Ha llegado septiembre, el mes rechazado por consenso, los treinta días que todos maldecimos al unísono. Esta franja del calendario nos pilla a todos de vuelta: vuelta de las vacaciones, vuelta al trabajo, vuelta al cole o, para los que también han currado en agosto, de vuelta de todo. Porque la cuesta de enero cuesta, pero la de septiembre cuesta más.
Entre todo el hastío generalizado, existe un selecto gremio que odia este mes de manera más pura y genuina que ningún otro. Hablo, por supuesto, de los malos estudiantes. Para ellos, septiembre no llega, les atropella, dejando obsoleto y caduco el “tengo tiempo de sobra para estudiar”. Entonces se dan cuenta de que han desperdiciado el tiempo reglamentario y la prórroga veraniega, viéndose abocados a salvar el curso en una azarosa tanda de respuestas al tuntún.
Sin embargo, si a alguien va a arrollar septiembre y su vuelta al cole este año es a nuestra clase política. De todo el circo que se ha montado, me llama más la atención la sorpresa popular por la inacción de nuestras instituciones que su propio pasotismo. Creo que en algún que otro máster yacía una esclarecedora pista de que el punto fuerte de nuestros representantes no son, precisamente, los estudios.
Llegados a este punto, sin duda lo más importante es encontrar una solución inmediata que permita reducir los riesgos de contagio inherentes al regreso de nuestros infantes a las aulas. No obstante, creo que también sería necesario recordar entre todos, quizás más adelante y con la papeleta ya solventada (si es que todavía tenemos tiempo), cómo hemos acabado teniendo un panorama educativo protagonizado por clases abarrotadas, profesores desbordados e insuficiencia de recursos materiales. Probablemente, haya sido de la misma manera en la que terminamos con un sistema sanitario lleno de hospitales saturados, médicos desbordados e insuficientes recursos materiales.
El coronavirus ha puesto a examen a una España que sale a la palestra en septiembre. Son muchas las asignaturas pendientes y muy poco lo que ha estudiado en verano. Llegan los sudores fríos, un montón de preguntas de respuesta desconocida. La suerte de todos nuestros estudiantes depende ahora de una azarosa tanda de respuestas al tuntún.