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Bárbara Armstrong, escritora: Bárbara Armstrong, escritora:
Bárbara Armstrong, tras impartir el taller de literatura en el colegio Juan Lorenzo Palmireno

Bárbara Armstrong, escritora: "Los cuentos enseñan y transmiten un mensaje, pero no siempre es positivo"

La autora del poemario 'Las chicas ya no leen cuentos' imparte un taller en Alcañiz para fomentar la literatura
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Javier Gascó

Bárbara Armstrong es el pseudónimo artístico de la joven escritora montisonense Bárbara Giménez Próspero. Su obra Las chicas ya no leen cuentos, publicada en el año 2019, trata de acabar con los estereotipos de las historias tradicionales a través de una poesía cercana y repleta de formas alejadas de la costumbre academicista. La semana pasada viajó hasta Alcañiz para impartir un taller en algunos de los colegios de la ciudad con el objetivo de fomentar la lectura y la literatura entre las generaciones más jóvenes del Bajo Aragón.

-¿En qué situación cree que se encuentra la literatura entre los más jóvenes?
- Quiero pensar que con las recientes iniciativas de los últimos años se está moviendo bastante más. Gracias a la mayor visualización de algunos géneros como la poesía, que hasta ahora estaba asociada a esa imagen más decimonónica, la literatura ahora está resurgiendo algo más. Creo que hace falta meter más la literatura en los currículos escolares para poder incentivar todavía más.

-Habla sobre la visión arcaica que se tiene sobre la poesía. ¿Qué se puede hacer para verla de otra manera?
-Hay que hacerla accesible al público. Yo creo que el problema, tanto en mi generación como en las siguientes, es que la poesía siempre se presenta en base a los clásicos más tradicionales. No hay una continuidad ni nada de interés que realmente motive a los jóvenes para despertar su curiosidad. Estamos en un momento en el que nuestra prioridad debe ser promover esa curiosidad, luego ya cada una decidirá qué es lo que le gusta más o qué es lo que le gusta menos. La poesía siempre ha sido un lenguaje del pueblo que en algún momento se apropiaron ciertas élites académicas, pero lo bonito es que pueda seguir contando historias y transmitir emociones.

-Para lograrlo, quizás haga falta utilizar un lenguaje más informal. Tengo entendido que usted lo utiliza con frecuencia.
-Lo hago y espero que se siga cambiando hacia ese tipo de lenguaje. Para mí, la poesía siempre ha sido como jugar con las palabras. Es como vestir de gala el pensamiento, darle unas formas que no lo hagan más sofisticado pero que nos permitan ver la belleza inherente del lenguaje. Antes era una poesía mucho más pomposa, pero eso lo aleja del verdadero propósito que es transmitir. ¿Un lenguaje informal es poesía? Sí. ¿Estamos rompiendo la concepción academicista de la poesía? Sí, pero no pasa nada. Los tiempos evolucionan, ¿por qué no puede hacerlo la poesía?

La poesía

-¿Cree que ese ha sido el principal problema de la poesía?
-El principal problema, al igual que sucede con el teatro, es que se ha quedado muy atrás. No ha sabido adaptarse a los tiempos y la poesía que lo ha logrado no ha transcendido. Es el momento de acabar con todas esas convenciones y probar con nuevos registros.

-Su libro Las chicas ya no leen cuentos precisamente habla de romper con algunos estereotipos arraigados a la literatura infantil clásica.
-Trato de desmontar aquellas concepciones previas que tenemos con respecto a los cuentos. Los cuentos enseñan y transmiten un mensaje, pero no siempre es positivo. Es una forma de decir que podemos reescribir esos cuentos. Estamos en un momento temporal en el que no tenemos por qué tragarnos la tradición previa sin cuestionarla. Yo cuando digo “las chicas ya no leen cuentos” lo que quiero decir es que ya no solo los leemos, sino que también los reescribimos. Podemos jugar a ser las protagonistas de nuestra propia historia.

-Ese es el argumento principal, pero el poemario incluye diversos temas, ¿verdad?
-El tema de la mujer es una figura fundamental a lo largo del poemario, pero hay muchas otras cosas. Hablo de construcción de la identidad o de la crianza con los padres. También trato las relaciones de pareja. Todo aquello que nos han enseñado que tiene que ser de una determinada manera y no siempre es así. Esos valores se nos han transmitido a través de cuentos, porque son algo muy inocente. La moraleja que hay detrás de muchos cuentos es muy cruda, estereotipada e injusta. Me gusta jugar con ese lenguaje para decir: “Vamos a hacer cosas que de verdad me representen”.

-Todos tenemos un cuento favorito. ¿Hubo alguno en especial que le hizo abrir los ojos?
- La verdad es que fue más bien un libro, el de Angela Carter. Los capítulos eran como cuentos y  les da como una nueva visión bastante crítica de lo que suponían. Uno de ellos era el de Barba Azul, que es acojonantemente machista. Hice la recopilación de todos esos cuentos clásicos y me di cuenta de que siempre se repite el mismo canon. ¡Qué nocivo es eso! Y no solamente por el estereotipo, es que es el único referente. Ahora han aparecido nuevos como Brave o Mulan, pero ha sido difícil hasta ahora. Yo me he topado con ellos cuando tenía 25 años.

-Además de escritora también es profesora. ¿Aprecia que los niños se dan cuenta de esas cuestiones en los cuentos?
-Sí y me ha ayudado un montón. Hay determinados discursos que tienen muy interiorizados y en muchas ocasiones deconstruyen estas cosas. Si preguntas cuál son sus cuentos favoritos todavía hay Rapunzeles y cosas similares, pero también empiezan a sonar otros nombres. Eso deja un poso y luego cuando oyes hablar de feminismo o igualdad ya no te suena a rechazo, como nos sonaba a nuestra generación.

-¿Qué será lo próximo que publique?
-Me gustaría irme un poco más a un formato propositivo por así decirlo. Puede estar más relacionado con la prosa poética, que me flipa. No sé por qué no la he cultivado más. Mi intención es hacer un poco de ambas, poesía y prosa poética.