

Alfredo Morte, maestro en la Cañada de Benatanduz hace medio siglo: “La enseñanza se ha politizado en España y eso es lo peor que puede haber”
Alfredo Morte, de 80 años de edad, se ha implicado con mucha ilusión en la recuperación de la Escuela de la Cañada de Benatanduz, de la que fue profesor hace 50 años.
-¿Con qué años vino usted a trabajar a Cañada de Benatanduz?
-Vine con 28 años. Antes había estado de profesor provisional en Onda (Castellón). Fue mi primera salida fuera de casa, ya que soy de la provincia de Castellón.
-¿Cuántos años estuvo de profesor en Cañada?
-Tres, llegaría en el 66 y estuve los cursos 66-67, 67-68 de soltero, y 69-70 ya casado.
-¿Cómo fue la llegada a Cañada?
-Muy bien. Cuando llegue a la Cañada lo primero que hice fue hacerme amigos. Tenía un dos caballos y los fines de semana nos íbamos de fiesta. En uno de los bares de Fortanete estaba la señorita Adelaida, que ahora es mi mujer. Nos casamos y ya llevamos 50 años felices, ya veremos lo que pasa después (risas). Nos casamos estando yo aquí, donde vivimos un año de casados. Mi primera hija nació cuando yo aún era maestro de Cañada.
-Usted fue maestro de la Escuela de Niños…
-Sí, entonces había maestra para las niñas y maestro para los niños. Fue justo al marcharme que se hizo mixta de chicos y chicas juntos. Entonces había una matrícula muy buena, yo llevaba 22 o 23 alumnos y la maestra también. Cuando me fui, en los años 70, también se marchó a Cantavieja el practicante que estaba aquí de siempre. Empezó la gente a emigrar y ahora quedan muy pocos.
-¿Daba todas las asignaturas?
-Sí, yo explicaba todo. Antes dabas todos los cursos: primero, segundo, tercero, cuarto, y cada uno un libro distinto. Y otra cosa que ahora hace reír: los viernes y sábados por la mañana explicaba el Evangelio, y en mayo teníamos que hacer el mes de las flores. Y aun peor, teníamos que hacer las festividades de Falange, porque había un inspector de Falange que venía a revisar si se habían celebrado y miraba el libro de registro. Al año siguiente cuando vino le dije que le había puesto también la fecha en que se perdió Gibraltar, que aunque fue en agosto lo había puesto para ver si lo podemos recuperar alguna vez (risas).
-¿Cómo se celebraban esos días?
-Normalmente no se hacía nada más que anotarlo en el Cuaderno de Rotación (un instrumento pedagógico que se hacía entre todos los alumnos resumiendo la labor que se realizaba en clase), poner un dibujito y consignas cada semana. Esto lo tenías que hacer por obligación; a mí, cómo supongo que al 90% de maestros, lo que me importaba era que leyeran y escribieran bien, que llevasen bien matemáticas, que aprendiesen los ríos de España... Todas esas cositas, a nivel elemental pero que se supiera de todo.
-¿Qué es lo que más le gustaba explicar?
-Aunque se daba más importancia a las matemáticas, siempre me han gustado más la historia y la geografía y aún te diría qué ríos pasan por España. Me los aprendí cuando era niño e intenté que los aprendieran todos los alumnos. La cultura general es muy bonita.
-¿Iban regularmente a la escuela o faltaban por ayudar a los padres?
-Venían todos y los padres tenían muchísimo interés. Incluso de unas masadas que están una hora a pie bajaban todos los días los niños andando. A mí no me fallaron nunca, al cerrar las escuelas en junio aún les pillaban las tareas agrícolas en verano.
-¿Algún recuerdo o anécdota de los alumnos?
-Tengo recuerdos bonitos de los alumnos que a veces cuando los pienso me río. Por ejemplo, un chavalín que bajaba un día a la escuela por una senda, que era muy nervioso y siempre iba corriendo, me vio, se acercó y me dijo: “¡Ay, ay, pobrecico de mí, que no me sé la lección!”. Y yo, a pesar de ser un maestro algo duro, no se la pregunté aquel día de gracia que me hizo.
-¿Cómo era la gente de Cañada?
-Tengo buen recuerdo de todo. En los pueblos la gente es muy buena y no había problemas. Antes mataban el cerdo y te traían algo del matacerdo, y lo hacían porque lo sentían- Y eso que cuando me casé cobraba 4.500 pesetas, que para entonces ya eran perricas. En los pueblos, si no fuera porque han venido a menos, se vive más a gusto que en las capitales. La gente es más entera, más noble, más sincera…
-¿Cuál fue su siguiente destino?
-Cada año de maestro en los pueblos puntuaba tres puntos, y este, como era de difícil provisión, cinco puntos por año. Entonces yo pude elegir de la provincia de Castellón, menos la capital y Almazora, y me gustó Moncofa, donde aún vivo. Aquí estuve muy a gusto, pero soy hijo único y quería marchar a Castellón cerca de mis padres. Y eso que soy medio aragonés, del Mijares.
-Habrá visto muchos cambios en la educación a lo largo de su vida…
-Sí, pero casi que para mal, porque cuando empezaron con las autonomías te ponían la historia de la Comunidad y demás pero no la historia general de España. Se ha politizado la enseñanza, y eso es lo peor que puede haber. Conozco bien lo que pasa con el valenciano, con el bilingüismo. ¡Qué va a tener más importancia al valenciano que el castellano, si una vez que sales de Requena ya no puedes hablarlo!. Antes llevabas el libro, la Enciclopedia de Álvarez, y ahí te venía todo. Salían los alumnos sabiendo lo elemental, cosa que, en mi opinión, ahora a veces no sucede.