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Gonzalo Wilhelmi, autor de 'Huelgas, mareas y plazas': “Son necesarias unas relaciones sociales más sanas, más humanas y más productivas” Gonzalo Wilhelmi, autor de 'Huelgas, mareas y plazas': “Son necesarias unas relaciones sociales más sanas, más humanas y más productivas”

Gonzalo Wilhelmi, autor de 'Huelgas, mareas y plazas': “Son necesarias unas relaciones sociales más sanas, más humanas y más productivas”

“Esto no va a mejorar solo y no podemos mirar para otro lado, o tomamos parte o el futuro es muy sombrío”, afirma
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El doctor en Historia Contemporánea, Gonzalo Wilhelmi, presentó este viernes en Teruel el libro Huelgas, mareas y plazas en el centro social A Ixena en un acto organizado por el sindicato CGT. El autor asegura que en el mundo actual son necesarias una relaciones “más sanas y humanas” e implicarse porque las cosas “no van a mejorar solas”.

-¿Qué aborda en' Huelgas, mareas y plazas'?

-Este libro aborda el principal ciclo de movilización social que ha habido en España desde la Transición, porque entre 2009 y 2019 salimos a la calle millones de personas en huelgas, en mareas ciudadanas, en manifestaciones y en ocupaciones de plazas.

-¿En qué ha quedado toda esa esperanza de la gente que salió a las calles?

-Las movilizaciones en las que participó tanta gente consiguieron resultados concretos, aunque no siempre tienen repercusión en los medios o en la literatura académica. Por ejemplo, la derogación que consiguió el movimiento feminista de un intento de reforma muy restrictiva del derecho al aborto en 2014, que lo intentó el ministro del PP, Alberto Ruiz Gallardón. También se consiguieron leyes muy avanzadas en el ámbito autonómico como una ley contra los desahucios y la pobreza energética en Cataluña; y en Navarra se consiguió una ley muy avanzada que protege a los trabajadores subcontratados del sector público.
Esos fueron los logros inmediatos, y luego hubo otros acumulados que han permitido en mi opinión que se pudiera formar un gobierno de coalición de izquierdas, prácticamente diez años después, con un programa que se queda corto para el cambio social que necesita este país, pero que sin esa inmensa movilización social acumulada no se hubiera producido.

-¿Si no fueron en balde, por qué hay una sensación de desencanto en la sociedad?

-Porque tanto en el ámbito internacional como en España la ideología neoliberal y la política neoliberal sigue siendo la hegemónica y es una política muy destructora de los vínculos sociales, del Estado del bienestar, de las condiciones de vida mínimas que permiten una vida digna y una vida buena. Se consiguieron parar muchas agresiones sociales, otras no; se consiguieron algunos avances pequeños, pero es verdad que las demandas de la movilización tanto sindical como feminista en defensa de las pensiones públicas, contra los abusos policiales, todas esas movilizaciones pedían mucho más de lo que se consiguió y por eso es necesario seguir organizados en todos los ámbitos y seguir movilizándonos.

-Pero en las elecciones la gente ha votado a la derecha y ha crecido la ultraderecha.

-España no está al margen del resto de Europa ni del mundo, y en estos tiempos convulsos la ultraderecha ha conseguido conectar con ciertos malestares sociales, y muchas veces por incomparecencia de la izquierda pues ha conseguido dar respuestas que no resuelven los problemas, pero que por lo menos generan esperanza en ciertos sectores sociales, aunque sabemos que lo que hacen es profundizar los problemas. Y también la ultraderecha se ha servido de la hegemonía que tienen los medios de comunicación porque tienen mucha presencia en ellos.

-¿Cómo se puede hacer frente a esa desesperanza que se palpa en la sociedad?

-A partir de experiencias concretas que consigan cambios reales en el ámbito local y que se establezcan relaciones sociales y humanas directas más sanas, más humanas y más productivas. Ahí es donde podemos combatir el mensaje y la práctica racista, fascista, machista y xenófoba de la ultraderecha. Cuando en un puesto de trabajo somos capaces de demostrar que con un sindicalismo de clase, sea de la organización que sea, se mejoran las condiciones laborales y se consigue una mayor justicia, eso es lo que permite avanzar. Es mostrar que hay alternativas.

-¿No hay que perder la esperanza?

-Este ciclo de movilización ha sido el mayor desde la Transición, pero quienes participamos en él, que fuimos millones de personas, ni inventamos nada ni somos el último paso en esta historia. Antes nos precedieron millones de hombres y mujeres en circunstancias muy difíciles que se movilizaron por los mismos objetivos y detrás vendrán otras generaciones y otros sectores que tomarán el relevo.

-¿Hacia dónde avanzamos con el modelo actual?

-Avanzamos cada vez más hacia una sociedad más injusta y regresiva en la que los ricos cada vez pagan menos, y la clase trabajadora y los sectores con menos recursos cada vez pagan más; los servicios públicos del Estado del bienestar cada vez son más exiguos; el machismo y el patriarcado intentan difundir su mensaje y reaccionar ante cualquier avance feminista; y se genera una situación en la que no puedes mirar para otro lado porque esto no va a mejorar solo, o tomamos parte o el futuro que se presenta es muy sombrío. Y lo mismo pasa con el cambio climático.

-¿Es peligroso ser conformistas o resignarse?

-Sí. Todos los procesos de movilización tienen sus años altos y bajos. Ahora estamos en una fase de reflujo, pero la derecha y la ultraderecha están apretando y o espabilamos y volvemos a los niveles de movilización que teníamos antes o lo vamos a pasar mal.