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Carolina Riveros Fassano, actriz: “La vida te pone en situaciones muy diversas, 
y de eso se aprende” Carolina Riveros Fassano, actriz: “La vida te pone en situaciones muy diversas, 
y de eso se aprende”
Carolina Riveros Fassano

Carolina Riveros Fassano, actriz: “La vida te pone en situaciones muy diversas, y de eso se aprende”

Dejó Venezuela al no ver perspectivas de mejora y se asentó en Calanda, donde su marido tenía la casa familiar
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Nacida en Venezuela, Carolina lleva ocho meses en Calanda junto a su hijo y su marido, con raíces calandinas. Desde pequeña tenía claro qué quería ser de mayor, así que en cuanto pudo se formó en la Compañía Nacional de Teatro de su país y en paralelo estudió Historia del Arte en la Universidad de los Andes. Después se licenció en Teatro, una titulación que la llevó, a los 19 años, a hacer su primera película.

-¿Por qué se asentaron en Calanda?

-Porque la situación en Venezuela es muy dura. Intentamos mantenernos allí, pero los cambios que hay que hacer en mi país son estructurales y muy profundos y no creo que los veamos a corto plazo. Sentíamos que no iban a ocurrir y que mientras tanto estábamos criando a un niño pequeño y no queríamos que Emiliano dejara de tener oportunidades en la vida, así que decidimos volver a la tierra de la familia de mi marido. Tanto Eduardo como Emiliano tiene la nacionalidad española y aquí estaba la casa de los abuelos, así que tomamos la decisión.

-¿Cuándo llegaron?

-El 27 de octubre pasado. Los abuelos de mi marido se fueron a Venezuela y estuvieron allí hasta que en unas vacaciones decidieron volver. El abuelo de mi marido resultó gravemente herido en la guerra civil, estuvo preso dos años y luego, como consecuencia de las heridas de guerra, no todos los oficios eran aptos para él en Calanda. Tanto es así que terminó haciéndose modisto. En Venezuela trabajó en unos grandes almacenes muy conocidos y estuvo allí mucho tiempo. 

-Y a usted, que era actriz en su país, y que además daba clases a futuros actores y actrices, ¿cuánto le costó tomar la decisión para darle este nuevo rumbo a su vida?

-Me costó mucho valorarlo. Tomamos la decisión tres meses antes del viaje, pero lo valoramos durante mucho tiempo. Yo había decidido internamente irme un año antes. Habíamos construido nuestra propia casa en Venezuela hacía solo un año, y yo trabajaba como docente en la Universidad y llevaba a varios estudiantes, pero el nivel de agotamiento era total y sentíamos que los cambios no vendrían a corto plazo. Estábamos como muy asfixiados. El sistema de salud está completamente colapsado. A mi madre le suspendieron dos veces una misma operación cuando ya se encontraba en el quirófano, y fue en ese momento cuando decidí que no podía permitir que mi hijo viviera así.

-¿Y como se sale adelante sin tener nada y en un país totalmente desconocido?

-Teníamos la casa de los abuelos nada más, pero confiábamos en que la vida nos iba a deparar cosas buenas. Al día siguiente de llegar pregonaron que había una plaza disponible en la Comunidad de regates del río Guadalope, así que mi marido fue a ver de qué se trataba, y a la semana siguiente lo llamaron, le dijeron que tenía el perfil para las instalaciones. Después, nuestro hijo entró en el colegio y todo ha ido rodando. Así han pasado ocho meses. Yo he hecho muy buenas relaciones con la gente, me gusta la gente de aquí, con sus diferencias, con sus circunstancias, y eso me ha abierto puertas para conocer a muchas personas en el pueblo y en Andorra, en los alrededores. He conocido gente muy buena en Calanda y que me han acogido muy bien.

-¿Ha encontrado muchas difidencias culturales?

-Cada cultura tiene sus costumbres. Sí que me ha llamado la atención que la Historia de España de la guerra civil ha dejado heridas muy profundas, que son difíciles de hablar, y eso hace que haya una especie de blindaje a la hora de abrirse.

-¿Cómo ha sido su trayectoria en el cine venezolano?

-Mi primera película la hice a los 19 años. Luego, en 2007 empezó una etapa muy buena en el cine venezolano, porque se invirtió mucho en cine, como proyecto político del país, y coincidiendo con ese boom cinematográfico no paré de trabajar. También hice producción de cine, producción de campo para cortometrajes, y estuve dirigiendo a actrices y actores como coach. Desde los 19 años hasta 2019, con 36, estuve activa no sólo como actriz, sino como productora y docente.

-¿Con qué faceta se queda?

-La actuación me sigue tocando las fibras más profundas, porque cada vez que representas a un personaje tienes que mirar dentro de ti. Eso es inamovible, pero la dirección de actores me sedujo mucho para ponerme en la piel de los otros, aunque desde un lugar de protección, porque la cámara no te ve.

-Y luego tocó dejarlo todo.

-Sí, fue duro, pero me sentía muy agotada. En el trabajo de la Universidad veía que mis estudiantes se iban, un día faltaban tres, otro día cinco… La vida en Venezuela es muy dura y no se puede seguir estudiando, porque no es lo prioritario. Y el equipo de trabajo estábamos muy lesionados, aparte de que no podías vivir con un sueldo universitario. Eso me agobió tanto que decidí que no me importaba dejarlo todo y pensar en otras oportunidades. Podría haberme ido a Estados Unidos, pero el idioma nos acerca a España y compartimos parte de la cultura. Había estado en el festival de cine de Málaga y fue muy grato por la gente que conocí. Sentí familiaridad. Además, me premiaron en la sección de cine latinoamericano. La vida te pone en situaciones muy diversas, y de eso se aprende.

-¿Ve aquí posibilidades para usted en el mundo del cine?

-No he insistido mucho. He querido investigar qué se está haciendo, hacia dónde hay que poner la energía y qué hay que contar. Estoy de bajo perfil, pero abierta a la posibilidad de trabajar. También estamos observando cómo se desenvuelve la vida en las zonas rurales. Calanda es un pueblo muy cinematográfico y entiendo porqué Buñuel vivió y se inspiró aquí. Ahora estoy coqueteando con un guión de cine, desde la perspectiva de género.