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Gema Redolar, enfermera alojada en un hotel: “Me faltan mi marido y mis hijos, eso es lo que peor llevo cuando acaba la jornada” Gema Redolar, enfermera alojada en un hotel: “Me faltan mi marido y mis hijos, eso es lo que peor llevo cuando acaba la jornada”
Gema Redolar en su habitación en el Hotel Reina Cristina, en el momento de la cena tras una intensa jornada de trabajo en el centro Covid-19 de Alfambra

Gema Redolar, enfermera alojada en un hotel: “Me faltan mi marido y mis hijos, eso es lo que peor llevo cuando acaba la jornada”

Es la coordinadora del centro Covid-19 de Alfambra
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El Hotel Reina Cristina del Grupo Gargallo acoge a sanitarios que necesitan alojamiento fuera de sus hogares durante la epidemia. La enfermera Gema Redolar es una de las profesionales que ha optado por este servicio para poder trabajar en el cuidado de los mayores del centro Covid-19 de Alfambra que ha puesto en marcha el Gobierno de Aragón y gestiona la Fundación Ardid. No se lo pensó dos veces y dejó a su familia en Zaragoza para poder ayudar en esta crisis, aunque reconoce que lo más duro es estar lejos de su marido y sus hijos.

-¿Cómo es que viviendo en Zaragoza ha terminado de coordinadora en el centro Covid-19 de Alfambra?

-Aunque soy de Zaragoza, tengo plaza en el centro de salud de Báguena, en atención continuada. Trabajo más o menos de 7 a 10 días al mes haciendo guardias. Cuando apareció el Covid-19 yo tenía 19 días de fiesta. Como he sido enfermera de UCI hasta que aprobé la oposición, me puse en contacto con gente de Zaragoza del área de UCI por si necesitaban gente. Me puse por ello en contacto con la directora de atención primaria en Teruel, Sagrario López, para pedir permiso para estar de voluntaria en UCI de Zaragoza y me dijo que por ella no había problema pero que, ya que formo parte del personal del sector Teruel, estaría bien que colaborase en este sector. Así que hablé con mi marido porque hasta que esto no termine no voy a volver y tiré para adelante.

-¿Cómo ha sido ese trabajo en Alfambra?

-El 30 de marzo llegué a la residencia de Alfambra. Llevaba 4 o 5 días en marcha que la habían empezado a motar, Concha Gómez Cadenas que es ahora la responsable de la de Gea, y yo me he quedado como coordinadora de la de Alfambra. Desde el 1 de abril lo estoy combinando con los fines de semana en Báguena.

-Así que necesitaba un lugar donde alojarse. 

-Claro, al no ser de Teruel hablé con atención primaria para gestionarlo. El primer día tuve que dormir en la residencia de Alfambra y ya al día siguiente quedaron que sería en el Hotel Reina Cristina y estamos allí Concha y yo.

-¿Cómo está siendo vivir en un hotel y en estas circunstancias? 

-Empezamos y no teníamos absolutamente nada. No te limpian la habitación y el cambio de sábanas hay unos cubos en el pasillo para depositar residuos orgánicos y otro para la lencería y ellos lo lavan y en recepción nos lo dejan en la puerta. Desde hace unos días disponemos ya de desayuno. Bajamos y ya nos tienen una mesa a cada uno con un plato desechable con bollería, zumo, café. La gente del hotel es excepcional.

-¿Y la comida y la cena?

-A mediodía estoy en Alfambra y como allí. Luego por la noche compramos algo frío: jamón, queso y cosas así y lo comemos en la habitación. Concha y yo aprovechamos la hora de la cena para hacer reuniones de trabajo y ver cómo marcha Gea y cómo va Alfambra y ver cómo mejorar. Lo hacemos en la habitación cada día, como digo yo, en mi pisito. Ahora nos han comentado que un grupo de gente que por 5 euros nos traería la cena, lo que pasa que yo hay días que llego a las ocho de la tarde y otros a las diez de la noche así que me han dicho que me lo recogerán en recepción.

-¿Le costó mucho dar el paso y decidirse a dejar a su familia y quedarse en Teruel?

-Cero segundos. No es fácil. Se está haciendo muy duro pero había que hacerlo. Yo creo que no he llorado tanto en mi vida. Está siendo duro y no solo a nivel de trabajo. El no poder dar la atención que de verdad debemos dar. En el cuidar se incluye el tacto, la conversación, el poder sentarte en la cama del abuelo y con eso calmas sus miedos y no necesitas darle la pastilla. Eso no me lo puedo permitir. Esta pobre gente son infectados de una enfermedad que está acabando con muchos de ellos, son enviados a un dispositivo y llegan y les recibe gente vestida de marcianos a las que no le ven más que los ojos. Es una frustración, el no poder atenderles como nos gustaría. A veces se lleva mal. Te da rabia. Y luego están las familias. Lo están pasando fatal. No tienen contacto en su último momento, no hay opción del duelo por la dichosa enfermedad.

-Y después de esa dura jornada, ¿cómo es volver a un hotel, que es más despersonalizado que estar en tu casa?

-Yo la suerte que tengo es que el personal en Alfambra no es genial sino excepcional. Es un grupo humano que me da pena irme. Siento pena el día que se acabe, es una gente maravillosa. Además, tengo una amiga en Teruel que es Concha y nos consolamos y nos damos ideas una a la otra. Pero me falta mi marido y mis hijos, es lo que peor llevo.

-Tendrá muchas ganas de verles.

-Sí. Tengo un hijo de 20 años y una de 10. Hacemos videollamadas pero, claro, intento contarles el lado bueno, lo bonito y las satisfacciones pero el lado amargo solo se lo cuento a mi marido. Pero no me arrepiento de haber tomado esta decisión. El otro día cuando dimos las cinco altas fue una gran emoción y a mí me compensó todo.

-¿Cómo compagina esta labor y sus guardias en Báguena?

-He de decir que en el centro de salud me cuidan mucho. Las guardias que tengo entre semana las ha asumido voluntariamente otra compañera y solo hago las de fin de semana. He encontrado mucha colaboración. También me gustaría hacer una mención a Sagrario López, directora de atención primaria, y a Matilde Martínez, directora del área médica del sector Teruel. En los momentos que lo pasamos mal han estado allí. Son nuestros jefes pero lo primero es que sean sean personas.