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El Clásico El Clásico
EFE

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Juan Corellano

“Que no se aparta de lo tradicional, de las reglas establecidas por la costumbre y el uso”. Así se define el término clásico en la octava de las diez acepciones recogidas por la RAE. Entre todas ellas no hay, sin embargo, ninguna que haga referencia al partido que este fin de semana disputaron el Real Madrid y el FC Barcelona. Quizás por lo indefinible de este evento deportivo. Más probablemente porque, pese a lo que parece invitar a concluir, este mote de ‘Clásico’ es un invento más bien reciente de la prensa deportiva que, por razones que se me escapan, ha terminado echando raíces. 

Signifique lo que signifique, el partido de este sábado se antojaba una extraña mezcla entre los remanentes de lo que fue y los brotes de lo que será. Un choque entre los dos gigantes con La Liga en disputa, pero con Valdebebas y no el Bernabéu como escenario. Florentino y Laporta supervisando el encuentro desde las tribunas, pero rodeados por el rotundo vacío que ha dejado la pandemia en las gradas. En el campo, Messi y Benzema capitaneaban a blaugranas y blancos, pero lo hacían rodeados de muchachos imberbes con nombres y apellidos en absoluto familiares para el recuerdo, de esos que te dan un susto cuando compruebas su edad y recuerdas que casi todos los futbolistas ya son más jóvenes que tú. 

Y en ese cruce entre el clasicismo y la vanguardia, el partido resultó ser un espectáculo muy por encima de lo esperado, un digno entretenimiento y cierre de sábado festivo para esa España cenicienta que ha de recogerse antes de medianoche. También un aviso para los que ya querían jubilar al duopolio de nuestras competiciones nacionales.

El partido se lo llevaron, con digno merecimiento, los blancos. Este Madrid de los franceses descocados, como gusta la señora Ayuso, ha lanzado, con esta semana victoriosa en liga y Champions, un necesario recordatorio: es en el borde del desfallecimiento que ellos mismos han provocado con sus ansias de marchar a toda máquina cuando más hay que temer a este equipo, pues ese es el momento el que surge no solo la razón de su existir, sino también de su éxito.  

Porque, aún resultado de una invención reciente, se conoce como clásico por algo. Y me temo que, por mucho que cambien las cosas, lo va a seguir siendo.