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Remando Remando
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Juan Corellano

Estos son, sin duda alguna, los días laborales más duros del año para aquellos con vacaciones tardías. Uno podría suponer que el agotamiento de todo un año de trabajo se compensa con sentir en la cara los rayos de la luz al final del túnel.

Sin embargo, si estos días, aún siendo pocos, resultan una cuesta arriba casi impracticable es por el desamparo de una pelea en la que te encuentras solo frente al mundo en modo vacacional. Remando a contracorriente mientras el resto de tu entorno, enfundado en un bañador, se regocija con tu sufrimiento desde la orilla.

Porque la modernidad, pese a todas las bondades que pueda ofrecernos durante el resto del año, no ayuda en estos últimos días de letargia. Pobre de aquel picapedrero estival que se le ocurra asomar su cabeza por ese diabólico invento conocido como redes sociales. En estos días allí solo se ven hamacas, pies playeros y unas abundantes paellas de paseo marítimo.

Sé bien que en estos lugares la felicidad es selectiva, pues no aparecen allí la salmonela provocada por esa ensaladilla rusa amarilla de la barra, ni las kilométricas picaduras de medusa. Tampoco esa piel rosada de quien quería ponerse al punto y acabó bien hecho, aunque para hablar de estos menesteres alimenticios habría que preguntarle a nuestro presidente, quien, además de maestro pizzero, ahora se ha destapado como un experto cárnico. Pero es que esto de Instagram es como una peli de miedo, por más que conozcas la mentira no deja de resultar un mal trago.

Para estas complicadas jornadas, los veraneantes tardíos no podemos apoyarnos ni siquiera en la amistad, pues, a la que uno se descuida, aparece aquel amigo que se planta a tomar café en camiseta de tirantes y chanclas del mercadillo. Entonces te dan ganas de recordarle, además de su absoluta falta de solidaridad, que vivís en la España interior y no tiene edad para marcarse semejante ridículo fuera de los límites de una piscina municipal.

Pero tú, trabajador veraniego y buen amigo, lo consientes, pues sabes que el verano y las vacaciones son un estado mental. Pronto cambiarán las tornas y él estará remando a contracorriente mientras tú, enfundado en un bañador, te regocijas con su sufrimiento desde la orilla.