La situación frente a la estatua férrea era un no parar. Ciclistas turolenses, zaragozanos y valencianos realizaban el primer descanso antes de afrontar la parte más dura de la ascensión. “Somos un grupo de siete que nos hemos pedido el día libre para venir a ver esta etapa. Hemos aparcado los coches arriba y nos hemos bajado en bici hasta Arcos para hacer la subida que van a hacer los del pelotón”, comentaban unos de los tantos que se detuvieron frente al matrimonio belga.

Camino a las estrellas

A medida que las rampas iban aumentando su porcentaje de elevación, los valientes escaladores iban disminuyendo su velocidad y serpenteando cada vez más. Sin embargo, los aficionados parecían pasárselo mejor por cada kilómetro que se acercaba la meta. Las cunetas eran aparcamientos improvisados para grupos de todos los lugares de la geografía española. La tranquilidad habitual del puerto del Pico del Buitre se convertía en cosa del pasado conforme avanzaban las horas. Cada vez quedaba menos para la llegada de los de la general y los más animados ambientaban el panorama con música y altavoces.

El flujo de ciclistas que se iban apeando a los costados de la carretera aumentaba a medida que el pelotón iba restándole kilómetros a la sexta etapa de La Vuelta. Sabedores de que ya no iban a poder subir hasta el Observatorio Astrofísico de Javalambre, eran muchos los que aparcaban sus bicicletas en las rampas finales, buscaban una sombra, sacaban su bocadillo y disfrutaban de la espera.

En los dos últimos kilómetros, el panorama era ese mismo pero desde mucho antes. Un sinfín de grupos habían llegado a la parte final del puerto a primera hora, con todo el material necesario para pasar una jornada entretenida y disfrutar del mejor ciclismo del planeta.

Un lugar privilegiado

Nadie quería perderse una llegada que tenía todos los ingredientes para pasar a la historia de este deporte y para ello el último kilómetro era la mejor ubicación posible. Los amantes de las dos ruedas trataban de encontrar el lugar idóneo para contemplar los últimos metros. Una pantalla gigante, colocada antes de la rampa final, permitía seguir en directo el camino de la caravana ciclista hasta las estrellas.

Las vallas de los últimos metros se abarrotaban de personal desde bien temprano y los que no conseguían hacerse hueco en la zona de meta intentaban conseguir un punto adecuado para poder tener visión tanto del arco triunfal como de la enorme pantalla.

La zona iba tomando color poco a poco. Un grupo de vecinos de Arcos de las Salinas, que ya subió hasta la cima del Pico del Buitre en el año 2019, llegaba al amanecer sin falta de detalle. Dos tiendas de campaña, mantas, mesas, sillas, varias capas de ropa, bebida y comida para varias horas y hasta juegos de mesa para hacer más dinámica la espera. En Javalambre empieza a respirarse profesionalismo en lo de esperar la llegada de etapas ciclistas.

A falta de un par de horas para que el vencedor coronase, la zona VIP empezaba a llenarse y la carretera se cortaba de manera definitiva. El camino hacia las estrellas ya estaba reservado únicamente para los grandes protagonistas de la jornada.

Desde ese momento y hasta las 17:15 -hora de llegada de Kuss-, ambiente festivo, nerviosismo y muchas ganas de disfrutar de la gran fiesta del ciclismo internacional. Una vez culminada la etapa tocaba afrontar el mismo camino de varias horas antes, pero con el sentido opuesto. Tras volver a colarse en el mapa del ciclismo internacional por segunda vez y varios minutos de congestión, el puerto del Pico del Buitre regresaba a la normalidad.

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