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En mi prisión En mi prisión

En mi prisión

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Francisco Herrero

Lunes, 6 de julio.
En mi prisión
“No me vengas con cuentos. O cuéntame otro mejor. ¡Qué sabes tú lo que siento, qué sabrás tú del dolor! Y cada noche, en mi prisión, dibujo una estrella para que guíe mi obsesión y no deje huellas en mi corazón”.
Corría 1990 y un nuevo grupo, Fangoria, publicaba el sencillo En mi prisión. Presiento que esta semana, en la que será muy visible el cometa Neowise, voy a dibujar muchas estrellas.

Martes, 7 de julio.
Reenviar
Circula por Whatsapp un anuncio del Ayuntamiento de Aguilar del Alfambra. Al parecer, busca alguien para gestionar el multiservicio rural. No entiendo cómo nadie se deja seducir, pues las condiciones son muy ventajosas aunque tenga que vivir un sobrio cautiverio. Busco en la plataforma de contratación del Estado y veo que el plazo para presentar propuestas ya acabó. ¿Será cierto el llamamiento o resultará que tenemos muy suelto el dedo de reenviar?.

Miércoles, 8 de julio.
Libertad
Leo en la edición digital de Diario de Teruel que las personas mayores de Aragón van a poder salir de las residencias para estar con sus familias en periodos de un mes como mínimo. Me alegro. Por fin les han dado una licencia de la condena que cumplen con entereza estoica. Ante las primeras noticias anunciando las visitas de familiares en los centros, a distancia y con mampara de por medio, ya comenté que aquello era más o menos una visita carcelaria. Luego llegó la chuminada de los abrazos entre una capa plástica, que todavía es más triste.
Fantaseo con que ancianos y ancianas se rebelen de forma masiva, escapen sin permiso, hagan el puente al primer dos caballos que encuentren y se lancen a la carretera siguiendo los modelos de Jack Kerouac o las monjitas del Hogar San José.

Jueves, 9 de julio.
El chaleco
Pilar, Loli y Julia son tres viudas octogenarias de Pedrosillo El Ralo, en la provincia de Salamanca. Cada tarde de verano salen a pasear con la fresca. El recorrido habitual discurre por el arcén de la carretera nacional N-620 porque, imagino, se sienten más seguras caminando sobre el liso asfalto que sobre un camino pedregoso. Ayer, inesperadamente, sucedió algo excepcional. De repente, un coche las arrolló. A las tres. Y han fallecido las tres. Los teletipos dicen que las chicas no llevaban puesto chaleco reflectante y que lo más probable es que el conductor haya tenido un despiste, pues no había consumido alcohol o drogas.
La escena del paseo vespertino en los tramos de carretera cercanos a cualquier localidad la he visto cientos de veces. Y siempre he pensado que es un peligro para el grupo de peatones, un riesgo que podría evitarse si caminaran por sendas menos transitadas. Sin embargo, a la gente le gusta andar por las vías importantes. No sé por qué me recuerda esto a cuando se permitieron los paseos tras el confinamiento estricto, con hordas por las calles principales de las ciudades.
Por otro lado, ahora resulta que Pilar, Loli y Julia tienen gran parte de la culpa porque no vestían chaleco reflectante. Nunca pensé que la normativa pudiera estar tan alejada de los usos cotidianos. No sé por qué, esto se me asemeja al actual uso de la mascarilla. 

Viernes, 10 de julio.
Audaces
Desde ayer, la mascarilla es obligatoria en Cataluña. Siempre. Sin excepción. Bueno, la consejera Alba Vergés ha puesto como ejemplos de salvedad la práctica de deporte o ir a la playa. No se le ha ocurrido decir “pasear en solitario por la sierra” o “el cuidado del huerto de autoconsumo”, por ejemplo. Baleares ha anunciado que imita la norma y obligará hasta al aguerrido turismo europeo a ponerse el tapabocas. Por la radio ya he oido que Javier Lambán prepara algo similar para nuestra comunidad. Y toda la dirigencia solo recibe aplausos por tomar medidas tan audaces sin contar con argumentos científicos de peso para justificarlas. Lo que importa es regular toda la actividad diaria, vigilar el absurdo cumplimiento e imponer multas para quien se salga del recto camino. Las recomendaciones y la confianza en la responsabilidad de la población han pasado a la historia.
Leo también que Belgrado está que arde. Literal. El gobierno serbio ha anunciado el toque de queda para combatir la pandemia y la muchedumbre se ha lanzado a la calle de forma violenta. Los medios de aquí dicen que son radicales de extrema derecha y tal, pero yo pondría en cuarentena esa interpretación simple. Aquí somos muy de achacar a la ETA cualquier pedete y la cosecha no me deja tiempo para informarme en medios internacionales serios. 

Sábado, 11 de julio.
Bacanal
Escribo estas líneas cuando el Torico ya debería lucir el pañuelo. No ha habido incidentes. Según han informado todos los medios, el Estado ha organizado un dispositivo de seguridad desmesurado para evitar concentraciones alrededor de la fuente como si Donald Trump hubiera decidido hacer escala en el aeropuerto de Caudé y se hubiera empeñado en tomar una caña en el Aristos. ¿La gente no se ha acercado a la plaza por responsabilidad ciudadana o por la presencia de los neogrises? Nunca lo sabremos.
Tampoco han sido noticia, al menos durante la noche del viernes al sábado, esas fiestas privadas multitudinarias que dejarían a cualquier bacanal romana en ropa interior. Lo mismo. Nunca sabremos si el efecto disuasorio de la propaganda oficial ha sido determinante o si las supuestas convocatorias que circulaban por los grupos de Whatsapp más influyentes no eran más que un deseo chusco y un poco insolente. Lo que me da rabia es que nadie me invitó por Whatsapp a un sarao de ese estilo. No soy nadie en la sociedad turolense. Yo, que soñé con ser Carrie Bradshaw, no cuento ni para repartir pizzas grasientas.

Domingo, 12 de julio.
Sufragio activo
El electorado de Galicia y el País Vasco está votando en estos momentos. ¿Todo? No, una pequeña porción ha perdido, por arte de birlibirloque, el derecho a depositar el voto en la urna. Es solo una privación coercitiva, pero privación al fin y al cabo. Quienes hayan dado positivo en un test del coronavirus han de permanecer en casa bajo la amenaza de cometer un delito contra la salud pública si acuden al colegio electoral. No se les ofrece alternativa alguna. Por otro lado, las autoridades recomiendan preparar el sobre en casa. Vamos, que las opciones correctas son las que han podido enviar propaganda electoral. Nos está quedando una democracia divina con acento lomanesco.
Lo mejor de todo es que hay una corriente de opinión, en apariencia mayoritaria, que ve de buen agrado medidas así en pos del bienestar sanitario de la población general. La desafección política conlleva que nadie reclame o se eche a la calle cuando se cercena un derecho fundamental, como el sufragio activo, de forma flagrante. La nueva normalidad huele a naftalina que echa para atrás. Y demasiada gente siente que con un tufo así se vive mucho mejor.

LA FOTOGRAFÍA DE LA SEMANA

Leía el jueves en la edición digital de Heraldo de Aragón que el Consejo de Ministros ha aprobado  el título de Formación Profesional “Servicio de entrega y recogida a domicilio”, destinado a quienes se van a dedicar al reparto de comida a domicilio en bicicleta y similares. Es evidente que el diploma es necesario para un trabajo eficiente. Porque si un paquete tarda siete días en llegar de Pinto (Madrid) a Aguatón, aunque debía llegar al día siguiente, es por culpa del mozo, que no está formado. El Gobierno ha establecido también los certificados profesionales de “Actividades auxiliares de comercio”, enfocado a empleos de reponedor en supermercados, y “Actividades auxiliares de almacén”, dirigido a quienes van a ocuparse de la carga y descarga de camiones. Al final, el mundo laboral será como ha sido siempre: quien no sirve, a trabajar al campo.