El sueño de hoy
*Por Víctor Manuel Lacambra Gambau
En el trascurso de las últimas noches, las mismas imágenes, se habían repetido sin cesar. Julián atravesando el puente. Julián caminando por el bosque. Julián observando a lo lejos la masía de sus abuelos. Julián con el corazón vibrando a mil por hora llegando hasta el arco de piedra del siglo XVII. En un desvarío, Julián creía observar junto a la masía de sus abuelos a Cirila, su amiga de la infancia.
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Julián recorrió los últimos metros hasta llegar al viejo puente con el corazón vibrando bajo la camiseta a mil por hora. Al alcanzar el exótico viejo puente de sus sueños bajaron las pulsaciones y la sensación de ahogo e incertidumbre. Camino unas decenas de metros más y observó en todo su esplendor, la masía de sus abuelos. Tras un recodo del río, apenas a trescientos pasos, se detuvo. La mirada se centró en aquel vetusto edificio, el baúl de los recuerdos de su infancia. El arco de punto de piedra del siglo XVII, accionó en su cerebro la imagen de sus abuelos persiguiendo por los alrededores a un niño de catorce años, con apenas unos pellizcos de pelo en el bigote y el peso de la historia sobre sus hombros.
El esfuerzo físico compensaba con creces los valores positivos que suponían para su cerebro los miles de pasos andados entre pinos, arbustos y una maleza abrumadora de un monte fértil entregado a su suerte.
Tras acariciar con ambas manos los repliegues de la piedra de la casa, fue recordando las palabras de su abuelo. Raimundo:
─¡Julián, cuando seas mayor, quiero que recuerdes en el futuro, lo que estás viendo con tus ojos de hoy!
Aquellas paradójicas frases del abuelo resonaban en el preciso momento de su pronunciación. Después Julián lo borraba de forma automática de su memoria, como un resorte. Sin embargo, aquella mágica y paradigmática frase de su abuelo le había quedado grabada a fuego, desconociendo la trascendencia exacta de su significado.
Tras muchos años de debate interno, Julián entendió los mensajes subliminales que sus abuelos le fueron repitiendo varios meses de verano durante tres años. Pasados esos tres años, las visitas de Julián a sus abuelos se fueron espaciando en el tiempo, no por falta de ánimos y motivación. La madre de Julián discutía a menudo con sus padres, por cualquier motivo sin apariencia de trascendencia. Las escapadas a la masía se acabaron convirtiendo en una pesadilla. No podía soportar que las discusiones constantes entre sus abuelos y sus padres. Julián no estaba dispuesto a soportar más frustraciones a la extensa nómina de pesadillas y sueños desolados.
Ante la ausencia de otros niños o de entretenimientos a Julián le llenaba de júbilo correr detrás o delante de Cirila. Estos juegos se acabaron convirtiendo en el mejor parque de aventura de la historia del mundo mundial.
A veces, Cirila miraba con ojos tristes, directamente, a los ojos azules de Julián. En determinados momentos Julián comenzó a sospechar si Cirila entendía lo que susurraba en sus grandes orejas. La imaginación de Julián se trasladaba a historias sin final. Cirila, paciente y dichosa, encadenaba diversos sonidos interpretados por Julián como respuestas a su historias y devaneos adolescentes.
Una tarde de un infinito verano, varios fuertes golpes despertaron del sopor coyuntural a Julián, mientras contestaba con un tenue ¿Quién?, a la demanda tras la puerta de la habitación.
─¡Vamos Julián, hoy toca jugar a las adivinanzas!
─ ¡Cirila, por fin te pillé!
Con estas palabras se escondía la rabia y el rencor de varias semanas sospechando y calibrando la inaudita habilidad que permitió que Cirila se expresara en un perfecto castellano fronterizo. Sin poder mover un solo músculo de su cuerpo, Julián estaba paralizado desde la cabeza hasta sus pequeños pies. Cerró los ojos esperando despertar del sueño. Pasados unos segundos intentó de nuevo articular alguna de las partes de su cuerpo, y sin éxito, volvió a cerrar los ojos. Se concentró en la mínima conversación que había mantenido con Cirila y tras unos interminables minutos logró mover los dedos del pie derecho, después los dedos del pie izquierdo. Poco a poco, su cuerpo comenzó a recuperar la movilidad.
Tras la angustia de aquellos minutos fue a buscar a Cirila. El animal permanecía paciente en el pequeño prado, reconvertido en zona de juegos, enfrente de la puerta de la casa. Julián, todavía estupefacto, comenzó a gesticular y gritar con toda su energía en sus grandes orejas.
Julián se sentó paciente y agudizó el oído para oír pacientemente la historia de la masía de sus abuelos.
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Con lágrimas en los ojos, Julián, retomó el camino de regreso. No sin antes recordar las palabras mágicas de su abuelo. ¡Cuando seas mayor, quiero que recuerdes en el futuro, lo que estás viendo hoy con tus ojos de mañana!
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Julián despertó del sueño “caramelo”, como le gustaba recordar los sueños envueltos en ensoñaciones, recuerdos y pensamientos. Los sabores de esos sueños “caramelo” tenían distintos sabores, texturas y azúcar para su cerebro.
Quizás esos sueños permitían a Julián afrontar su cotidiano devenir con esmerada capacidad de respuesta. Julián no añoraba el pasado, tan solo tenía la extraña habilidad de disfrutar de un singular bucle espacio-temporal y vivir el presente con más intensidad. Vivir hoy, con los ojos de mañana y disponer de un caudal continuo y constante de conexión a la tierra, sus expresiones y maravillosas virtudes.
*En un rincón de tu cabeza, 2021, Tengo la rabia cosida a mis labios, 2022 y Risas, llantos y denuedos, 2023, (Cooperativa de Libros de Teruel) son sus últimos poemarios publicados. En preparación Herrumbrosa poemática del silencio (1984-2018) y el ensayo, Viajes y viajeros por la provincia de Teruel.